La Iglesia pide más ambición y apoyo a los países en desarrollo ante la cumbre del clima #COP29
La Iglesia defiende el cuidado y la preservación de la creación para las generaciones presentes y futuras, promoviendo un desarrollo integral humano y sostenible, que implica necesariamente el fin de los combustibles fósiles
“No tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre”, clamaba Francisco, en su exhortación Laudate Deum (2023), un llamamiento apremiante a responder globalmente al cambio climático, escrito ocho años después de su encíclica Laudato si’ (2015).
La incorporación definitiva de la ecología integral al pensamiento social cristiano que supuso el documento vaticano asumía el consenso científico que reconoce que el impacto de la acción humana en el clima.
“Numerosos estudios científicos señalan que la mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentración de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano, óxidos de nitrógeno y otros) emitidos sobre todo a causa de la actividad humana”, se lee en Laudato si’.
Años después, la advertencia de Francisco subió el tono: “Lo que estamos verificando ahora es una inusual aceleración del calentamiento, con una velocidad tal que basta una sola generación —no siglos ni milenios— para constatarlo”.
Francisco avisaba en Laudate Deum de que “no tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre”.
De paso, ante la celebración de otra cumbre climática decía que “si confiamos en la capacidad del ser humano de trascender sus pequeños intereses y de pensar en grande, no podemos dejar de soñar que esta COP 28 dé lugar a una marcada aceleración de la transición energética, con compromisos efectivos y susceptibles de un monitoreo permanente”.
Sin embargo, aquella cumbre no supuso, como era de desear, “un punto de inflexión”, señala el director del Departamento de Ecología Integral de la Conferencia Episcopal Española, Eduardo Agosta Scarel. Así que ante renace la esperanza en la conferencia de Bakú, la COP29, de que esta vez los resultados estén a la altura del desafío.
El Protocolo Planetario para la Resiliencia al Cambio Climático, impulsado por la Pontificia Academia de Ciencias y la Pontificia Academia de Ciencias Sociales subraya que la transición de los combustibles fósiles hacia las energías limpias es crucial para la transformación de la sociedad, pues es urgente reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y garantizar una vida sostenible, insiste Agosta.
Más ambición y apoyo a los países en desarrollo
Los actuales planes nacionales de reducción de las emisiones responsables del calentamiento global conducirán a un aumento de la temperatura global de hasta 2,7°C, muy por encima del límite de 1,5°C fijado por el Acuerdo de París, por lo que Agosta, climatólogo de profesión, entiende que “es imperativo que los países desarrollados, como principales emisores históricos, lideren esta transición con objetivos ambiciosos y un apoyo concreto a los países en desarrollo”.
En su opinión, el “nuevo objetivo colectivo cuantificado” que se definirá en la COP29 debería proporcionar recursos a los países en desarrollo sin aumentar la carga de la deuda, e incluso plantea la posibilidad de condonar parte de esta, diferenciando entre la financiación del carbono (basada en los mercados de carbono) y la financiación por la crisis climática (adaptación y mitigación).
Como recuerda, se estima que las reparaciones debidas a los países en desarrollo ascienden a miles de millones de dólares, siendo los cien mil millones de dólares una base simbólica, centrándose en los más afectados por el cambio climático.
El propio Francisco, en la convocatorio del Jubileo de 2025 recordaba que la tradición bíblica plantea que “los bienes de la tierra no están destinados a unos pocos privilegiados, sino a todos”.
Además de apelar a la generosidad de quienes poseen riquezas hacia las personas que pasan necesidades y proponer la creación de un fondo mundial contra el hambre, incluyó una “invitación apremiante” para el Año jubilar a las “naciones más ricas, para que reconozcan la gravedad de tantas decisiones tomadas y determinen condonar las deudas de los países que nunca podrán saldarlas”.
No tanto, por “magnanimidad”, como por “una cuestión de justicia”, ante la “verdadera ‘deuda ecológica’, particularmente entre el Norte y el Sur, relacionada con desequilibrios comerciales con consecuencias en el ámbito ecológico, así como con el uso desproporcionado de los recursos naturales llevado a cabo históricamente por algunos países”.
Justicia social y desarrollo sostenible
La Iglesia defiende que el “Programa de Trabajo para una Transición Justa” de la COP 27 debe ser ampliado en las próximas cumbres para abarcar aspectos como la justicia social y el desarrollo sostenible, que incluyen no solo la reducción de emisiones, sino también la protección de la biodiversidad.
Esta transición debería basarse en la equidad y en responsabilidades comunes, pero diferenciadas, permitiendo que los países menos desarrollados tengan el apoyo y las herramientas necesarias para implementar políticas ambientales y climáticas eficaces.
La necesaria transición hacia las energías renovables y la eficiencia energética debe ser también justa, es decir, debe asegurar que las naciones vulnerables reciban el apoyo necesario para adaptarse a estos cambios, plantea el director de Ecología Integral de la Conferencia Episcopal Española.
Agosta es partidario de la eliminación de los combustibles fósiles, evitando subsidiar con dinero público las dudosas tecnologías de mitigación, como son las de captura y almacenamiento de carbono, y la industria de los combustibles fósiles, y, en cambio, favoreciendo la financiación para la transición energética hacia energía renovables y la eficiencia energética.
El compromiso de la Iglesia con el bien común –entendido como el conjunto de condiciones socioambientales que permiten a cada persona, como individuo y perteneciente a un grupo alcanzar su plena realización–, abarca tanto el respeto y la dignidad del ser humano como la preservación de la naturaleza, por lo que una acción climática global efectiva y justa necesita compromisos firmes de todos los sectores y gobiernos.
“Necesitamos una verdadera voluntad de cambio para asegurar que todos los seres humanos, presentes y futuros, puedan vivir dignamente en un planeta sano”, subraya Agosta.
Francisco, tras el Ángelus del pasado domingo mencionó expresamente la cumbre de la ONU sobre el cambio climático, y expresó su deseo de “contribuya eficazmente a la protección de nuestra casa común”.
Redactor jefe de Noticias Obreras