Un proprefecto para la primera mujer al frente de un dicasterio vaticano
El nombramiento de la primera mujer que dirigirá un dicasterio vaticano se ha completado con la elección de un cardenal como proprefecto, cumpliendo las exigencias del derecho canónico y reabriendo el alcance del papel de las personas laicas en el gobierno de la Iglesia.
La misionera de la Consolata Simona Brambilla ejercerá como prefecta del Dicasterio de la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, acompañada del cardenal Ángel Fernández Artime, que actuará como proprefecto.
De este modo, según explica el periodista del medio británico The Pillar, Ed Condon, “Fernández Artime le permita desempeñar una especie de papel de ejecutor canónico, firmando formalmente ciertos actos de gobierno junto a Brambilla, y eludiendo así las cuestiones sobre qué actos, si los hay, requieren consagración episcopal para llevarlos a cabo”.
Parece una manera de asegurarse que las decisiones del dicasterio se ajusten al procedimiento eclesial y queden blindadas ante las críticas. Pero, como escribe Condon, también “podría señalar el final de una apuesta para una visión más radical del poder y la cooperación laica en la Iglesia”.
Aunque Brambilla podía haber sido convertida en cardenal, para lo que no se requiere estar ordenado, el papa Francisco ha recurrido a una opción contemplada en el ordenamiento legal de la Iglesia.
Francisco podría haber “cerrado una de las apuestas reformistas más radicales que surgieron bajo su pontificado” y que no es otra que la capacidad de las personas no ordenadas para asumir responsabilidades de gobierno.
Alcance y límite del laicado
Los papas tradicionalmente han nombrado a cardenales prefectos de los departamentos curiales que nominalmente dirigen ellos mismos, como el Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Sin ir más lejos, Francisco ha asumido la dirección del Dicasterio para la Evangelización, tras la reforma de la Curia romana en 2022.
Con esta fórmula Brambilla dirigirá el Dicasterio para la Vida Consagrada, mientras que Fernández Artime podría encargarse de aquellos actos que requieren el respaldo del orden episcopal.
Según especifica Condon, algunas de las funciones de Simona Brambilla podrían alterar sísmicamente la eclesiología de la autocomprensión de la Iglesia en relación con el episcopado y el ejercicio del gobierno, si las ejerciera como laica.
No en vano su departamento atenderá la adecuación de los institutos religiosos al derecho pontificio y resolverá la fusión y supresión de estos. En algunos casos, tendrá que decidir sobre la laicización de clérigos religiosos, lo que para algunos canonistas supone ejercer una competencia reservada al ministerio ordenado.
Francisco promulgó en 2022 Praedicate Evangelium, una nueva constitución sobre las estructuras y el gobierno de la Curia romana, en la que se recoge que “cualquier miembro de los fieles puede presidir un dicasterio u oficina”.
También introdujo cambios en el derecho canónico para permitir que personas religiosas no ordenadas asuman el cargo de superior mayor, un rango de gobierno equivalente a un obispo en el derecho canónico.
Pronto, recuerda Condon, “los abogados canónicos encontraron poco claras, con algunas advertencias en ese momento de que el plan, o al menos, ciertas interpretaciones, podría estar en desacuerdo con las enseñanzas del Concilio Vaticano II”.
Debate abierto
El Código de Derecho Canónico establece una especial disposición de las personas ordenadas para dirigir la Iglesia: “los que han recibido el orden sagrado están capacitados, según la norma de las prescripciones de la ley, para la potestad de gobierno, que existe en la Iglesia por institución divina y que también se llama potestad de jurisdicción”, mientras que reconoce a las personas laicas solo la posibilidad de “cooperar en el ejercicio de este mismo poder según la norma de la ley”.
No obstante, el debate sobre el alcance y los límites de la cooperación laical no está ni mucho menos cerrado. Sin ir más lejos, el cardenal Gianfranco Ghirlanda, canonista que colaboró en la redacción de la nueva constitución, defiende que “el poder de gobierno en la Iglesia no proviene del sacramento del orden sagrado, sino de la misión canónica”.
Desde este punto de vista, los obispos tienen una función estrictamente sacramental, más allá de la cual operan únicamente bajo la autoridad papal.
Esta postura tendría un respaldo histórico en el caso de las abadesas mitradas de siglos pasados que “ejercían una especie de autoridad ordinaria de facto sobre la vida eclesiástica en el territorio que rodeaba sus monasterios, mientras que no podían realizar funciones sacramentales reservadas a los obispos”.
Pero no todos los prelados son de la misma opinión. El que era prefecto del Dicasterio para los Obispos y el miembro más antiguo de la curia de Francisco, el cardenal Marc Ouellet, interpretó las palabras de Ghirlanda como “una revolución copernicana en el gobierno de la Iglesia, que no está en continuidad con el desarrollo eclesiológico del Concilio Vaticano II, ni siquiera va en contra de él”.
El cardenal Walter Kasper también advirtió que la tesis de Ghirlanda supondría impulsar “un dualismo entre la autoridad conferida sacramentalmente por la ordenación y la autoridad de gobierno o jurisdicción conferida por mandato [del papa] podría terminar separándose de la vida sacramental de la Iglesia y también podría desarrollar una cierta vida propia con consecuencias infelices”.
Concluye Ed Condon que con la elección de una mujer al frente de un Dicasterio acompañada por un cardenal, “el papa Francisco puede haber encontrado una manera de cuadrar el círculo al poner a un laico al frente de un alto departamento del Vaticano sin necesariamente cambiar la comprensión de la Iglesia sobre las órdenes sagradas y el poder de gobierno”.
Con esta decisión, el papa Francisco cumple su propósito de conceder cada vez más responsabilidad a las mujeres en la dirección y administración de la Iglesia, sin tener que revocar el actual derecho canónico, ni forzar su interpretación.
Dirección pastoral
El canonista de Maguncia, Matthias Pulte, en una entrevista con la Agencia Católica de Noticias (KNA), ha celebrado la decisión al entender como positivo que una monja se encargue de las cuestiones religiosas en el Vaticano, dado que un clérigo secular no necesariamente cuenta con la perspectiva específica del tema.
Sin embargo, se ha mostrado cauteloso a la hora de considerarlo un avance en línea con las aspiraciones del Camino Sinodal en Alemania que debate abiertamente conceder mayores responsabilidades dentro de la jerarquía a mujeres y persona laicas.
“El nombramiento de un prefecto no es una decisión clave para la división y la participación del poder de liderazgo, como se discute en Alemania”, ha declarado Pulte. Después de todo, Brambilla ha sido nombrada por el Papa para un puesto de liderazgo administrativo, pero en Alemania la discusión alcanza a la participación en el poder pastoral y episcopal.
Redactor jefe de Noticias Obreras