Pepe Rodier, hombre de Dios y del pueblo
Escribo este artículo en acción de gracias por la vida de una persona amante de los pobres y del mundo obrero. Pepe Rodier nació el 6 de julio de 1935 en París pero con motivo de la Segunda Guerra Mundial los alemanes detienen a sus padres y envían su familia a un campo de trabajo en Nuremberg. Al cabo de la guerra vuelven a París a un barrio muy popular, poblado por trabajadores del mercado y con bastante prostitución.
En noviembre del 57 entró en el noviciado de los Hijos de la Caridad y, ordenado sacerdote, combinaba en sus primeros años, el trabajo pastoral con el trabajo manual en el mercado del barrio. En 1964 se instaló en el barrio de Vallecas, hasta el 1975, conviviendo a veces con algún sacerdote obrero.
Pepe fue un hombre de Dios. Sus grandes convicciones espirituales fueron saberse salvado por un amor que es capaz de restaurar un corazón roto. Cuando veía la fragilidad de su familia, marcada por grandes problemas psiquiátricos, Pepe era consciente que, si él había podido superarlas, fue gracias a la fe en un Dios amante de los pobres.
De la mística de Madeleine Delbrêl, asimiló que su manera de evangelizar era “salir a encontrar a la gente del barrio con la certeza de que cada persona, sea en el trabajo o en su vida cotidiana, me puede revelar algo del Evangelio, aunque no sea consciente de ello”. Eso suponía mucha paciencia y salir de nuestra fe “rutinaria”. Pero así conseguiríamos que los pobres nos evangelicen. El Evangelio es un tesoro regalado pero no es nuestro. Somos solo testigos.
Cada día, además de su cita con Dios en la capilla, tenía su cita con el pueblo en el bar o en la calle, donde encontraba a ese gente alejada de la Iglesia, pero del que Pepe era amigo. A él le gustaba hablar del sacramento de la amistad. Y como no, en los últimos años de su vida, le reconfortaba la propuesta del papa Francisco de “Iglesia en salida” o “pastores con olor a oveja”.
Pepe Rodier tuvo contacto con el movimiento misionero de los años 50, con Mons. Joseph Cardjin, y la Juventud Obrera Cristiana (JOC); y con Guillermo Rovirosa y la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) en los barrios periféricos de Barcelona, Bilbao y Madrid.
Del 81 al 94, Pepe Rodier hace un paréntesis de su estancia en Getafe por ser elegido consejero del Superior General de los Hijos de la Caridad, pero vuelve de nuevo a su querida España en 1999, donde los Hijos de la Caridad deciden volver a Getafe, para trabajar en la parroquia de San Rafael.
Aún le esperaba una nueva misión en 2017, cuando los Hijos de la Caridad deciden dejar la parroquia de San Eladio de Leganés, tras 36 años de presencia, y aceptar el destino en la diócesis de Madrid de ir al barrio de San Blas para apoyar a la Unidad Pastoral incipiente formada por cuatro parroquias.
Por último, en 2021 plantea también su ingreso en la residencia sacerdotal de San Bernardo en Madrid, “para no ser una carga para los compañeros”. Ahí terminará sus días a los 89 años, poniendo su vida en manos del Señor el 6 de agosto, fiesta de la Ascensión de Señor.
Yo me imagino su encuentro con el Señor con la frase de Casaldáliga: “Al final del camino me dirán ¿Has vivido?¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré mi corazón lleno de nombres”.
Consiliario diocesano de la HOAC de Madrid