Acogida de migrantes en Etxebarri: problemas, fracasos y también éxitos
En la primera conversación que mantuvimos, José Alberto Vicente, el cura de San Antonio de Etxebarri (Bizkaia) me habló de cómo nació la idea de acoger y amparar a jóvenes migrantes, sobre todo, marroquíes y subsaharianos, y de cómo hubo que organizar la casa parroquial cuando llegaron los cinco primeros chicos y pensar un programa no solo de acogida, sino también de inserción social.
Igualmente comentó que, ante la llegada de otros chicos, no quedó más remedio que abrir más pisos de acogida y organizar una estructura desde la Fundación Harribide, para poder afrontar la creciente demanda de amparo.
Convendría, le dije entonces, tener un segundo encuentro para seguir hablando del perfil que presentan los chicos cuando llegan a pedir ayuda y el proceso que se sigue, el porcentaje de fracasos y de éxito en la pretendida inserción social y, por supuesto, de los problemas que padecen y provocan. Y concluimos la anterior conversación con un “hasta luego”. Hoy nos hemos vuelto a encontrar en el mismo sitio, tras el café, algo casi rutinario en esta casa.
José Alberto, ¿cuál es el perfil habitual de los chavales que vienen?
Suelen ser chicos desde los 18 años, que han salido de Marruecos pagando a las mafias, la mayoría de ellos, entre alrededor de 4.000 y 6.000 euros. Antes solían venir gratis, debajo de los camiones, entre las ruedas, pero con los scanners que hay en la frontera, ya es muy difícil pasar de esta manera. Conozco un chico que vio morir aplastado a otro cuando el camión bajó la trasera para empezar a rodar.
Supongo que son unos euros facilitados por sus respectivas familias ¿no?
Sí, sí claro. Para ello, han tenido que vender terrenos o pedir préstamos o lo que sea. Eso es un enorme peso que los chavales llevan en lo más íntimo de sí mismos. Es una carga gordísima, gordísima. “Mis padres”, suelen comentar y se dicen a sí mismos todos los días, “deben dinero por mí”. Es un clavo que se ahonda un poco más cada día que pasa. “Yo estoy aquí para pagar dicho préstamo trabajando, pero no encuentro la manera de poder hacerlo”.
Volviendo al asunto de los perfiles…
Los hay de dos tipos: los que han estado en los centros de menores de acogida de la Diputación y cuentan con alguna ayuda económica. Son los que tienen más suerte. Pero también están los que salen sin ayuda de ningún tipo. Hoy mismo ha venido por segunda vez un chico que dijo que era menor de 18 años. Lo llevaron al centro. Allí ha estado uno o dos meses hasta que han descubierto que era mayor. A partir de ese momento, ¡zas! a la calle. Ha aparecido hoy por aquí. Y luego están los que han venido siendo mayores de 18 años.
¿En qué condiciones salen a la calle de los Centros de Menores de Diputación?
Salen cuando cumplen 18 años. En la actualidad creo que salen con el permiso de residencia, pero no con el de trabajo. Y salen con una ayuda de unos €300 o €370. Bueno, ahora no sé muy bien cuánto es. Creo que han subido. Vamos, que salen un poco más protegidos y además, como han estado antes en un centro de estudios, uno o dos años (por ejemplo, en el Peñascal, Otxarkoaga o en los Institutos) ya saben por dónde moverse, más o menos, y se les suele ayudar desde alguno de los centros de estudio o desde algunas asociaciones (por ejemplo, el proyecto Trapecistak).
¿Y los que vienen con los 18 años cumplidos?
Este chico que acaba de llegar hoy y del que te he hablado, pues está ahí, “tirado”, sin saber hablar castellano, ni nada, durmiendo en la calle, donde puede y diciéndome “necesito una ayuda”. Yo le he respondido “¿qué ayuda te puedo dar?”. Y seguido, le he preguntado “¿Quieres desayunar”. “Sí” me ha respondido, tenía un hambre…. Y se ha tomado un café con leche y con unos bollos. Y de repente –al verle desayunar– me he dicho, creo que este tiene muchísima hambre. Por eso, le he vuelto a preguntar “¿quieres un plato de garbanzos?”. Me ha respondido: “Si”. Eran las 9:00 de la mañana. Y se ha comido un plato de garbanzos después del café con leche. Que pase esto, quiere decir que este chaval –ilegal– en el mejor de los casos, habrá buscado algún sitio por ahí, para pernoctar, pero ni duerme bajo techo ni tiene para comer. Por eso, le he vuelto a decir, si quieres más comida, ven a mediodía, a comer con los demás y, si no quieres, puedes venir el sábado y te damos arroz o lo que sea, como al resto de los chicos.
