Contra el odio, a favor del encuentro
El enconamiento de la vida política, con la incitación al odio hacia quien piensa distinto, está deteriorando la convivencia. Las noticias sobre agresiones motivadas por razones ideológicas, racistas u homófobas copan cada vez más atención. Sindicatos y cristianos gais piden que no se banalice la violencia.
Las estadísticas son todavía provisionales. Se enfrentan a la dificultad de comparar este año con el año anterior, excepcional por el confinamiento impuesto para frenar la pandemia, y la novedad de analizar un fenómeno que, sin ser nuevo, no había merecido hasta tiempos recientes un tratamiento específico, incluido su tipificación en el código penal, hace apenas 10 años.
Los seis primeros meses de este año se registraron 610 delitos de odio motivados por racismo, ideología y orientación sexual, un 9,3% más que en 2019 –-el confinamiento por la pandemia en 2020 redujo la comisión de todos los delitos–. El ministro del Interior, Grande Marlaska, situó las infracciones penales motivadas por el odio, a fecha del 31 de julio, en 748.
Por más que la última agresión haya resultado ser falsa, ha habido casos trágicos en semanas anteriores, como el protagonizado por el joven de A Coruña, Samuel. La notoriedad otorgada a estos comportamientos criminales, igualmente ha servido para que personas agraviadas compartieran sus testimonios en medios de comunicación.
De hecho, se mantiene la manifestación contra la homofobia para, a pesar del fiasco del último caso, ante la percepción de que la violencia existe y va en aumento. Sin embargo, cualquier observador informado puede notar que los enfrentamientos dialécticos y los debates políticos no ahorran en descalificaciones, desplantes y vejaciones. Expresiones en ocasiones que bien podrían considerarse discursos de odio.
Envenenar la salud democrática
No es fácil establecer la relación entre las expresiones de intolerancia, las más graves se consideran delito si fomentan, promueven e incitan el odio, la hostilidad, la discriminación o la violencia, y su plasmación en acciones concretas contra las personas y colectivos. Pero a nadie se le escapa que envenenar la vida en común tiene trágicas consecuencias en la salud democrática.
“Hay que pensar qué ha ocurrido en España, donde había un consenso muy amplio sobre igualdad entre hombres y mujeres y el colectivo LGTBi, para que salte por los aires”, ha declarado el secretario general de CCOO, Unai Sordo.
Para Sordo, “lo que ha ocurrido es que ha irrumpido la extrema derecha“, ante la que ha reivindicado la necesidad de “no diluir la violencia machista en amplios conceptos de violencia intrafamiliar”. En su opinión, “no se trata de decir qué violencia es más grave que otra”, pero cree que existen “condicionantes políticos y sociopolíticos”.
Pepe Álvarez, secretario General de UGT ha expresado “la solidaridad plena de todo el sindicato con el colectivo LGTBI, que está sufriendo unos ataques desproporcionados y salvajes en los últimos meses”, al tiempo que ha señalado la gravedad de la situación. UGT se sumará a la manifestación convocada este sábado en repulsa contra las agresiones sufridas en los últimos años contra las personas de este colectivo.
USO, en un comunicado, ha reafirmado su compromiso con la lucha contra la LGTBIfobia y condena esta sucesión de ataques que atentan contra la libertad de las personas y los derechos humanos. “Resulta desgarrador ver cómo la violencia se banaliza hasta tal punto de darle una paliza a alguien solo por ser como es, por su orientación sexual, sexo, religión, cultura, o por sus ideas”, se puede leer en él.
“Parece que ser que hay sectores que se sienten ofendidos por la igualación de derechos y están empeñados en invisavilizarnos y criminalizarnos, por ser como somos”, opina el integrante de la comunidad católica cristiana de homosexuales de Madrid Crismhom, Óscar Escolano, quien considera que “el aumento de discursos de odio alienta a cada vez más gente a cometer acciones violentas y agredir a las personas”.
Redes de odio
Manifestaciones contra las personas homosexuales ha habido desde siempre, pero, como señala, Escolano, “con el auge de las redes sociales, estos discursos se oyen más, tienen altavoz mayor y aunque sean pocos consiguen más repercusión. Llegan a más gente y puede que arrastren a otras personas”.
Por supuesto, defiende que “ningún ser humano merece que le denigren o agredan por alguna de sus condiciones como personas, menos aún a manos de “personas que creen en el amor cristiano”, puesto que “ningún texto del Evangelio justifica estas actitudes y comportamientos de intolerancia”.
“Jesús habló de amor, de solidaridad, pero nunca sobre sexualidad, ni siquiera sobre la estructura familiar, sino que se limitó a acoger a las personas, a las mujeres, que en su tiempo estaban relegadas, a las viudas, las más marginadas y abandonadas, a la gente de la calle”, explica. “Un Dios que es amor no discrimina a nadie”, concluye.
Redactor jefe de Noticias Obreras