La participación ciudadana en tiempos de polarización, ¿y la cristiana?

La participación ciudadana en tiempos de polarización, ¿y la cristiana?
Ilustración de Nana Pez
El año 2025 ha comenzado con lo que parece ser un nuevo escenario de incertidumbre, polarización política o desinformación. Cuando todavía no se han cerrado los «viejos» conflictos (guerra de Ucrania, invasión de Gaza…) empiezan a surgir nuevos espacios de tensión económica y social.

Todo apunta a que la realidad política se halla en una nueva vía. Una realidad de la que España no escapa. Por todo ello, el compromiso ciudadano con el bien común adquiere una nueva proyección –incluso un posicionamiento político– sobre la que merece detenerse.

Precisamente, el pasado mes de diciembre el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS, estudio 3490) preguntó por diferentes cuestiones vinculadas a la participación política en España. Estos datos son un termómetro social, sociológico y politológico de dónde se encuentra –nos encontramos– la ciudadanía.

Desde hace mucho tiempo llevamos escuchando términos clave como desafección o polarización política para definir la fase en la que nos encontramos y que suponen un proceso de alejamiento o ruptura con la clase política. Así, se reproduce un discurso en el que parece que la gestión de lo común se halla inmerso en un lodazal del que difícilmente puede salirse.

Sin embargo, los datos del estudio del CIS transcienden de esta imagen porque se adentran en lo que cada una de nosotras y cada uno de nosotros realizamos en la plaza pública. Una última cuestión más a este respecto. La Doctrina Social de la Iglesia recoge un claro mensaje en esta materia, pues nos solicita que seamos personas comprometidas y activas en el espacio público, es decir, en la gestión de lo común.

Para comprender mejor el escenario en el que nos hallamos, se ha de proceder a una primera contextualización, empezando por el interés por la política; una pregunta central para ubicar el punto de partida.

Tras escuchar en múltiples ocasiones el desinterés o alejamiento ciudadano, según los datos del CIS el 54,5% afirmó tener un interés elevado (Mucho o Bastante) en este tema; frente al 32,1% en el extremo contrario (Poco o Nada).

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Pero ¿qué ocurre en el caso de esta posición desde una perspectiva religiosa? El grado de interés se reduce en el colectivo católico hasta hallarse por detrás de la media española. El 48% de las personas que se autodenominó católicas practicantes y el 47% en el caso de las no practicantes se situaron en el nivel más alto.

Mientras que se redujo entre los católicos, el interés creció en el resto de categorías de religiosidad hasta el máximo del agnosticismo con el 70%. Aunque porcentualmente la diferencia no sea excesiva, esta supone un matiz considerable por la lectura indirecta que puede estar escondiéndose de lo que supone la política.

Desde otra perspectiva complementaria, e inversa, el 11,4% de las personas entrevistadas se posicionaron en contra de la afirmación «la democracia puede tener problemas, pero siempre es preferible a cualquier otra forma de gobierno». En el mismo sentido que lo que mostraba el punto anterior, el apoyo incondicional a la democracia es inferior entre el catolicismo practicante (el 14,3% rechazó la sentencia anterior) y cultural (12,7%). El considerable grado de atracción que despierta la política contrasta con un creciente posicionamiento de duda hacia la democracia; en una ola muy apreciable a nivel internacional. Los liderazgos fuertes parecen ser la tendencia, incluso entre las personas creyentes.

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