Geraldina Céspedes: “Vivimos en un mundo de relaciones desajustadas que se expresan en la explotación de la tierra y de las mujeres”

Geraldina Céspedes: “Vivimos en un mundo de relaciones desajustadas que se expresan en la explotación de la tierra y de las mujeres”
Geraldina Céspedes, nacida en República Dominicana, cuenta con una larga trayectoria en comunidades de su país, Guatemala, México y España. La religiosa misionera dominicas del Rosario interviene en la III edición de la Escuela de Teología Feminista Popular, para hablar de “Teología ecofeminista”

¿Qué hallazgos vitales e intelectuales han influido en tu obra y en tu vida?

Uno de ellos es la experiencia de trabajo entre los más pobres, desde las distintas versiones de las teologías liberadoras y concretamente, el trabajo con las mujeres para desarrollar la teología ecofeminista. El trasfondo de mi pensamiento, de mi obra, es la experiencia propia y de muchas otras mujeres con las que he trabajado, sobre todo de mujeres que, desde una opción creyente y una visión comunitaria, de una búsqueda colectiva, hemos emprendido un éxodo, digamos, hacia una tierra de justicia, de equidad y de paz, hacia un espacio donde sea posible el florecimiento de la vida de todos y todas y especialmente de las mujeres.

En mi trasfondo, algo que agradezco mucho, están los aportes de tantas mujeres que han abierto camino en las distintas áreas, en las distintas disciplinas, especialmente en la teología. He estado desde mis inicios en los estudios teológicos en el núcleo Mujeres y Teología de Guatemala. Soy cofundadora del núcleo Mujeres y Teología de Guatemala y después he estado y sigo estando en muchos otros espacios, compartiendo ahí mi sabiduría, compartiendo mis hallazgos. Vengo también de  la teología de la liberación, actualmente yo soy parte del colectivo de la red teológico pastoral Amerindia que es una red continental en América que trata de mantener vivo y recrear el legado de las teologías liberadoras.

Me siento realmente contenta de vivir en esta hora histórica marcada por el despertar de los movimientos de mujeres y muy contenta de compartir mi vida entre los más pobres y siempre ubicándome desde una perspectiva teológica liberadora.

¿Qué tiene que ver la teología con el ecofeminismo?

La teología ha llegado tarde al ecofeminismo, pero más vale tarde que nunca. Sin embargo, hoy día hay una teología ecofeminista bastante fundamentada, con mucha capacidad de nutrir esta corriente. No hay teología liberadora sin asumir seriamente el compromiso ético-espiritual de responder a dos de los grandes clamores de nuestros tiempos, que son el grito de la tierra y el grito de las mujeres.

Personalmente lo que he hecho es proponer este camino desde la visión teológica para ayudarnos a entender que todo proceso de emancipación, de liberación para nosotras, las mujeres, por lo menos para mí, tiene que pasar por esa tarea de, digamos, y lo digo así, soltar dos pájaros de la misma jaula. La cuestión de la inequidad de género que mantiene la inhumanidad, la exclusión a más de la mitad de la humanidad por el hecho de ser mujeres, y la cuestión de la destrucción de nuestra casa común, esa destrucción que nos ha llevado un paradigma de desarrollo que ha desatado esta crisis ecológica y que pone en peligro la vida de los seres humanos y de las futuras generaciones, de todos los vivientes que habitamos esta casa común.

“Las mujeres y la tierra estamos atrapadas históricamente entre el mercado y el patriarcado”

¿Qué añade esta visión religiosa a los desafíos del mundo actual?

La teología tiene mucho que aportar, tiene que confrontarse, tiene que dialogar con todo este despertar de las mujeres, y desde el punto de vista del ecofeminismo, entender que las mujeres y la tierra estamos atrapadas históricamente entre el mercado y el patriarcado que promueve un modelo de desarrollo en el que todo es convertido en mercancía, en un negocio rentable. Todo se ve como objeto y por eso se explota, se mercantiliza y se profana la tierra y la sexualidad femenina, tal como lo podemos observar, por ejemplo, en las prácticas extractivistas, en la depredación y en la trata de tráfico de personas, solo por mencionar dos de las manifestaciones más horrorosas de esa falta de respeto hacia las mujeres y hacia la tierra.

Desde la teología planteamos que el ecofeminismo es un camino de conversión y de sanación de las relaciones entre las personas, entre hombres y mujeres, y entre las relaciones de los seres humanos con la tierra. Es una propuesta que tiene mucha capacidad de hacer sinergia, porque es una perspectiva en la cual confluyen, se dan la mano, muchos de los movimientos emancipadores liberadores de hoy y especialmente los movimientos ecologistas y los movimientos feministas.

Hay muchas perspectivas, muchos enfoques desde los cuales se puede abordar el ecofeminismo. Yo lo planteo también como una espiritualidad y desde esa perspectiva considero que es un paradigma portador de esperanza, una buena noticia ante la violencia hacia las mujeres, ante el desarrollo, el deterioro ecosocial.