Por tanto, también están los que vienen de África, sin pasar por un Centro de Menores?
Sí, claro. Gente que viene directamente de África. Pueden llegar con 28 años o con 22. Ahora mismo hay un chico con 26 años. Creo que lleva aquí, en España, mucho tiempo. No ha hecho otra cosa que ir de un sitio para otro. Eso es malísimo. Su intención es trabajar, pero no puede hacerlo legalmente, con papeles. Tiene prisa por poder mandar dinero a casa. Por eso, se fue a Galicia. ¿Qué pasó? Pues que no encontró trabajo. Ha ido a La Rioja, nada, tampoco. Le he tenido que decir: tío, quédate aquí y haz lo que hay que hacer para conseguir los papeles de residencia y trabajo, aunque tengas que esperar tres años. Pero se les agota la paciencia; a éste y a los que están así, como él.
En una ocasión anterior, en la que te lo pregunté, hace un año y medio, me dijiste que habían pasado por los pisos unos 1.400. Supongo que, desde entonces, se habrá incrementado el número.
Sí, pero esos no son todos los que se han atendido desde la Fundación Harribide. Esos son aquellos de los que yo tengo ficha. Por ejemplo, este chaval del que te he hablado hace un rato. Yo no lo tengo apuntado, para nada. Hay mucha gente que viene y que va; imposible llevar la cuenta de todos. No sé cuántos serán o han sido… Lo que sé es que tengo historial de unos 1.600. Y que la Fundación está atendiendo a unos 60 – 80 chicos ahora mismo, en distintos servicios.
Supongo que, además de entrar en los pisos, habrá chavales que -cumplidos los objetivos de profesionalización y reinserción- los vayan dejando…
Sí, claro. En efecto, en cuanto alguno de los chicos cumple los objetivos o tiene medios para poder vivir por su cuenta abandonan los pisos, pero la Fundación les sigue acompañando de otra forma, no tan directa. Siempre hay problemas y consultas (cursos, estudios, transporte, asuntos legales, ayudas, Lanbide, papeles, citas, etc.) en los que hay que acompañarlos. En todo caso, es una gozada verlos salir de los pisos.
Con la ayuda que les dan o con lo que ganan, ¿les llega para vivir?
: Los que trabajan, andan mejor. Los que tienen que tirar con la ayuda, no. Por eso, los sábados y domingos por la mañana suelen venir por aquí, a por comida (alubias, lentejas, macarrones garbanzos, bonito, fruta, etc.). Suelen ser chicos que no tienen ayudas o que tienen una ayuda pequeña y justo les llega para el alquiler de la habitación. Nosotros les damos la comida que gestionamos con el banco de alimentos. A estas personas, sí que las tengo apuntadas. Desde el año 2016 han sido 741, unas 100 al mes, más o menos.
A ver, explica un poco más eso de que es una gozada cuando salen…
Mira, ahora mismo aquí, en la parroquia, hay cinco jóvenes. Menos de los que se pueden tener, porque acaba de salir uno que tiene su vida montada, incluida su habitación. Otro empieza a trabajar el próximo lunes, con papeles, todo legal, ¿eh? Pero con este último tenemos un acuerdo: se va a quedar aquí un tiempo más porque, con el sueldo que le paguen, tiene que abonar, antes que nada, todo el dinero que se le ha adelantado para poder pagar una multa de €900 y otra de €400 por unos rollos que tuvo con no sé qué asuntos.
O sea, que no le queda más remedio que devolverlo…
Exacto. Tiene que devolverlo. Entonces, solemos acordar, para que no tengas gastos, no te vayas a alquilar todavía un piso, estás empadronado aquí. Aquí puedes dormir y comer. Espérate. Devuelve los adelantos que se te han hecho desde la bolsa común que tenemos para ayudar a los demás y luego ya te vas. Otro de los chicos está yendo a Galdames, a hacer un curso. Allí, cuando lo acabe, le facilitarán un trabajo, en la medida en que el chaval tire para adelante y vaya bien. Allí confían en él. Por eso, le proporcionarán un trabajo. Bueno, esta es la situación de tres de los cinco que están ahora aquí, conmigo.
¿Cuántos chavales, de los 1.600, han logrado incorporarse y normalizar su situación, es decir, trabajan, tienen su piso, llevan su vida y se han independizado?
No sabría decírtelo en concreto. Pero creo que un porcentaje alto, la gran mayoría.
A ojo de buen cubero, ¿sobre qué porcentaje, más o menos?
