He estado entre hermanos y hermanas
Este es el título que me sugería la experiencia de participar en el Congreso de Vocaciones este pasado fin de semana. Un congreso que bajo el sugerente lema de “para quien soy (YO)” y con el sub-lema de “Asamblea de llamados para la misión” ha reunido a casi 3.000 personas provenientes de muchas realidades eclesiales de todo el territorio español. Los objetivos eran claros:
- Vivir el encuentro eclesial para sentirnos llamados a la fe y la misión.
- Consolidar un servicio diocesano de vocaciones.
- Impulsar un ejercicio de sinodalidad.
Ha sido un acontecimiento eclesial de suma importancia, muy bien preparado y resultado del trabajo a nivel diocesano y de la coordinación general de muchos meses en que se han reflexionado materiales y compartido experiencias para llegar a esta celebración. La organización ha sido muy valorada porque ha funcionado bastante bien. Además, era palpable el empeño y buen hacer del personal voluntario que se ha volcado en facilitar, informar, agilizar las solicitudes de cada persona en todo momento.
Hemos disfrutado de un encuentro festivo, alegre, de la charla, la conversación profunda o animada con otros y otras, de la reflexión compartida; por supuesto de la oración comunitaria, la celebración y la fiesta. Un evento en que se ha mostrado la enorme riqueza de dones que tenemos en nuestra Iglesia. A los que nos desplazábamos desde nuestras casas no nos ha supuesto especial esfuerzo, pero es de admirar cómo familias enteras con niños pequeños acudían encantados ya a primera hora desde sus distintos alojamientos. Realmente una experiencia de comunión eclesial.
En los contenidos han sido tres las ponencias que han intentado poner marco a los talleres de experiencias en los que hemos podido participar. Es muy difícil desde aquí hablar de esos talleres ya que solo podíamos estar en cuatro de ellos, de un total de 64. Pero creo que poder agrupar tantas realidades y sentir que estamos juntos es un logro de este momento. Y ciertamente en dos días no se puede pedir hacer más.
Pero no sé si por exceso de espíritu crítico me quedo con una sensación de que han quedado cosas importantes en el tintero. En este mundo de profundas heridas, he echado de menos hablar de la realidad social, de la necesidad de construir una Iglesia abierta a la realidad sufriente y del compromiso que como cristianos tenemos con nuestros hermanos y hermanas que peor lo pasan o son descartados por este sistema. He echado en falta la presencia de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) que debe de ser la primera vocación de todo cristiano; poner en el centro de nuestro ser y hacer a los empobrecidos.
Los cristianos llevamos un tesoro en vasijas de barro, es el tesoro de la esperanza que nos tiene que ayudar a construir una sociedad más humana y fraterna. Y el Papa no se cansa de decirlo. De alguna manera esperaba que ese fuera un hilo conductor en este congreso. Que las ponencias hablaran de cómo podemos hacerlo desde nuestras realidades (desde la familia, los consagrados, en el trabajo, el compromiso en la sociedad y en la Iglesia…). Somos Iglesia, en salida, y este año queremos profundizar en nuestra presencia pública, ser denuncia y anuncio… necesitamos un impulso para ir dando pasos, caminar juntos hacia una Iglesia encarnada con los más empobrecidos.
El papa Francisco, en su saludo al Congreso nos recordaba a través del nuncio apostólico: “Eres para Dios, sin duda. Pero Él quiso que seas también para los demás, y puso en ti muchas cualidades, inclinaciones, dones y carismas que no son para ti, sino para otros”.
Y estoy convencida: yo conocí a Jesús y la buena noticia a través de esta Iglesia de la que quiero seguir formando parte. Malagón nos decía que si alguna vez tenía que elegir entre la Iglesia y la HOAC el elegiría sin dudarlo la Iglesia. Creo que esto nos identifica a toda la militancia. Por eso sé que he estado entre hermanos y hermanas.
Presidenta general de la HOAC
