Bienaventurados los jóvenes obreros, el camino vocacional en la JOC

Este pasado fin de semana asistí al Congreso de Vocaciones, el gran evento de la Iglesia española para este año. Ante el planteamiento que nos llegó a la Juventud Obrera Cristiana (JOC) de participar en uno de los numerosos talleres, aceptamos llevar nuestro testimonio enmarcado dentro del itinerario de “Comunidad”, más precisamente en el taller “Movimientos, asociaciones y vocación”, junto a otras personas de Focolares y Encuentro Matrimonial.
Mi reflexión sobre el proceso de vocación entre personas jóvenes recogía los testimonios de personas jóvenes de la JOC, teniendo presente la primera bienaventuranza que enuncia Jesús: “Bienaventurados los pobres de espíritu”.
Quería hablar de personas jóvenes cristianas que de alguna forma también han escuchado eso de “soy llamado” y se han comprometido en sus vidas y en sus ambientes cotidianos, en el mundo del trabajo, en el instituto, en la universidad pública, en un parque, en una peña juvenil de un pueblo, en un bar o una discoteca, un chat en internet, una red social… Sitios en los que hay mucha vida, donde hay personas jóvenes que van escribiendo e interpretando compases de su desarrollo vital.
Si repasamos la historia de nuestro movimiento, la Juventud Obrera Cristiana, que fue fundada exactamente hace ahora 100 años de Bélgica, a partir de la inquietud de nuestro fundador, el sacerdote Joseph Cardijn, al ver cómo las personas jóvenes de las poblaciones obreras de Bélgica se encontraban en una enorme situación de indignidad, diseñó un plan educativo e impulsó el protagonismo juvenil para que las personas jóvenes recobraban conciencia de ser valiosas y queridas, algo que se sintetiza en un lema que repetimos mucho: “Un joven trabajador vale más que todo el oro del mundo, porque es hijo de Dios”.
Estamos llamados a estar allí, en esos ambientes juveniles populares, a presentar el ejemplo de Jesús, y a llevar esta pregunta por la vocación, “¿a qué te sientes llamado?”.
Como joven y acompañante o militante experimentado, diría que el desarrollo de la vocación se observa en cámara lenta, y se observa mejor con cierta perspectiva temporal. No son chispazos rápidos, aunque alguna vez sí que se dan, pero no siempre es así. Esto es lo que llamamos la pastoral de procesos, y algunos testimonios de personas jóvenes nos hablan de ello:
“Según fueron pasando las reuniones, me fui haciendo a la forma de vida, y con los meses sentía que tenía una pequeña familia con quien compartir mi fe. Saber que no estoy sola, que compartimos nuestra creencia y que queremos incluir a Jesús. La JOC me ha ayudado mucho a encaminar mi vida de una mejor manera, preguntándome qué haría Jesús”.
“En un campamento al que fui el año pasado, conocí a un sacerdote jovencísimo, que estaba pasando su primer año recién ordenado en un pueblo de La Mancha. Le pregunté por cómo había descubierto su vocación sacerdotal, y me dijo: ‘pues poco a poco’. No hay un momento concreto, no hay un fogonazo, hay un camino lleno de síes, de un proceso de escucha, y de confianza en el Padre”.
Pues esa es un poco la experiencia que tenemos en nuestro movimiento también, de procesos lentos, confiados y pacientes. Yo, soy de los que creo que la llamada del Padre es una llamada fuerte y sólida. Pero es difícil, ya no detectarla, sino acogerla y hacerla propia en medio de la cultura actual, donde la tendencia te lleva a vivir de forma más individualista y superficial. Otro testimonio de una joven indica:
“Un acompañante nos dijo una frase que me ha marcado: ‘nunca te vas a sentir preparada al 100% para hacer nada, siempre va a haber miedos, dudas, inseguridades… pero eso no debe frenarte’. Jesús, hoy estoy aquí, porque sé que creer en ti significa confiar”.
El descubrimiento de la fe, el descubrimiento nuclear de ser llamado no es un descubrimiento prístino, limpio, inmediato, cristalino… puedo dar fe de ello. Hay mucho de silencio, de dejarse llevar, y también de dudas y de errores, de pasos en falso. Creo que sin el sostén de una comunidad, de un movimiento, sin acompañamiento, sin equipos, sin vivir esto con referentes, y con referentes cercanos y tangibles, habría sido difícil. Y lo veo en tantos otros jóvenes a los que invitamos a nuestro movimiento.
“He visto la pobreza en las calles, personas jóvenes abandonadas, discriminación. Vivimos en un mundo individualista, que busca el beneficio propio y al que se le ha olvidado tender la mano a los que se quedan atrás, y creo que me había acostumbrado a eso. Tenía la sensación de que era imposible cambiar el mundo… Poco a poco me fui quitando esos filtros que había puesto en la vida, y fue un proceso incómodo, duro, desagradable. En su día, veía lejano continuar en la Iglesia, porque no sabía si creía. Somos jóvenes y eso nos hace sentirnos muchas veces perdidos”, contaba una joven militante.
