La Acción Católica llama a votar el 9 de junio por el bien común, frente a la desvinculación y el belicismo
La ciudadanía y la propia Unión Europea se juegan mucho en las elecciones al Parlamento Europeo del próximo domingo 9 de junio, según los movimientos de Acción Católica especializada que en este artículo identifican los principales retos y desafíos que afronta la Unión y aquellos criterios y orientaciones emanados del Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia a tener en cuenta a la hora de emitir el voto
El diseño de las propias instituciones europeas –combina la legitimidad de los Gobiernos nacionales en el Consejo de Europa y el Consejo de la Unión Europea con la representación ciudadana que conforman el Parlamento, con amplia capacidad legislativa y del que sale la misma Comisión Europea, con funciones ejecutivas e iniciativa normativa– explica en parte “la apatía”, “desafección” y “desvinculación” que suelen rodear las elecciones al Parlamento Europeo.
Sin embargo, los representantes de las diferentes organizaciones que componen la Acción Católica especializada coinciden en señalar su trascendencia debido a la ola de proyectos políticos marcadamente iliberales y reaccionarios, a la situación bélica y la amenaza del cambio climático.
Unas elecciones decisivas
Después de todo, “lo primero de todo es ser conscientes de la importancia que tiene nuestro voto, y valorar cómo afecta cualquiera de nuestras decisiones a la vida de las personas”, como dice, Rubén Serrano, presidente de la Juventud Estudiante Católica (JEC).
En esta ocasión, concurren en todos los Estados fuerzas más soberanistas que recelan del supuesto poder de las instituciones europeas en pugna con los partidos abiertamente proeuropeístas que han venido definiendo la política en medio de grandes convulsiones socioeconómicas, además de partidos minoritarios con posiciones más matizadas.
Pero la composición que resulte de las elecciones determinará en buena medida decisiones que “sí afectan a la vida concreta de las personas, a pesar de que a menudo resulten imperceptibles”, opina el presidente de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), Francho Gracia, como “la política exterior, de comercio, políticas agrarias, fondos europeos…”.
Para Serrano, lo que se decide en estas elecciones, ni más ni menos, es “el tipo de sociedad y de vida que tendremos en un futuro cercano, qué futuro queremos” y, en concreto, “cómo vamos a afrontar la situación de las personas migrantes, qué tipo de educación queremos, cómo de segura va a ser la sociedad para las personas LGTBI o qué condiciones mínimas deben tener todos los trabajadores, entre otras muchas cuestiones”.
Su compañera en el Movimiento de Jóvenes Rurales Cristianos (MJRC), Celia Carnero, advierte del “riesgo para cualquier sistema de gobierno que supone el auge de la extrema derecha, con posibilidades de entrar con fuerza en el Parlamento, para las libertades y derechos”. Del resultado de los comicios, en su opinión, dependerá también que “los intereses del pueblo estén bien o mal representados” con la dificultad de que “los candidatos no solo deben tener en cuenta los intereses de sus propias naciones, sino tener capacidad de diálogo para defender y argumentar ideas desde el respeto”
La presidenta del Movimiento Rural Cristiano (MRC), María Jesús Blázquez, contempla tres ejes que determinan la trascendencia de las próximas elecciones europeas: “la amenaza de las fuerzas antidemocráticas, fundamentalmente de extrema derecha y menos de extrema izquierda; la representación de las voces de los jóvenes, las mujeres y las personas migradas; y el avance hacia una alianza político, social y cultural más allá de la alianza económica que significa la Unión Europea”.
La presidenta de Profesionales Cristianos (PX), Leticia Panedas, lo resume en que el 9J “nos jugamos mucho” y se decidirá “la Europa que queremos ser”, y, más que nada, la posibilidad de alumbrar “una Europa en la que la injusticia no tenga la última palabra”.
