Techo-Tierra-Trabajo: mantra de los movimientos sociales populares

Techo-Tierra-Trabajo: mantra de los movimientos sociales populares
III Encuentro Mundial de Movimientos Populares | Vía www.movpop.org

El papa Francisco está sujeto a la crítica furiosa de algunos grupos católicos conservadores, incapaces de salir de su burbuja tradicional. La razón reside en la forma en que cuida de la Iglesia. No lo hace al estilo tradicional, diría, principesco y faraónico, heredado de los primeros emperadores cristianos, quienes traspasaron a los sacerdotes, obispos y al Papa todos los privilegios, estilos de vida y modos de vestir de los emperadores, senadores y las élites ricas imperiales. Esto ocurre desde el siglo III y, fundamentalmente, perdura hasta nuestros días. Al ver el desfile de los cardenales cuando se encuentran en Roma, parece que estamos en el Sambódromo de Río o de São Paulo, tal es la pompa y el colorido de los vestuarios. Todo esto no tiene nada que ver con el pobre Jesús de Nazaret.

Pero no es de esto de lo que quiero hablar. Quiero referirme a una innovación sorprendente que el papa Francisco introdujo. Solo podría venir de él, fuera de la galaxia católica centroeuropea, de alguien que “viene del fin del mundo”, como ha dicho con frecuencia. Venir del fin del mundo significa que proviene de la experiencia de una Iglesia que ya no es un reflejo de la europea, sino una fuente propia que echa raíces en los medios populares, que hace una opción preferencial por los empobrecidos y los injustamente marginados del proceso social vigente, controlado por las clases dominantes y organizado en favor de sus privilegios. Un tipo de Iglesia que no tiene nada de imperial o faraónico, sino que asume los dolores y el destino trágico de los descartados por el sistema actual.

Un ejemplo de esto son los muchos encuentros que ha tenido con los movimientos sociales populares de todo el mundo. Nunca se había visto algo así en la historia. La eclesiología dominante, es decir, la doctrina sobre la Iglesia, concentra aún hoy todo el poder de decisión en manos de la jerarquía. El Concilio Vaticano II (1962-1965) introdujo el concepto de Iglesia como Pueblo de Dios, lo que presupone la igualdad entre todos. Sin embargo, prevaleció el concepto de Iglesia como comunión. Pero rápidamente se vació este concepto al afirmar que es una comunión jerárquica, lo que equivale a decir que es como una escalera, donde hay personas que están en niveles superiores y otras en niveles inferiores. Si es comunión, prevalece la igualdad entre todos, no se toleran jerarquías de personas por encima y personas por debajo. Si estas existen, son solo funcionales, porque nadie puede hacer todo y asumir todas las tareas, sino que se distribuyen entre los diversos participantes. San Pablo lo formuló muy bien en sus epístolas, utilizando la metáfora del cuerpo humano: “El ojo no puede decirle a la mano: no te necesito; ni la cabeza a los pies: no necesito de ustedes” (1 Cor 12, 21). Todos los miembros son igualmente importantes. Ni hablemos de las mujeres, completamente despojadas de cualquier poder decisorio, aunque son ellas las que realizan la mayoría de los servicios eclesiales.

En septiembre se celebrará en Roma, los diez años de la primera reunión de los movimientos sociales mundiales. Allí estará nuestro João Pedro Stédile entre los que hablarán ante la multitud. En ese encuentro se retomará el mantra inaugurado en 2014: las famosas 3T: Techo-Tierra-Trabajo, detallados así: “Ninguna familia sin techo, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ninguna persona sin la dignidad que confiere el trabajo”.

En el encuentro de septiembre ya se ha definido el lema: “Plantemos la bandera contra la deshumanización“. Si hay un fenómeno actualmente de los más perversos, es un proceso acelerado de deshumanización. ¿Hay algo más deshumano que el hecho de que casi la mitad de la riqueza del mundo esté en manos del 1% de la población (Global Wealth Report 2023), mientras que, según la FAO, hay alrededor de 800 millones de personas que padecen hambre y mil millones con insuficiencia alimentaria? Si los 3.000 multimillonarios pagaran solo el 2% de sus fortunas en impuestos, se generarían 250.000 millones de dólares (1,32 billones de reales), como sugirieron en el G20 Brasil y Francia. Esto garantizaría la vida de todos los amenazados por el hambre y las enfermedades relacionadas con el hambre.

El genocidio perpetrado por el Estado de Israel en la Franja de Gaza, que ha cobrado la vida de alrededor de 12.300 niños con el apoyo de un presidente estadounidense católico y de la Comunidad Europea, olvidada de su tradición que fundó los derechos de los ciudadanos y las diversas formas de democracia. Esto ocurre a cielo abierto, convirtiendo a sus defensores en cómplices, además de negar comida, agua y energía a toda una población, un crimen manifiesto contra la humanidad.

Además de la guerra Rusia-Ucrania, en la que una venerable civilización hermana, Ucrania, está siendo destruida, existen 18 lugares de conflictos severos con alta letalidad.

Mientras tanto, el Papa en Indonesia, la mayor nación musulmana del mundo, en un evento interreligioso proclamaba: “que todos nosotros, juntos, cada uno cultivando su espiritualidad y practicando su religión, podamos caminar en la búsqueda de Dios y contribuir a la construcción de sociedades abiertas, fundadas en el respeto mutuo y en el amor recíproco”. Desafiaba a los cristianos con estas palabras: “no se cansen de zarpar hacia mar abierto, echen las redes, no se cansen de soñar y de construir una civilización de paz”.

Son palabras de esperanza casi desesperada frente a la deshumanización reinante, con la conciencia de lo que dijo en la encíclica Fratelli tutti: “estamos en el mismo barco, o nos salvamos todos o nadie se salva” (n. 32). Pero todos juntos y conscientes, podemos dar un nuevo rumbo a nuestra historia común, apuntando hacia una biocivilización y hacia una Tierra de la Buena Esperanza.