Smerilli: “Hay que luchar por el derecho a cuidar para dignificar el trabajo”
En la primera ponencia de las XXX Jornadas Generales de Pastoral de Trabajo que se celebran en Ávila este fin de semana, la secretaria del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, Alessandra Smerilli, ha planteado la necesidad de que la Pastoral del Trabajo combata “el paradigma tecnocrático” y, sobre todo, los límites de “la meritocracia”.
La clave para acabar con la falta de reconocimiento del trabajo humano está en el concepto de “cuidado”, dado que “el trabajo no debe entenderse únicamente como tener un empleo o “hacer cosas”, sino que todas las formas de trabajo tienen que ver con las relaciones con los demás”, ha plantado la experta vaticana.
“Puesto que el trabajo es una relación, debe incluir el concepto de cuidado, porque ninguna relación puede sobrevivir sin cuidado”, ha subrayado Smerilli.
De hecho, ha planteado que igual que la lucha por la limitación del tiempo de trabajo y el reconocimiento de las vacaciones ha sido fundamental para la conquista de derechos de la población trabajadora, en el siglo XXI la principal reivindicación ha de ser “el derecho a poder cuidar de las personas”.
En su ponencia bajo el título El gran tema es el trabajo, ha explicado las razones por las que la Iglesia se ha preocupado y se preocupa por el trabajo y se ha preguntado por los desafíos que las transformaciones en curso representan para el sentido cristiano del trabajo.
Smerilli ha recordado que “el trabajo es un medio de vida, pero también es mucho más”.
“El trabajo es expresión de nuestra dignidad, pero también es compromiso, esfuerzo, capacidad de colaborar con los demás, porque siempre es “con” o “para” alguien. Y, por tanto, nunca es un acto solitario”.
Impedir que un joven trabaje es un acto violento
De hecho, ha señalado, “impedir que un joven trabaje es un acto violento, es la violencia de impedirle participar en este gran proyecto”, como también lo son “las vidas truncadas por un trabajo inseguro”.
Sin olvidar que a veces está asociado al “dolor”, el trabajo es siempre “una actividad espiritual”, porque antes y detrás de cualquier actividad laboral -desde una conferencia universitaria hasta la limpieza de un cuarto de baño- hay un acto intencional de libertad, que es lo que marca la diferencia entre un trabajo bien hecho y un trabajo mal hecho”.
La preocupación de la Iglesia por el trabajo encuentra su fundamento teológico en que “la encarnación anima la pastoral de la Iglesia”, recordando que “todo lo que es auténticamente humano es también cristiano”, ha remarcado Smerilli.
A lo largo de la historia, ya desde el relato bíblico, pasando por la vida y misión del propio Jesucristo, hasta la doctrina social de la Iglesia, la reflexión cristiana sobre el trabajo e incluso las reivindicaciones y propuestas de mejora de las condiciones de trabajo han sido constantes.
Evidentemente, la práctica pastoral orientada al trabajo también ha ido evolucionando desde la respuesta ante las urgencias de la injusticia y explotación hasta la comprensión integral del trabajo, dentro de una comunidad de personas, estrechamente conectada con las cuestiones medioambientales y sociales, abierta a la vocación personal y la formación constante.
Sobre los retos que plantea la transformación del trabajo, Smerilli ha destacado dos: “el paradigma tecnocrático” y, sobre todo, los límites de “la meritocracia” que están afectando a la dignidad del trabajo, su sostenibilidad y seguridad.
Este afán de ir cada vez más rápido, de producir cada vez más y de querer cada vez más para aumentar el propio bienestar, “nos empuja a un círculo vicioso en el que el tiempo y la vida se sacrifican en aras de una supuesta mejora del bienestar material, cuando en realidad, al final, este impulso insaciable produce malestar e insostenibilidad”.
En su opinión, la gran pregunta que cabe hacerse es “a dónde queremos ir como sociedad y si queremos renunciar al dios dinero” para guiar hacia objetivos más humanos la evolución tecnológica.
El cambio de paradigma
En este punto, la propuesta cristiana debe contribuir al cambio de paradigma hacia una economía que atienda los límites de los recursos naturales y responda a las necesidades fundamentales de todas las personas.
Pero también, considera que ha llegado el momento de combatir “la falsa narrativa del mérito y la meritocracia”, que acaba justificando “un sistema social que recompensa a los individuos ya capaces” y “deja cada vez más atrás a los menos capaces, que generalmente no lo son por demérito, sino por sus condiciones de vida”.
Entendiendo que “el trabajo es necesariamente respeto y cuidado de la creación, teniendo en cuenta a las generaciones futuras y a todos los afectados por este trabajo”, se puede afirmar que “el trabajo como cuidado es la promoción del bien común. El cuidado es un componente integral del trabajo, que le permite ser transformador”, ha concluido.
Redactor jefe de Noticias Obreras