El ascenso de la ultraderecha en América Latina: el caso peruano
El fenómeno de la ultraderecha en América Latina ha dejado de ser una realidad distante para convertirse en una fuerza política significativa.
Este movimiento, caracterizado por su confrontación, autoritarismo y populismo, se distingue de la derecha tradicional por su enfoque más radical y su capacidad para movilizar a sectores descontentos.
En Perú, la ultraderecha ha encontrado un terreno fértil. El fujimorismo, liderado por Keiko Fujimori, ha sido su principal exponente en los últimos quince años. A pesar de haber perdido tres elecciones presidenciales consecutivas, el movimiento ha mantenido una influencia considerable en el Congreso, utilizando su fuerza para obstruir al Ejecutivo y destituir a tres presidentes. La coalición de ultraderecha en Perú, que incluye a Fuerza Popular (fujimorista), Renovación Popular y Avanza País, ha logrado un control significativo sobre el aparato estatal. Sus objetivos incluyen:
- Dominar el poder ejecutivo, lo cual han logrado parcialmente a través de su influencia sobre la presidenta Dina Boluarte.
- Controlar el poder judicial, habiendo tomado ya el Tribunal Constitucional.
- Modificar la Constitución para aumentar su poder político, alterando 74 artículos.
- Reprimir las manifestaciones sociales, categorizándolas como actos delincuenciales o terroristas.
Este patrón no es exclusivo de Perú. En toda América Latina, la ultraderecha se nutre del desencanto con los gobiernos anteriores, de la crisis económica y de la percepción generalizada de corrupción. A diferencia de Europa, donde la inmigración es un tema central, en América Latina se centra en temas como la seguridad y los valores tradicionales.
El caso peruano ilustra cómo la ultraderecha puede ganar influencia incluso sin ganar la presidencia. Con solo un 6% de aprobación para el Congreso y la presidenta, el descontento popular es evidente. Sin embargo, persiste en su objetivo de alcanzar el control total del Estado, pensando ya en las elecciones de 2026.
Frente a esta realidad, el Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos (MMTC) se encuentra ante un desafío crucial. Nuestro compromiso con la justicia social y la dignidad humana nos exige una respuesta activa y reflexiva. Es imperativo analizar cómo estas tendencias políticas afectan directamente a los trabajadores, especialmente a los más vulnerables.
La lucha contra la precarización laboral y la defensa de los derechos sindicales deben ser prioridades. Debemos fortalecer nuestras redes de solidaridad y colaboración con otros movimientos sociales que comparten nuestros valores.
El ascenso de la ultraderecha no es inevitable.
Con un compromiso renovado y una acción coordinada
podemos contribuir a construir sociedades
más justas y equitativas
El MMTC tiene una larga historia de activismo y compromiso social. Ahora más que nunca debemos alzar nuestra voz colectiva. Esto implica educar sobre los riesgos que representa la ultraderecha para los derechos laborales, participar activamente en el debate público y fomentar el diálogo entre diferentes sectores.
El ascenso de la ultraderecha no es inevitable. Con un compromiso renovado con nuestros valores fundamentales y una acción coordinada podemos contribuir a construir sociedades más justas y equitativas. Como trabajadores cristianos, estamos llamados a ser agentes activos en la transformación de nuestras realidades. Que nuestro compromiso con la justicia y la dignidad humana sea un faro de esperanza y un catalizador para el cambio en estos tiempos.
Presidenta del Movimiento de Trabajadores Cristianos (MTC)
de Colombia