Frente a la cultura del miedo, cultura de la fraternidad
Hace unas semanas, el primer ministro británico y líder del partido laborista, Keir Starmer, mostraba su interés por conocer la estrategia de la presidenta del Consejo de Ministros italiano, la ultraderechista Giorgia Meloni, para combatir la inmigración ilegal.
También Feijóo visitó a Meloni y se deshizo en elogios por sus «avances» migratorios en la reducción de dicha inmigración. Mientras, las organizaciones humanitarias han denunciado que esta política migratoria contraviene el derecho internacional y pone en riesgo la seguridad vital de las personas migrantes.
¿Qué está ocurriendo para que líderes de distinto espectro político estén mostrando interés y elogiando políticas de extrema derecha que retuercen y debilitan la protección de las personas migrantes, especialmente de las más vulnerables? El discurso de la extrema derecha está penetrando en la conciencia y en el corazón de una parte importante de la ciudadanía. Mensajes, ampliados por algunos medios de comunicación y por las redes sociales, que van calando, favorecidos por la situación de descontento, angustia e incertidumbre de amplias capas de la población. Es un hecho evidente que vivimos tiempos de cambios permanentes muy acelerados que generan para muchas personas y familias trabajadoras, especialmente empobrecidas, sufrimiento presente e imprevisibilidad ante el futuro.
El capitalismo contemporáneo presenta una desigualdad creciente y está provocando empobrecimiento, inseguridad vital y sufrimiento. Algunas constataciones son la globalización y sus víctimas, las crisis económicas cíclicas, el cambio climático y sus efectos imparables, la crisis energética, las tensiones del nuevo orden geopolítico y económico internacional que se está gestando y las sucesivas guerras fratricidas que acarrea, un desarrollo tecnológico al servicio de un capitalismo cada vez más deshumanizado y autoritario, los movimientos migratorios como consecuencia de estos cambios, la precariedad laboral gestada por una economía donde el trabajo cada vez está más supeditado a la rentabilidad económica, la inoperancia de las instituciones democráticas para hacer frente a estas situaciones, etc.
Este capitalismo, que también forja el tipo de individuo que ha de habitar ese mundo, es profundamente individualista, rompiendo la sociabilidad humana y destrozando los lazos comunitarios. Las consecuencias son nefastas para la persona, que es un ser social y necesita de la comunidad.
La extrema derecha está sabiendo articular en sus mensajes la conexión del malestar social por el empobrecimiento, la precariedad, la inseguridad vital y la desigualdad con la necesidad de esferas comunitarias, elementos de solidez y sentimiento de grupo que el neoliberalismo ha ido destruyendo. Es a través de ámbitos como la raza, la nación, el idioma común, la creencia religiosa hegemónica… como va canalizando la necesidad antropológica de comunidad y como va, en su discurso, ofertando orden y estabilidad, eliminando la amenaza de disolución. Esto tranquiliza y da seguridad a los individuos, pero lo hace construyendo un nosotros en oposición y exclusión al diferente, al extranjero, a lo externo, a lo diverso… Es más, culpabilizándolo, con bulos y medias verdades, de ese malestar, inseguridad y empobrecimiento, y de esa disolución de las relaciones de su comunidad.
Este discurso conecta y alimenta la percepción de «inseguridad cultural» de muchas personas, que sienten que elementos de cohesión, seguridad y pertenencia al grupo, identificados con determinados aspectos identitarios –la masculinidad, la heterosexualidad, la raza, la nación, la familia, la lengua, la religión…–, son amenazados. Amenaza que, desde la extrema derecha, se identifica con una estrategia cultural impulsada por instituciones internacionales y que encarna la diversidad, la pluralidad y la interculturalidad. Ante esta situación, la cultura del miedo se potencia y nos encierra en nosotros mismos, creando muros, cerrando fronteras y descartando a los diferentes y a los extranjeros, a los que son extraños a nuestro grupo.
Estos mensajes están calando en muchos sectores de la población y se están materializando en el voto a los partidos de extrema derecha y en la asunción de sus programas políticos por los partidos liberales de derechas y, como hemos visto en el caso británico, aunque no es el único, por los socialdemócratas. Es más, muchos católicos están cercanos a estos discursos ideológicos y a sus proyectos políticos, venciendo el miedo a la esperanza y la ideología al Evangelio y a la Doctrina Social de la Iglesia.
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Militante de la HOAC.
Director del Secretariado Diocesano de Pastoral del Trabajo de Córdoba.