Un porcentaje muy alto. ¡Qué sé yo! ¿Un 80 o 90 por ciento? No lo sé. Pero, seguro, que la gran mayoría. Por lo que veo, hay como 3 tipos de situaciones. Están, en primer lugar, los que tienen la cabeza “para allá”. Con esos es muy difícil una normalización. Luego están, en segundo lugar, los que te visitan. Puedes ver que muchos de ellos han salido adelante. ¡Qué bien¡ Y están, en tercer lugar, aquellos a los que les va bien, porque han salido adelante y ya no necesitan nuestra ayuda, pero que no nos visitan. Esto último es secundario. Lo importante es que van adelante.
Supongo que habrá sorpresas de todo tipo, para bien y para no tan bien o, simplemente, para mal
Pues sí; la verdad, también te llevas sorpresas agradables. Puede haber un chaval que no lo has visto desde hace 3 años o 4 años… Por ejemplo, ayer mismo, vino uno acompañado de otro. ¿Hombre, qué tal? Muy bien, estoy trabajando, vivo en Guipúzcoa, –me dijo el pueblo, pero no me acuerdo– y tal y cual. Es evidente que a ese chaval yo le había perdido la pista hace tiempo. Pero apareció por aquí y en forma, ¡fantástico! Y, mira, no hace mucho apareció otro: ¡Qué bien! Estoy trabajando en Tecuni. ¡Ah, fenómeno¡ Trabajo de noche. ¿De noche? Sí, sí, estoy la mar de bien, porque así luego durante el día puedo hacer otras cosas. Ya estando con nosotros era un chaval muy formal. Con esto quiero decirte que no es posible saber cuántos van saliendo adelante. Pero creo que todos o casi todos van saliendo adelante, con la excepción de los que tienen “la pelota al revés”…
¿Los problemáticos, incluidos los enfermos mentales?
Sí. Son los chavales que tienen muchos problemas, de todo tipo: de adaptación, de integración, de todo. Ahora mismo estoy acompañando a uno, dos, tres… –que recuerde– con problemas de todo tipo. Y luego están quienes tienen problemas con la justicia o con el juego o con el alcohol. En estos momentos, pueden ser, no sé, nueve o diez.
¿Problemas con la justicia?, ¿de qué tipo?
En Bilbao, si te pillan con droga, yendo con otro, aunque sea para uso propio, para fumarte un porro, ¡toma multa¡ No sé si son €400 u €800. Te cuento: un día estaba un chaval con otro y tenía una bolsita de droga, no sé si en la mano para hacerse el porro o en el bolsillo. Vino la policía, le pilló y le acusó de estar vendiendo. Multa al canto.
Supongo que estas personas lo tendrán todavía más difícil para integrarse y normalizar su vida…
Muy difícil. Lo habitual es que la gente que se lía con los porros acabe perdiendo la cabeza.
Difícil para que no roben cuando no tienen dinero…
Sí. Cuando no tienes dinero, agarras lo que sea, sobre todo, teléfonos. Pero también es verdad que, en cuanto tienen algún tipo de ayuda, dejan enseguida de robar. Y tampoco podemos obviar o ignorar lo que el otro día me decía uno que no tiene problemas de cabeza: he robado, pero ha sido comida. Tenía hambre… Así que, ya ves, el asunto de la justicia es un tema del que sería largo de hablar.
Exactamente, ¿por qué?
Por ejemplo, hay un chico que, desde hace más de un año y medio, se ha quedado sin los papeles de residencia y sin trabajo porque la jueza le quitó el pasaporte y no quiso darle una fotocopia compulsada. Conseguimos, después de no sé cuánto tiempo y de hablar y hablar y bla, bla, bla, bla, que le diesen la fotocopia compulsada. Con esa fotocopia compulsada llegamos dos días tarde para que pudiese recoger el permiso de residencia y trabajo. Tenía todos los papeles y el permiso concedido, pero no nos valía para nada, no pudimos presentar el pasaporte que le habían retirado ni la fotocopia compulsada del mismo porque la jueza nos la dio dos días más tarde, después de estar solicitándola dos meses. ¿Esto que quiere decir? Que tenemos que volver a empezar: pide cita en extranjería para poder presentar, de nuevo, los papeles. No hay citas, no hay citas, no hay citas, no hay citas… He estado más de un mes intentando buscar citas y no, no hay citas disponibles para poder presentar los papeles para residencia o para residencia y trabajo. Es desesperante para mí. Imagínate para ellos…
Ya veo que algunos chavales tienen asuntos pendientes con la justicia por motivos muy diferentes
Mira, aquí tengo, encima de la mesa, los juicios que tiene pendientes un chaval del que te ha hablado antes. Este chico -y otros con un perfil parecido- por las prisas en sacar dinero para mandar a sus casas, no suelen venir “limpios”. Por eso, si queremos insertarlos, no nos queda más remedio que ayudarles también en todo lo referido a la legalidad, con paciencia y con calma, es decir a regular su situación y a quitarse de encima las “deudas” que puedan tener con la justicia. ¿Y qué les pasa? Que no se enteran o no quieren enterarse de que la justicia tiene sus ritmos y su lógica, aunque nos resulte extraña y, a veces, incomprensible, como te he contado con lo de la fotocopia compulsada. Mira, otro ejemplo: ha llegado no hace mucho un chico que tenía que hacer 90 jornadas de trabajos a la Comunidad. El sitio en el que los tenía que cumplir por mandato del juez era Logroño. No se enteró porque no estaba por allí, sino aquí. Ahora lo tenemos que arreglar. A ver qué hacemos. Los de aquí han solicitado que les envíen los papeles de los trabajos a la comunidad, pero los de Logroño no los acaban de mandar. Y así llevamos dos meses.
