La Economía Social y Solidaria apuesta por el trabajo digno

La Economía Social y Solidaria apuesta por el trabajo digno
Empresas y entidades de la Economía Social y Solidaria mantienen firme su apuesta por el trabajo digno. No en vano es uno de sus seis principios que orientan su acción, junto con la equidad, cooperación, sostenibilidad reparto de la riqueza y compromiso con el entorno.

La propia Organización Internacional del Trabajo (OIT) reconoce el papel de la Economía Social y Solidaria en el avance de la justicia social a través del trabajo decente, así como en la promoción del desarrollo sostenible.

En su declaración la Declaración del Centenario de la OIT para el Futuro del Trabajo (2019) valoraba su “contribución a la generación de trabajo decente, empleo productivo y mejores niveles de vida para todos” y ante el desafío que supuso la crisis de la COVID-19 volvía a poner a estas entidades en el primer plano para estimular la recuperación centrada en las personas de modo inclusivo, sostenible y resiliente.

Actualmente, estas empresas y entidades generan en España unos 2,2 millones de puestos de trabajo entre directos e indirectos. Cifra que asciende a los 14 millones en Europa. Su actividad supone cerca del 10% de la riqueza creada (PIB) tanto en el ámbito estatal como europeo.

La Carta de Principios de la Economía Solidaria parte de que “más que un empleo o una ocupación, el trabajo es toda actividad humana que hace posible que la vida se sostenga, sea tratada con cuidado y se reproduzca, tanto en el presente como en el futuro”.

En este sentido, valora “los trabajos en plural, productivos y reproductivos, profesionales y voluntarios, remunerados y gratuitos” y apuesta por la generación de empleo decente, principalmente con la implantación de formas de organización del trabajo diferentes a la economía al uso.

Participación

La gestión participativa de las cooperativas y del resto de fórmulas utilizadas en la Economía Social y Solidaria favorece que las personas trabajadoras se involucren activamente en el establecimiento de las políticas de salarios e ingresos o en la organización de los tiempos de trabajo.

Las personas que forman parte de estas organizaciones no solo contribuyen más que en otro tipo de empresas en la toma de decisiones, sino que también pueden cumplir sus aspiraciones en mayor grado y mostrarse más sensibles a otros incentivos no monetarios, como puede ser disponer de una mayor autonomía y mejores relaciones en el trabajo.

Menor brecha de género

De hecho, sus indicadores reflejan una brecha de género menor. Las mujeres alcanzan la mayoría en los puestos de trabajo y en particular en los cargos directivos y de responsabilidad. También despliegan un esfuerzo mayor en la inserción laboral de colectivos en dificultades y maximizan la cantidad de empleo en sus acciones.

Su concepción del trabajo lleva a las entidades y empresas de la Economía Social y Solidaria a promover condiciones dignas, fortalecer la calidad de vida de las personas trabajadoras y sus familias, la cooperación o la lucha contra la precariedad.

Sin embargo, la actividad diaria con sus plazos, exigencias y compromisos también desborda en ocasiones a las organizaciones de la Economía Social y Solidaria, donde, como en tantos otros ámbitos de la sociedad, no es raro escuchar a personas que expresa que no les da la vida, que les falta tiempo.

Unas relaciones laborales verdaderamente inclusivas, diversas y feministas harán de estas entidades lugares habitables dispuestos para cuidar el trabajo y a quienes lo desempeñan.

De ahí, la conciencia de que sigue siendo necesario visibilizar las horas productivas y reproductivas de las organizaciones, reducir la jornada laboral, respetar el derecho a la desconexión propia y ajena, avanzar hacia un reparto justo de la riqueza, integrar los diferentes momentos en el ciclo vital de las personas, apostar por otras formas de coordinar y de liderar las organizaciones. Cuanto más claras estén estas prioridades y se traduzcan en protocolos y prácticas, mayor será su contribución al trabajo decente.

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Remuneración justa

El compromiso con el trabajo digno se expresa fundamentalmente a través del establecimiento de una remuneración junta, de la acogida de la diversidad y la inclusión, del cuidado de la salud y el bienestar y de la atención a los espacios de trabajo.

El salario digno se concibe en estas entidades como aquel que permite a todas las personas, sin importar su género, origen y edad la autonomía económica, lo que incluye el el acceso a una vivienda digna, una alimentación saludable y una capacidad de ahorro en torno al 10% de la remuneración.

De ahí que al ahora de determinar su cuantía se tengan en cuenta diferentes variables como el contexto personal (estilo de vida, situación familiar, situación de recursos materiales), el contexto profesional (experiencia profesional, nivel de responsabilidad en el puesto de trabajo) así como el contexto del territorio (ámbito rural y urbano).

Desde el punto de vista de la Economía Social y Solidaria el aspecto monetario no agota el concepto de remuneración, sino que integra el “salario emocional”, en el que el bienestar las personas también cuenta.

Evidentemente, las entidades y empresas que integran la ESS tienen dificultades para unificar sus criterios en torno al salario digno, principalmente en los momentos en que la empresa afronta dificultades económicas.

Otra de las grandes dificultades deriva de los contratos de servicios con las administraciones públicas que no establecen cláusulas sociales que garanticen unas condiciones laborales dignas en pliegos públicos.

Diversidad e inclusión

La Economía Social y Solidaria se reconoce diversa e inclusiva, por lo que mantiene constante su preocupación por primer el acceso al trabajo digno de los colectivos más vulnerabilizados, lo que implica en muchas ocasiones favorecer contrataciones que supongan la regularización, la formación y la homologación curricular, además de promover redes de apoyo mutuo, la intercooperación con proyectos liderados por personas en situación de desigualdad y el acompañamiento para el impulso de proyectos.

Todavía queda un amplio margen de mejora para acercar la Economía Social y Solidaria y el tercer sector en aras de una mayor sensibilización sobre los problemas sociales y las posibilidades de transformación social y la mejora y conocimiento recíproco.

Bienestar integral

En los últimos tiempos está cobrando importancia el cuidado del bienestar de las personas trabajadoras entendida como la salud corporal, el bienestar emocional y el entorno de trabajo, son fundamentales para unas organizaciones conscientes y saludables. Precisamente unos de los ámbitos a los que las empresas con mayor vocación social tratan de prestar una atención especial.

Una visión integral de la salud en el ámbito laboral no puede desatender la perspectiva de género, un enfoque poco consolidado en la prevención de riesgos laborales que las entidades de la economía social están desarrollando.

Lugares habitables

Pero si hay un aspecto con un potencial enorme de avance del trabajo dingo es el espacio de trabajo. La configuración de los espacios físicos es crucial para el bienestar y la productividad en la economía social y solidaria, por lo que estas empresas y entidades plantean su diseño desde diferentes miradas y con participación de las personas trabajadoras, para identificar quien interviene en él, como se gestiona, la salubridad de los materiales utilizados, su ubicación y las relaciones con otros colectivos o asociaciones.

La planificación del uso de los espacios según los horarios y las zonas comunes favorecen el intercambio social, la colaboración y el trabajo en red, claves de actuación para las unidades de la economía solidaria.