La inteligencia artificial, esa glotona con sed crónica

Ojos que no ven, derroche asegurado. La informática, internet, es una cosa incorpórea que ni consume recursos ni contamina. Vale, sí, consume electricidad, pero no mucha, y hacen falta materiales para fabricar los aparatos, pero su funcionamiento es inocuo, o casi. ¡Bendita ignorancia!
«Los cables, los satélites, los grandes procesadores, los chips o los centros de datos son materiales, pertenecen al mundo físico y por eso tienen un impacto. Por mucho que nos hayamos inventado un lugar tan etéreo como la “nube”», desmiente Laura Rodríguez en el interesantísimo Anuario de Consumo Crítico 2024/25, publicado por Carro de Combate. «Estas instalaciones –sigue– vienen con una dificultad insalvable que cuestiona sus beneficios. Son máquinas encendidas sin descanso que ingieren cantidades pantagruélicas de energía y agua». La Agencia Internacional de la Energía indica que los centros de datos consumieron en 2022 entre un 2 y un 3% de la electricidad en el mundo, y creciendo.
Y así estaban las cosas cuando la inteligencia artificial (IA) vino a terminar de arreglarlo y convirtió los citados centros en máquinas con un apetito voraz. El citado anuario recoge que, según cálculos de Goldman Sachs, una búsqueda en ChatGPT consume hasta diez veces más electricidad que una en Google. Los centros de datos reclaman mayor energía y generan más calor; lo que exige sistemas de refrigeración que necesitan enormes cantidades de agua.
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Periodista.
Autora del libro Maneras de vivir Mucha gente pequeña, haciendo cosas pequeñas, está cambiando el mundo (Ediciones HOAC, 2024)