Sin embargo, remataba: “La JOC me ha vuelto a recordar muchas cosas, muchas sensaciones, y una de ellas es esa sensación de incomodidad que me suponía estar atenta a la vida, y llevar el reino de Dios en mi día a día. Creo que este tiempo ha sido ese despertar, como cuando te molesta la luz y prefieres cerrar los ojos”.
Esto que expresa ella, esta crudeza y esta dificultad, habla de la exigencia del discernimiento vocacional, y del mimo que creo que debemos de dedicar, cuando invitamos a una persona joven a la reflexión de su vocación. Algo que puede servir como punto de partida es la cita: “Descálzate que estás en tierra sagrada”, siendo esa tierra sagrada la vida de las personas jóvenes que acompañamos, con sus dudas, vulnerabilidades, su lentitud…
También reseñar que estos procesos que vivimos, esta vivencia del equipo de jóvenes, del movimiento, no es ciencia infusa. Es una pedagogía (nosotros tenemos la nuestra, pero tantos otros movimientos tienen sus pedagogías, sus proyectos, sus cuadernillos…) en nuestro caso es el uso de la metodología del Ver-Juzgar-Actuar, es ofrecer a las personas jóvenes un equipo compuesto por tus iguales, es un acompañamiento cuidadoso, y es empujar el enraizamiento de la fe en la vida concreta, animando a la búsqueda de las señales del Padre en la vida de cada persona joven.
Dos testimonios más, con los que puedo concretar esta vocación que se desarrolla en nuestro movimiento.
“Quiero aprender a confiar más en el plan de Dios, a vivir con esperanza y a darle un sentido más profundo a cada acción que emprendo. Me siento llamada a ser paciente, confiar, y abrirme a las señales de Jesús que me rodean. Quiero estar al lado de otros jóvenes que necesitan signos de esperanza en sus vidas. Me siento llamada por Dios y enviada por la Iglesia; y quiero asumir el proyecto de Jesús como propio, y construir su reino en mis ambientes…: ‘Así, que hermanos míos, amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano’ (Corintios, 15).Desde esta certeza, me comprometo a vivir en un estilo de vida militante, cuidando la coherencia entre vida, fe y acción, (…) con la certeza de que Dios no elige a los capacitados, sino que capacita a los que elige”.
“Me gustaría llevar mi compromiso cristiano a los espacios en los que estoy presente, para poder compartir con el resto de las personas de mi alrededor que el reino de Dios está aquí y ahora. Digo sí a ser una militante, a pesar de llevar mis incoherencias y mis dudas, a cuestas a todos lados, a compartir mi vida con quién lo necesite, y a creer que podemos cambiar las cosas”.
De estos dos testimonios, destaco, la llamada a ser llamada para otros. Nosotros decimos que el Evangelio que muchos y muchas jóvenes alejados van a escuchar, es el que transmite, transparenta otro joven, y las jóvenes militantes de la JOC están llamados a vivir ese Evangelio y a llevarlo a las personas alejadas.
La vocación de la que hablamos en nuestro movimiento es la vocación laical, que no es exclusiva de nuestro movimiento. Pero sí el despertar, el alumbrar esa vocación en un momento vital en el que la infancia va quedándose detrás y avanzamos hacia la adultez.
En ese momento hay espacio para sentirse llamado pues también lo puede ser para decidir otras cosas, y ser seguidor de Jesús en este maremágnum, en esta suma de corrientes, de resacas… En la que es posible construir la casa sobre roca firme, y donde desarrollar un compromiso militante y evangelizador.
Creo pues, en esta labor de los movimientos de laicos y laicas, y en el desarrollo de la llamada a dar testimonio, y ser ejemplo de vida y seguimiento de Jesús. Presentamos pues, nuestra vocación laical de forma sencilla y honesta, con el ejemplo, con una vida coherente, y confiando en que es una manera efectiva de acercar Jesús a los que no conocen.
En definitiva, nosotros en la JOC, desde nuestro carisma como Acción Católica hemos hecho, y seguiremos haciendo nuestra la misión de la Iglesia, evangelizar y anunciar; en nuestro caso, con esta especificidad que es la de dirigirnos a los jóvenes de clase obrera.
Nos alegramos de la celebración de este Congreso y sentimos que remamos en la misma dirección, como no podía ser de otra manera. Esperamos que estos testimonios sirvan para mostrar este rinconcito sobre la vocación, en este caso, naciente, en desarrollo, de las personas jóvenes de ambientes obreros, trabajadores.
Quiero acabar recordando, el punto de partida, la primera bienaventuranza. “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”, lo que para mí son palabras esperanzadas, aunque enormemente profundas y en cierto sentido significan, paciencia y largo camino. Que este proceso del Congreso de Vocaciones no recale solamente en la experiencia de fuertes procesos espirituales, y que sepamos, como Iglesia, dar respuesta de forma adecuada al proceso vocacional de tantas personas alejadas y necesitadas de nuestro acompañamiento.

Presidente de la Juventud Obrera Cristiana (JOC)