También la presidenta de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), Maru Megina, entiende las votaciones como una encrucijada en la que se define “si avanza o retrocede el proyecto europeo desde la dignidad de las personas, la justicia social y la solidaridad” y recuerda el impacto que han tenido las instituciones europeas en la elaboración de “leyes que nos afectan directamente, como las aprobadas últimamente sobre regulación del trabajo en plataformas digitales, la de igualdad de género en el empleo, sobre el de tiempo de trabajo, trabajadores temporales, o desplazamiento de trabajadores”.
Megina aprecia “graves riesgos para la democracia y los derechos laborales y sociales”, así algunas tendencias preocupantes: “el endurecimiento de la política migratoria, el descuido la naturaleza con el aplazamiento de las necesarias políticas contra el calentamiento global, y el el aumento del gasto militar en detrimento de la inversión en recursos sociales para atender las necesidades de la persona”.
En estas circunstancias, “las personas más vulnerables tienen motivos para pensar que nunca se tienen en cuenta sus necesidades”, lo que explica, en buena parte, su “escaso interés y participación” por estas elecciones. De ahí que la presidente de la HOAC insista en la necesidad de que “todas las personas participen en estas elecciones en apoyo a la promoción del trabajo digno y en contra de la precariedad, lo que supone trabajo seguro, saludable y sostenible en vez de alentar “la carrera armamentística”.
Paz, cuidado de la creación y respeto a los derechos humanos
Gracia, de la JOC, señala que “la Unión Europea se enfrenta a una crisis de cohesión grave”, por lo que lo deseable sería “un cambio en las políticas económicas para avanzar hacia políticas fiscales más fuertes, y generar mecanismos de solidaridad durables”.
Igualmente, refiere la necesidad de hacer “una apuesta por la paz, que por ahora se antoja difícil con la invasión rusa en Ucrania y la opresión israelí en palestina”, que suponga “una opción clara por la diplomacia y los poderes blandos antes que la propuesta militar”. También llama a asumir “el reto de la transición ecológica justa”, como “centro de todas las políticas: agrarias, industriales, transportes, desigualdad…”.
Para la JEC, por boca de su presidente, Serrano, conviene recordar el objetivo principal de la Unión Europea de “ofrecer paz, prosperidad y estabilidad a sus ciudadanos, y superar las divisiones en el continente; además de escuchar a las distintas comunidades, colectivos y grupos sociales, y potenciar esta riqueza multicultural, que es la única forma de hacer frente a los grandes problemas que tenemos como sociedad, ya sean las guerras, el cambio climático, las migraciones forzadas, los problemas de salud mental, o la precariedad laboral…”.
Serrano alerta de que la división y el enfrentamiento social ya están teniendo reflejo en la convivencia: “todos hemos sido testigos de agresiones a distintos colectivos, o hemos escuchado a algún amigo o familiar un discurso racista, xenófobo o de rechazo a las personas del colectivo LGTBI”.
Así que, desde su punto de vista, en la coyuntura actual, “el principal desafío al que se enfrenta la sociedad en general, y por tanto las instituciones europeas, es la falta de diálogo y entendimiento”, agravada por “la polarización y los discursos de odio, que provoca que los debates políticos se centran en ridiculizar o atacar al oponente, antes que buscar soluciones comunes y duraderas ante los grandes problemas que nos afectan como sociedad”.
La juventud rural cristiana, como indica Carnero, coincide también en mostrar su preocupación por las guerras activas y hace un llamamiento a promover “políticas para frenar y erradicarlas”, capaces de frenar “masacres y vulneraciones de derechos fundamentales” y acabar con la necesidad de las personas de “abandonar su territorio migrando a otro”. También identifica “el cambio climático” como otro reto fundamental.
Para Blázquez, la presidenta de MJRC, hace falta analizar “las distintas formas de producción existentes en los diversos territorios”, pero sobre todo aquello que “dificulta que las personas puedan permanecer en territorios rurales” así como la fijación de “precios justos”. “Lo importante es comenzar el diálogo escuchando a la ciudadanía y teniendo en cuenta la explotación que le estamos realizando a este planeta finito”, indica.
