Jobanna Lucena, víctima de siniestralidad laboral: “Quiero limpiar el nombre de mi marido”
A Jobanna Lucena Fernández, vecina de Osuna (Sevilla), la vida de dio un vuelco cuando recibió la notica de la muerte de su marido en la fábrica donde trabajaba. Desde entonces lucha por restituir el buen nombre de su marido.
Juan Manuel Pino Palacios, así se llamaba su marido, tenía 43 años, cuando el 15 de junio de 2021, volcó la carretilla elevadora que conducía mientras trabajaba en la sociedad agrícola de importación y exportación de ajos y cebollas Proaco, en el núcleo rural de Huertas Bajas, en la localidad cordobesa de Cabra. Los 2.500 kilos de peso de la máquina le aplastaron el tórax, provocándole la muerte.
Aunque a las 16:30 horas de aquel fatídico día, la noticia del accidente de trabajo ya corría por internet, no recibió la llamada que le cambiaría para siempre su vida hasta un tiempo después. “No se presentó en casa ningún agente de las Fuerzas de Seguridad, ni recibí ninguna llamada de parte de la empresa. Fue mi cuñada la que me avisó”, rememora Jobanna.
“Si no hubiera pasado lo que pasó, habríamos celebrado la boda, habríamos terminado de montar nuestra casa y posiblemente estaría embarazada”, lamenta Jobanna, quien confiesa que desde entonces vive “en el limbo”, “sin apenas salir”, sintiéndose “culpable” en las raras ocasiones en que queda para tomar algo.
Jobanna ha intentado por sus medios averiguar lo que pasó, comprender qué es lo que salió mal, pero, sobre todo, hacer entender que su marido era un buen trabajador, un hombre cabal que tan solo quería construir su propia familia y se encontró con el infortunio de quedar atrapado en las fauces de un sistema que “solo busca el beneficio a costa de lo que sea”.
Sin embargo, siente que tras la dramática pérdida vive “arrojada en el mundo”, en medio de trámites administrativos y judiciales para los que “no tiene la cabeza preparada”. “Soy como una pieza de puzle que no encaja en ninguna parte”, asegura.
Cada vez que reconstruye los hechos, vuelve a sentir punzadas en el corazón que le parten el alma. Su relato se detiene en cada detalle de las horas previas al siniestro laboral, pero también en las posteriores.
“A las 5:32 le dije: gordo, levántate que ya ha sonado el despertador”, relata. “Después de hablar con mi cuñada, llamé yo misma a la empresa, no me respondían a mis preguntas, solo recibía silencio…”, sigue.
“Su macuto con el almuerzo, la comida y el agua estaba intacto. A pleno verano, en la campiña cordobesa, ni había comido ni había bebido”, acierta a pronunciar.
Luego recupera la imagen del “montoncito de arena” que cubría una mancha en el mismo lugar donde volcó el “torito” y que vio cuando se presentó en las instalaciones de la empresa.
Su particular “pesadilla” parece no terminar nunca. El proceso judicial debe determinar las responsabilidades ante lo ocurrido y establecer la secuencia de los acontecimientos y las causas que lo que provocaron a través de “hechos probados”. No hay fecha prevista para el juicio y el abogado de la empresa está intentando que vaya al juzgado de lo social en vez de al penal.
Pero, por más que se esfuerza, el tiempo pasa desesperadamente lento. “Me dieron cita con el psicólogo para siete meses después”, se queja. “La mutua de la empresa tarda tres meses en enviar los documentos que le pides” añade.
Uno de sus pocos consuelos en este tiempo ha sido ponerse en contacto con la Asociación de Víctimas de Accidentes y Enfermedades Laborales (AVAELA). “Me han dado su apoyo y gracias a ellos he podido acudir a una reunión de jueces y fiscales para transmitir el sufrimiento que pasamos los familiares de las víctimas”, reconoce, “espero haberles removido por dentro aunque sea un poco y que mi nombre y el de mi marido se les quedara por lo menos unos días”.
Pero, sobre todo, agradece el calor humano que le prestan quienes han pasado por algo parecido a lo que le ha tocado vivir. “Hablar con personas en situación parecida, que te comprenden, ya es mucho, porque nadie sabe lo que es esto hasta que lo vive en primera persona”.
“Todo el mundo dice que tengo que superarlo, que tengo que seguir con mi vida. Es fácil decirlo, pero cuesta mucho…”, confiesa Jobanna. Antes, quiere saber la verdad, que se haga justicia y “limpiar” el nombre de su marido.
Redactor jefe de Noticias Obreras