Dios está aquí mismo, como siempre ha estado

Todavía estamos conmocionados por los efectos de una DANA que ha asolado nuestra tierra y muchos todavía siguen preguntándose por qué Dios permite catástrofes como esta.
Pero es que Dios no permite, ni autoriza ni tiene nada que ver con estos fenómenos naturales, muy al contrario, el mayor culpable de esto suele ser el ser humano, que ha aprendido a vivir dominando y cambiando el medio en el vivimos sin tener en cuenta las consecuencias.
La mayoría de estos cambios siempre son promovidos por un deseo de beneficio a toda costa, y así acabamos construyendo casas al lado de ramblas donde el agua siempre acaba por aparecer o llenamos la atmósfera de gases que calientan el planeta provocando más.
Somos amadas inmensamente por nuestra Madre/Padre. Nos ha regalado una vida en un mundo maravilloso donde hay recursos para todas, aunque mal repartidos, justo lo contrario de cómo debíamos hacer.
Dios nos dio la libertad para hacer aquello que queramos, así de radical es su amor, aunque también nos hizo saber, a través de Jesús, cómo seríamos felices y alcanzaríamos una vida en plenitud, que no es otra cosa que vivir en comunión, tanto con nuestras hermanas y hermanos como en la tierra donde habitamos.
Ser coherentes con nuestra verdadera naturaleza es repartir y compartir los dones que recibimos con otras personas que a su vez compartirán los suyos para alcanzar una perfecta comunión de vida.
Esta devastación que hemos vivido y seguimos viviendo, nos ha servido para darnos cuenta de la capacidad de entrega y amor de muchas personas que se han movilizado para ofrecerse a todas aquellas que ahora están desoladas ante tantas pérdidas, humanas y materiales.
En cada voluntaria podemos encontrar los ojos de Jesús mirando con ternura a los que lloran, sus manos embarradas ayudando a los que más lo necesitan, sus lágrimas llorando con aquellos que desesperan.
Pero también lo podemos ver, en cada boca que denuncia una mala gestión por parte de las Administraciones, porque ante todo Jesús es de clase obrera, como la mayoría de las personas que siguen perdiendo poder adquisitivo, como aquellas que no pueden pagar el alquiler sin dejar de comer, como aquellas que lo han perdido todo y no saben cómo reconstruir sus vidas.
Dios está aquí mismo, como siempre ha estado con aquellas que más sufren, con aquellas que hemos pasado miedo dentro de una furgoneta arrastradas por la corriente de agua embrutecida, o aquellas que han perdido a sus seres queridos.
Y nos grita desde las calles llenas de miedo, de incertidumbre, de cansancio y lágrimas que nos ama con ternura infinita, pero que el cambio que necesitamos está en nuestros corazones, que solo tenemos que empezar a vivir tal y como hemos empezado a hacerlo ahora, juntas y en comunión, no dejando a nadie atrás, preocupándonos las unas de las otras, apoyándonos, y ayudándonos, pero también exigiendo a las Administraciones públicas que cumplan con su cometido, que se hagan responsables de sus actos y que gestionen pensando en el pueblo.
¡Las personas siempre primero! •

Militante de la HOAC de Valencia