Omella recuerda el papel de los obispos como portadores de esperanza “en un mundo herido que sufre ante la violencia, la polarización y la desigualdad”

Omella recuerda el papel de los obispos como portadores de esperanza “en un mundo herido que sufre ante la violencia, la polarización y la desigualdad”
FOTO | CEE
El cardenal Juan José Omella realiza un discurso de despedida, antes de pasar el revelo a su sucesor, de la presidencia de la Conferencia Episcopal en el que ha recordado el papel de los obispos como portadores de esperanza y elegidos para servir, “en el mayor bien del pueblo de Dios”. 

Omella ha cambiado su dinámica habitual de sus intervenciones en la apertura en las asambleas plenarias orientados a “compartir una mirada reflexiva de la realidad, animando a trabajar juntos para construir, entre todos, una sociedad más libre, más justa, más en paz”, para terminar su mandato y “pasar el relevo a mi sucesor”, dirigiendo la mirada “preferentemente a nuestra vida de pastores de la Iglesia“.

Así, durante su intervención ha abordado el tiempo de Cuaresma; el 2024 como año de la Oración; un capítulo dedicado a la “importante labor de colegialidad episcopal: la elección de los hermanos que deberán realizar los servicios de presidencia y vicepresidencia de la CEE, así como la elección de los responsables y miembros de las diversas comisiones y subcomisiones episcopales”; y, finalmente, ha dado las gracias por este tiempo “ejerciendo la responsabilidad en el servicio a la comunión de la Iglesia que peregrina en España”.

Portadores de esperanza, frente a la violencia, la polarización y la desigualdad

En la primer parte, Omella ha citado el mensaje del papa Francisco para este tiempo de Cuaresma en “el que el desierto vuelve a ser el lugar del primer amor (…) y donde descubrimos privilegiadamente al Dios que educa a su pueblo para que abandone sus esclavitudes y experimente el paso de la muerte a la vida” para recordar que “persiste en el mundo el clamor de tantos hermanos oprimidos”.

El cardenal ha pedido a la asamblea plenaria “reflexionar y preguntarnos si ese grito nos llega, si realmente nos conmueve”, para salir “al encuentro de la humanidad herida”, para que la Palabra “pueda alcanzar, tocar y sanar a las personas”.

“Los obispos hemos sido particularmente llamados por Cristo a ser portadores de esa esperanza y esa sanación en un mundo “herido”, que sufre ante la violencia, la polarización y la desigualdad. Consciente de esta esperanza que ansía el mundo, el papa Francisco ha convocado el Jubileo del 2025 bajo el lema “Peregrinos de esperanza”, ha dicho.

“Hermanos, yo, como vosotros, soy muy consciente de que, para poder transmitir esta esperanza, es necesario que nosotros la vivamos, la custodiemos y no dejemos que nada ni nadie nos la robe –en clara alusión a Evangelii gaudium (86), en la que ha sido su tercera referencia al papa Francisco nada más empezar la plenaria–. Y todos sabemos que solo con la luz y el consuelo que provienen del Evangelio, el obispo consigue mantener viva la propia esperanza y alimentarla en quienes han sido confiados a su cuidado como pastor. Se trata de una esperanza que solo puede fundarse en la Palabra, los sacramentos y la vida de continua oración y relación con la Santísima Trinidad”, ha subrayado.

La oración, “alimento para la vida cristiana de fe, esperanza y caridad”

En la segunda parte, Omella ha indicado que “una de las mejores maneras de alimentar la esperanza de nuestros hermanos es enseñarles a orar. En este sentido, ha recordado la convocatoria para este 2024 del “Año de la Oración” como preparación al Jubileo del 2025 y la importancia de seguir el ejemplo de Jesús en la práctica de la oración. Para ayudar a cultivar la vida de oración, el cardenal ha anunciado que la CEE está colaborando con el Dicasterio para la Evangelización en la edición y la difusión de la colección de ocho volúmenes. También ha sugerido “la meditación de las 38 catequesis impartidas por el papa Francisco desde el 6 de mayo de 2020 al 16 de junio de 2021”.

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“Anunciar a Jesucristo y su Evangelio es una misión que nos incumbe a todos: fieles, hermanos y hermanas de la vida consagrada, así como a los ministros ordenados. Todos somos corresponsables. Pero a los obispos nos corresponde singularmente una misión de impulso y coordinación en estrecha colaboración con los presbíteros y diáconos. Transformar este valle de lágrimas en un jardín de Dios es una tarea preciosa; una misión que solo podremos llevar a cabo si caminamos unidos a Dios y en comunión los unos con los otros”, ha dicho.

Elegidos para servir, “en el mayor bien del pueblo de Dios”

El también arzobispo de Barcelona ha continuado su discurso destacando la relevancia de la labor colegiada que “deberán realizar los servicios de presidencia y vicepresidencia de la CEE, así como la elección de los responsables y miembros de las diversas comisiones y subcomisiones episcopales”.

En este sentido, Omella ha compartido reflexiones inspiradas en las enseñanzas de san Juan Pablo II, que “responde a un discernimiento de gran responsabilidad colegial que hemos de ejercer con la mirada exclusivamente puesta en el mayor bien del pueblo de Dios, y en la recepción de los indudables carismas personales con lo que el Señor ha enriquecido a nuestro Colegio Episcopal para la mayor utilidad de todos, con un absoluto desprendimiento de nuestros propios intereses y estrategias” y promoviendo una espiritualidad de comunión, fomentando relaciones fraternales tanto dentro de la Conferencia Episcopal como con la Santa Sede.

Finalmente, el presidente de la CEE ha expresando su gratitud por el apoyo recibido durante esto cuatro años. Citando a san Pablo, ha destacado el deseo de seguir conociendo Cristo y a propuesto seguir caminando juntos, sinodalmente, “sin prisa, siempre unidos, cohesionados mirando hacia adelante”. “El Señor nos ha confiado a todo el pueblo de Dios y no solo a unos pocos, o solo a los creyentes”, viviendo “estrechamente la comunión; y que nos permitan seguir anunciando la Buena Nueva con esperanza, humildad, valentía y alegría”, ha concluido.