Misioneros de esperanza en el mundo del trabajo

El Jubileo como impulso para la transformación social y política
El mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones de 2025 resuena con fuerza en un mundo desgarrado por la incertidumbre, las desigualdades y la precariedad laboral. Su llamado a ser “misioneros de esperanza entre los pueblos” no es solo una exhortación espiritual, sino un grito de urgencia que interpela a la Iglesia y a la sociedad entera. En un contexto donde millones de trabajadores son víctimas de la explotación, la inestabilidad y la exclusión, el Papa nos recuerda que la misión de la Iglesia es también una misión social y política: devolver la dignidad a quienes han sido marginados por sistemas que priorizan el lucro sobre la persona. Este mensaje no puede quedar en palabras; debe traducirse en acciones concretas, en transformaciones estructurales que restituyan el valor del trabajo como pilar fundamental de la vida humana y del bien común.
El Jubileo de los Trabajadores, enmarcado en este contexto de misión y esperanza, nos desafía a repensar profundamente el significado del trabajo. No puede ser solo un medio de subsistencia, sino un espacio de realización personal, de participación en la sociedad y de construcción del presente y el futuro. El papa Francisco nos recuerda que Jesús mismo fue un trabajador, que conoció el esfuerzo y el cansancio, y con su ejemplo nos enseñó el valor de la labor honesta. Así como Cristo compartió la vida de los trabajadores de su tiempo, hoy estamos llamados a caminar junto a quienes enfrentan condiciones de explotación: trabajadores informales sin derechos, migrantes expulsados de sus tierras por la pobreza, jóvenes que no encuentran empleo, mujeres que siguen sufriendo discriminación salarial y laboral. No son cifras ni estadísticas: son rostros, nombres, historias concretas de dolor y de lucha. La pastoral del trabajo debe asumir este desafío con determinación, no solo denunciando las injusticias, sino promoviendo modelos económicos más justos y humanos que permitan a cada persona vivir con dignidad.
El papa Francisco nos invita a vivir una “nueva etapa evangelizadora de la Iglesia, enviada a reavivar la esperanza en un mundo abrumado por densas sombras” (cfr. Fratelli tutti, 9-55) ¿Qué significa esto para los trabajadores que se levantan cada día sin saber si podrán llevar pan a sus mesas? ¿Cómo se traduce esta esperanza en la vida de una madre soltera que trabaja en la informalidad sin protección social? ¿O en la existencia de un joven que encadena contratos sin poder construir un proyecto de vida estable? Esta esperanza no es ingenua ni pasiva; es una fuerza activa que nos llama a transformar las estructuras de injusticia que perpetúan la desigualdad laboral y la explotación de los más vulnerables. En las sociedades tecnológicamente avanzadas, se observa un preocupante declive de la cercanía y la solidaridad. Aunque estamos interconectados, no siempre estamos en relación. La eficiencia y el individualismo nos han hecho perder la capacidad de preocuparnos por el otro. La pastoral del trabajo debe ser una respuesta concreta a esta crisis de lo humano, promoviendo que las comunidades vivan el Evangelio desde la fraternidad, la justicia y la dignidad en el trabajo.
La esperanza cristiana es una llamada a la acción. La pastoral del trabajo debe asumir un papel central en la defensa de los derechos laborales y en la construcción de condiciones de trabajo dignas. Esto significa exigir políticas públicas que garanticen empleo estable y bien remunerado, fortalecer la organización sindical y las cooperativas de trabajo, impulsar espacios de formación para que más personas puedan acceder a empleos de calidad y promover iniciativas que prioricen el bienestar de los trabajadores sobre la maximización de ganancias. La Iglesia, inspirada en la Doctrina Social, debe ser una voz profética que cuestione las estructuras económicas injustas y proponga caminos concretos hacia una sociedad más equitativa. No podemos seguir normalizando la explotación, ni ser indiferentes ante la angustia de quienes no pueden sostener a sus familias. La fe no es solo oración; es compromiso con la justicia y la dignidad de cada trabajador y trabajadora.
El Jubileo nos ofrece una oportunidad única para revalorizar el trabajo en su dimensión ética y espiritual. En la lógica del Evangelio, el trabajo no es solo producción, sino participación en la obra creadora de Dios. La “Economía de Francisco“, inspirada en san Francisco de Asís y promovida por el Papa, nos señala caminos viables: empresas con propósito social, cooperativas solidarias, comercio justo, banca ética. La pastoral del trabajo debe ir más allá y ser acompañamiento de los vulnerables y convertirse en motor de cambio, impulsando redes de economía solidaria y apoyando alternativas productivas que pongan a la persona en el centro y no al capital. Como el Papa nos recuerda: “Soñemos con una economía que promueva la vida y no la descarte, que valore el trabajo y no lo explote”.
El mensaje del Papa para esta jornada misionera es también un llamado a la unidad y a la corresponsabilidad. No se trata solo de una tarea de la Iglesia, sino de un desafío que interpela a gobiernos, empresarios, sindicatos y ciudadanos. En tiempos de automatización y digitalización, cuando el trabajo parece volverse un privilegio más que un derecho, es urgente exigir políticas que garanticen la redistribución de la riqueza, la protección social, la equidad de género y la erradicación del trabajo infantil. También es necesario fomentar una ética empresarial donde el beneficio económico no esté por encima de la dignidad humana. Estas acciones requieren voluntad política, pero también un compromiso concreto desde la sociedad civil y las comunidades cristianas. La pastoral del trabajo puede y debe ser un espacio de articulación entre todos estos actores para impulsar una agenda laboral más justa y solidaria.
Hoy, ante la urgencia de la misión de la esperanza, los discípulos de Cristo están llamados a formarse, para ser “artesanos” de esperanza y restauradores de una humanidad con frecuencia distraída e infeliz. La misión nos llama a actuar desde abajo, con iniciativas concretas que devuelvan la dignidad a los trabajadores. Cada parroquia, cada comunidad cristiana, cada movimiento social inspirado en la fe debe preguntarse: ¿qué estamos haciendo para que la esperanza del Evangelio se traduzca en trabajo digno para todos y todas? Como afirma Francisco: “No nos dejemos robar la esperanza. Construyamos juntos un mundo en el que el trabajo sea una verdadera vocación, un servicio a la comunidad y una fuente de realización para todos”.
La pastoral del trabajo, inspirada en este mensaje del Papa, debe asumir con audacia siete claves fundamentales en este Jubileo, para llegar a cada parroquia, a cada comunidad eclesial, a cada asociación pública de fieles. La primera es la formación y concienciación, educando a las comunidades en la Doctrina Social de la Iglesia para que entiendan que el trabajo es un derecho y no un privilegio. La segunda es la defensa de los derechos laborales, promoviendo espacios de diálogo con gobiernos y empleadores para garantizar condiciones justas. La tercera es el fomento de la economía solidaria, impulsando modelos productivos que antepongan a la persona sobre el capital. La cuarta es el acompañamiento pastoral, estando cerca de los trabajadores en sus luchas cotidianas. La quinta es la denuncia profética, señalando con valentía las injusticias laborales. La sexta es la construcción de redes de apoyo, articulando actores sociales y religiosos. Y la séptima es la promoción activa del Jubileo del Trabajo, convirtiéndolo en un espacio de transformación real. Ser misioneros de esperanza en el mundo del trabajo es una llamada ineludible. Es tiempo de actuar.

Impulsando el Evangelio. Comprometido con la Pastoral Penitenciaria. Activista en la Pastoral del Trabajo de Toledo, defendiendo dignidad y derechos laborales