Organizarnos hoy para reconstruir el futuro

Organizarnos hoy para reconstruir el futuro
Caminaba por una avenida de Roma, rodeada por una multitud de personas y diálogos de presentación cortos, reconocí el wolof, el italiano, el francés. Al llegar a una esquina, pasamos por una puerta roja de un garaje, lleno de pegatinas y grafitis, para entrar al patio de un edificio enorme, gris, lleno de ventanas que contrastaban con las pinturas de colores. Al fondo, desde las ventanas, colgaba una pancarta que decía Dritto alla Casa (“Derecho a una vivienda”).

Recuerdo haber sentido un alivio al saber que estaba en el lugar correcto, desplazando algunas de las inseguridades que, desde la ignorancia y un historial muy laico, tenía sobre lo que significaba o era un encuentro entre movimientos laicos y religiosos.

Con la Plataforma de Afectadas por la Hipoteca (PAH), participar en el V Encuentro Mundial de Movimientos Populares, celebrado en Spin Time, Roma, fue una afirmación política. Era comprender la urgencia de organizarse y formar alianzas por una lucha cada vez más global. Somos un movimiento laico, sí, pero creemos que en tiempos de fragmentación y avance del autoritarismo resulta imprescindible unir fuerzas por la justicia social y el derecho a una vida digna. La invitación a este encuentro impulsado por los propios movimientos –tanto religiosos como no– apoyado por el Dicasterio vaticano, fue para nosotras una oportunidad de fortalecer estas alianzas.

La fragmentación actual no es solo una consecuencia del capitalismo, sino también una de sus estrategias más eficaces. Al individualizar los problemas y las vivencias, nos impide reconocer la raíz común de nuestras precariedades. En los debates de la mesa de trabajo de techo, esta idea se hizo evidente. Las compañeras de la UTEP, desde Argentina, señalaron la relevancia de comenzar las discusiones abordando las estructuras de inequidad y exclusión que predominan. No puede hablarse de acceso a la vivienda sin discutir la deuda externa de muchos países del Sur global, esa herencia de las dictaduras y de los gobiernos posteriores que perpetúa las desigualdades económicas. En el mismo sentido, compañeras de Nueva York denunciaban cómo los fondos especulativos de su país –entre ellos Blackstone– expulsan a comunidades enteras.

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