De hecho, Carnero denuncia que muchas medidas contra la despoblación del medio rural parten del “desconocimiento de las necesidades de cada territorio, lo que supone que el dinero que se destina con el fin de remediar esta situación que preocupa a Europa entera, no está sirviendo para los fines pensados”. “Europa debe definir con criterios claros y específicos hacía qué territorios se destinan estas partidas presupuestarias y sobre qué proyectos van a recaer”, apunta.
Desde el otro movimiento presente en el mundo rural, pero de adultos, Blázquez aboga también por “afrontar la crisis climática llevar adelante una política verde ecológica sostenible sin que eso signifique el hundimiento del mundo rural ni su desatención”.
También abordar “la pérdida de confianza en el sistema parlamentario y en los partidos políticos tradicionales lo que da origen a populismo de extrema derecha y de extrema izquierda, a partidos intolerantes y partidos xenófobos racistas que excluyen al otro”, así como “hacer de Europa una voz creíble en la política internacional, más allá de las buenas declaraciones, hasta tener un peso específico en las decisiones internacionales, sobre todo, en el campo de la paz” y “profundizar en los derechos humanos que se están siendo cuestionado en muchos lugares y especialmente ligados a los migrantes”.
Panedas, de PX, reclama “mayor análisis y pensamiento crítico de la realidad de estos territorios, que empezaría por “hablar de Europa cuando se trata de Europa y de nuestra región o localidad cuando las elecciones son esas”. También ve conveniente “creer en los procesos”. “Para establecer los principales desafíos de nuestra Europa resulta fundamental tener claro también que los seres humanos somos interdependientes, de otros seres como nosotros – ya sean cercanos o lejanos- así como del entorno y otros seres vivos”.
De ahí que defienda “leyes, experiencias de producción y consumo, medidas económicas… que permitan caminar hacia la justicia climática”, así como “defender los derechos humanos – de hombres y mujeres- dentro y fuera de nuestras frontera” y “ser referentes de una tierra que acoge, que valora la diversidad de lenguas, religiones y culturas y que defiende la paz desde la justicia”, sin olvidar la urgencia de “orientar el desarrollo humano (la inteligencia artificial, la investigación, la creación cultural, el trabajo, etc,) hacia lo más plenamente humano, hacia el cuidado”.
Dignidad humana, solidaridad y cuidados
La mirada cristiana implica también discernir adecuadamente las opciones y compromisos políticos. Panedas explica que “la Iglesia es clara en sus planteamientos” y para muestra, dice, “las últimas encíclicas del papa Francisco no generan pie a la duda” “Ya en Evangelii gaudium habla de que la política sigue siendo una noble vocación y una de las más las formas de caridad, en la medida que busca el bien común”, añade.
“La caridad bien entendida –-de carus (querido, amado) y el sufijo dad (cualidad)– nos habla de votar con amor. Nos invita a alejarnos de partidismos sectarios, de la demagogia, del insulto vacío y poner amor en nuestro voto. Quien es persona enamorada de las bienaventuranzas no puede votar sino es desde el amor”.
Después de todo, sigue, “encontrarnos con Jesús y vivir la Resurrección nos abre a creer que la injusticia no ha de tener la última palabra. Apostamos por relacionarnos con nuestra familia y entorno, desarrollar nuestra profesión, comprar, ahorrar, votar… de tal modo que la injusticia no tenga la última palabra”.
Blázquez recuerda que las enseñanzas de la Iglesia siempre han puesto por encima de todo “la búsqueda del bien común, es decir, pensar en la colectividad, pensar en todo, especialmente en los frágiles, no solo en aumentar el crecimiento económico, las tasas de empleo”, lo que al final se traduce en atender a “las personas más frágiles, las personas discapacitadas, los enfermos, las personas mayores, la infancia, la juventud…, para que el desarrollo de la sociedad sea armónico”.