¿Contáis con un equipo de abogados?
Nosotros no contamos con abogados. Antes hubo uno. Todo lo que tiene que ver con asesoría jurídica lo sacamos fuera de la Fundación o lo derivamos a Caritas y, con frecuencia, a amigos abogados que –como Fede Ruiz de Hilla– nos dan un apoyo efectivo.
Supongo que una buena parte de sus delitos serán pequeños robos para comer e ir tirando, ¿no?
Sí, claro; pero no solo. También, a veces, es el tema del “maltrato” a las mujeres.
En relación con la mujer, es lugar común decir que su cultura es muy singular…
Sí. En general, son muy machistas. Mantienen con ellas una relación muy posesiva: ésta es mi mujer, mi mujer. Por ejemplo, puede que haya un grupo de 4 o 5 que ha alquilado un piso. Si a uno se le ocurre traer a vivir con él a su mujer, despacha a todos los demás. Yo les digo: a ver, ¿por qué despachas a los demás para meter a tu mujer y a tus hijos?, ¿por qué no te conformas con una habitación o con dos habitaciones, la otra para los niños. Por razones de intimidad, me responden. Ah, vale, o sea, que por razones de intimidad mandas a los demás a la calle, a tus paisanos. Este modo de proceder es algo que está muy metido en su mente y en su cultura. Tengo que decirte que a pesar del tiempo que llevo tratando con estos chicos y de las veces que he ido a Marruecos y vivido en sus casas y con sus familias, no acabo de entender bien las relaciones que se mantienen en la familia. Creo que tengo que esforzarme un poco más para poder entenderlos en este asunto…
Ya que estamos en ello, ¿aparecen por aquí chicas migrantes?
Casi nunca. Ha aparecido alguna. Pero, no, chicos y chicas a la vez, no puede ser. No se sentirían cómodos ni ellos, ni ellas, es lo que creo. De hecho, no aparecen por aquí. Ellas se lo montan de otra manera. Alguna chica ha venido por aquí, a por comida. Cuando vienen pidiendo algún otro tipo de ayuda las oriento a las asociaciones de mujeres para que las atiendan. Eso sí, siempre que quieran, un café lo tienen, pero imposible residir en estos pisos llenos de varones.
Me temo, José Alberto, abusando de tu paciencia, que tendremos que vernos para hablar de otros dos asuntos que me interesan: el primero de ellos, referido a cómo está implicada en todo este “fregado” la comunidad cristiana. Y el segundo asunto, referido a ti: como cura que eres, cómo te sientes en este mundo y qué cómo percibes otras apuestas eclesiales que –más litúrgicas y sacralizantes– quieren reactivarse estos últimos años porque entienden que lo que tú –y otras personas como tú estáis haciendo– no pasa de ser una reducción de la Iglesia a una ONG o una entrega acrítica a los cantos de sirena de la secularización, de lo políticamente correcto o del buenismo, pero sin oración, sin identificación pública de que eres un cura por no llevar clerygman, sin adoración del Santísimo y sin anuncio explícito. Y que, además, el futuro de la Iglesia no pasa por iniciativas de este estilo. Si te parece, podemos quedar para otra ocasión.
Sí, por supuesto. Son asuntos sobre los que podemos hablar y sobre los que también me gustaría dar mi opinión. Quedamos cuando te venga bien
Sacerdote diocesano de Bilbao. Catedrático emérito en la Facultad de Teología del Norte de España (sede de Vitoria).
Autor del libro Entre el Tabor y el Calvario. Una espiritualidad «con carne» (Ediciones HOAC, 2021)