Ese grito de la tierra, ese grito de las mujeres se entreteje y se levanta por todas partes como una crítica, y es una de las cosas que nos ayuda a ver el ecofeminismo, una crítica al orden establecido y también como un clamor por un nuevo paradigma de relación, un nuevo paradigma de convivencia.

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Entonces, el ecofeminismo en cuanto a espiritualidad ayuda a tocar los distintos niveles de la vida desde el ámbito de la vida cotidiana, desde las pequeñas acciones hasta las grandes decisiones sociopolíticas. Es decir, desde la búsqueda de una eco-política incluyente a una democracia radical que se preocupa por garantizar la vida, no solamente de los seres humanos sino del resto de los seres vivos. Este ecofeminismo tiene que ver también con nuestras acciones minúsculas desde lo oculto de nuestra vida cotidiana.

¿Cómo se ve el mundo actual desde la teología ecofeminista?

Podríamos decir que, primero, el ecofeminismo nos ayuda a percibir que vivimos en un mundo de unas relaciones desajustadas que se expresan precisamente en esa explotación y depredación del cuerpo de la tierra y el cuerpo de las mujeres. La crisis socioambiental no está separada de la crisis del patriarcado. Es más, podríamos decir que todos los análisis hoy día no llegarán al “corazón de la crisis”, hasta que no vean la situación de explotación de las mujeres.

El ecofeminismo articula dos de los grandes gritos y signos de nuestros tiempos, el grito de las mujeres y el grito de la tierra, que son dos áreas en las cuales padecemos una mayor injusticia y violencia, y que son dos tipos de relaciones que urge transformar hoy día.

Es una corriente ligada a las mujeres pobres que brota de la experiencia y de la práctica de las mujeres y nos ayuda a captar esa feminización de la pobreza, pero también la feminización de la lucha por mejores condiciones socioambientales de tantas mujeres alrededor del mundo comprometidas en la defensa de los derechos del planeta, la defensa, la busca de mejores condiciones de vida, como muchas mujeres en la práctica son el colectivo más consciente de la necesidad que tenemos de sanar el planeta.

Aunque el ecofeminismo también nos ayuda a ver que no hay que cargar sobre las espaldas de las mujeres toda la defensa de la madre tierra. Entonces, el ecofeminismo nace como una reacción a la apropiación patriarcal de la tierra y de las mujeres. Precisamente nos ayuda a percibir cuáles son los rostros de ese empobrecimiento de la tierra y de las mujeres. Y entender que el acceso a lo que el Papa Francisco llama las 3t, tierra, techo, trabajo, incluye a las mujeres, y además, habría que añadir otra “t”, la de tecnología.

“Hablamos de una ecoespiritualidad que es saludable para la tierra, para los hombres, para las mujeres, para todas las criaturas”

¿Puede haber ecofeminismo sin espiritualidad?

El ecofeminismo se puede entender como una espiritualidad. Por lo general, la mayoría de las personas ecofeminista, desde el punto de vista teológico, lo planteamos casi, como una espiritualidad que nos urge hacer una metanoia ecológica, una conversión ecológica y de género, es decir, convertirnos al cuidado de la casa común y a la justicia en las relaciones de género. Otra cuestión muy importante también desde ese punto de la espiritualidad es que nos ayuda a cambiar nuestra imagen de Dios, o sea la imagen de un Dios lejano, masculino, de respeto y de armonía con toda la creación. Entonces hablamos de una ecoespiritualidad que es saludable para la tierra, para los hombres, para las mujeres, para todas las criaturas.

¿Qué razones hay para la esperanza desde la teología ecofeminista?’

El ecofeminismo es un paradigma portador de esperanza. Hay razones para la esperanza porque nos hace creer que de verdad es posible cambiar desde dentro, nos hace involucrarnos en ese sueño y tarea de sanar la tierra y sanar las relaciones de género y eso desde ahí toca los resortes espirituales más profundo y podríamos decir que el ecofeminismo aboga por una revolución espiritual que va desde lo más profundo de cada persona hasta la transformación de las estructuras sociopolíticas y religiosas, a la transformación de los modelos de desarrollo.

La esperanza está en que el ecofeminismo hace propuestas como muy concretas que tienen que ver con un cambio en nuestro estilo de vida, en nuestro estilo de consumo, en que articula esa lucha por un cambio sistémico y a la vez nos invita a colocar pequeñas señales en el camino, es decir, crear espacios de resistencia al sistema que nos destruye, espacios donde podamos apostar por otro estilo de vida, otro modo de relación, decir, toca como todos esos ámbitos y nos dice que estamos como mujeres también en un punto de no retorno, en un punto de búsqueda de una nueva conciencia de una transformación ético-espiritual.