También propone fijarse en “las periferias regionales, territorios que siguen teniendo muchas carencias, muchas debilidades, pero también las periferias sociales y existenciales”, porque “estamos en una sociedad en la que muchas personas no encuentran sentido en la vida”.
Además, insiste en “el cuidado de la casa común”, “la conservación de recursos y el cese del expolio hacia la naturaleza” para lo cual, entiende Blázquez, está unido a la promoción de “una economía solidaria, una economía del bien común” que incorpore “el decrecimiento, la reducción del gasto energético y el consumo de recursos, la redistribución de la riqueza, con una reubicación de los medios de producción y la reutilización de bienes…”.
Desde el MJRC, Carnero pide tener en cuenta “la justicia social en todo momento, sabiendo que lo que nos afecta a unos en un territorio concreto no es un hecho aislado, sino que se repetirá en muchas otras partes de los diferentes países miembros de la UE, por ejemplo, y por ello, no debemos buscar nuestro único beneficio, paliando necesidades concretas, sino perseguir el bien común con políticas que lleguen a todos”.
Serrano, de JEC, destaca que “tenemos la oportunidad de incidir directamente en estas realidades a través de nuestro voto”, por lo que invita a que “antes de votar a un partido u otro, nos preguntemos cómo afectan sus ideas al resto de la sociedad, y cómo su programa promueve, o no, el bien común”.
“Es importante que analicemos con cuidado las propuestas que hace cada candidato, y cuestionarnos si contribuyen a erradicar la pobreza y la desigualdad, a proteger y cuidar el medio ambiente, a mejorar la educación y las condiciones laborales de las personas, a garantizar la seguridad y la igualdad de oportunidades de las mujeres, las personas LGTBI y las personas migrantes, a asegurar unos servicios sociosanitarios de calidad y gratuitos para toda la población, a generar una cultura de cuidados…”, afirma.
Desde su punto de vista, “debemos valorar si contribuyen a que todas las personas se desarrollen de manera íntegra y tengan sus necesidades y derechos cubiertos, o si por el contrario buscan excluir a parte de la sociedad y garantizar los privilegios y la riqueza de unos pocos a costa del empobrecimiento de los demás”.
Gracia, de la JOC, recordando el magisterio de Francisco, en particular, Laudato si’ y Laudato Deum, apunta a la necesidad de iniciar la transición justa y cita la última exhortación pontificia en la que se dice que “el cambio climático es uno de los principales desafíos a los que se enfrentan la sociedad y la comunidad mundial. Los efectos del cambio climático son soportados por las personas más vulnerables, ya sea en casa o en todo el mundo”.
También recuerda que “los deberes de solidaridad entre pueblos siguen siendo inspiradores y vigentes, y debemos de verificarlos y exigirlos a la hora de votar”, rememorando, en esta ocasión a Pablo VI y su encíclica Populorum progressio, bien conocida por algunos políticos de corte democristiano, además de apelar a la “amistad social”, de la que habla Francisco, “como un importante reclamo para el futuro de una Unión Europea en paz, y con políticas honestas y prosociales”, de lo que se desprende que “debemos de rechazar políticos enfangadores y propagadores de mensajes de odio, que ensucian la labor por el bien común”.
Para Megina, de la HOAC, “la Doctrina Social de la Iglesia es clara, los cristianos estamos llamados a construir juntos una Europa social, una Europa del bien común en la que sus instituciones se orienten al servicio de la persona y de sus necesidades, especialmente la de los empobrecido, con políticas que promuevan los derechos humanos y el cuidado del planeta y la obligación de los Estados de establecer las condiciones necesarias que ayudan a la promoción integral de todas las personas, velar y hacer posible que así sea”.
Redactor jefe de Noticias Obreras
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