Augustin Ndour, promotor de la ILP por la regularización extraordinaria: «La iniciativa nació del dolor de ver migrantes malviviendo»

Augustin Ndour, promotor de la ILP por la regularización extraordinaria: «La iniciativa nació del dolor de ver migrantes malviviendo»
FOTO | Vía Gustavo Gómez Gozalo
Augustin Marie Ndour llegó a España en el año 2000, desde Lisboa, procedente de Senegal. Ha sido candidato a la presidencia del Gobierno con el partido Por un Mundo más Justo (PM+J) y fue la primera persona que firmó la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) por una regularización extraordinaria de personas migrantes.

¿Cómo fueron sus principios en nuestro país?

Al principio fue muy difícil. Tuve que trabajar vendiendo en la calle. Me ponía a trabajar justo enfrente de la basílica de la Virgen de las Angustias, la patrona de Granada. Entraba por la mañana y al salir empezaba a vender mis cosas. El obispo de entonces era Antonio Cañizares y nos conocimos. El secretario de Migraciones, Manuel Velázquez me propuso que trabajara con él, pero Cañizares planteó que trabajara en Cáritas y siguiera de voluntario en Migraciones. Recuerdo que después de la misa del Primero de Mayo, vino a saludarme y me dijo que le habían informado que ya tenía los papeles. Al día siguiente recibí la carta de la Delegación del Gobierno y empecé a trabajar en Cáritas. Lo cuento en un minuto, pero fue un proceso muy largo en el que me ayudó mucho el cardenal Cañizares, por mucho que tenga otra imagen pública.

¿Qué supone para una persona que deja su lugar de origen vivir en un país que no le reconoce administrativamente?

Tengo la sensación de que, si no has pasado por este trance, no percibes el dolor y el sufrimiento que conlleva, que es bestial. Solo el hecho de no poder salir es muy fuerte. No poder acceder al trabajo que tanto deseamos, por no tener papeles, es muy duro, porque el trabajo dignifica. Al final, estás obligado a trabajar en la economía sumergida. Se calcula que una persona migrante regularizada aporta una media de 3.400 euros al año. Si lo multiplicamos por 500.000 personas, veremos que no es cualquier cosa. Si no se pagan esos impuestos indirectos, alguien se lo queda. Eso no puede ser bueno para el conjunto de la sociedad. Lo normal en un Estado serio es tener a todas las personas que estamos aquí bajo su radar, que todos puedan participar en las cotizaciones, en la creación de riqueza. Por supuesto, que todos tengan derecho a todo eso que es obvio para el común de los mortales.

¿Qué es lo importante para una persona migrante al llegar a un país nuevo?

Comienza con la integración jurídica, porque sin eso no hay integración que valga. En mi caso, después llegó la integración económica, con eso puedes hacer una vida medianamente normal. Luego llega la integración sociopolítica o el activismo. Antes de tener los papeles, colaboraba no solo en mi parroquia, también en el acompañamiento a migrantes. Daba clases de idioma en la secretaría de Migraciones. En ese tiempo conocí el Movimiento Cultural Cristiano que nació de la HOAC.

¿Cómo dio el paso al compromiso político?

En Cáritas tenía un compañero del PM+J, Luis Antonio Rodríguez. No me planteaba participar en política con las cosas sucias que ves. Pero, en un momento pensé que había que hacer algo. Era el momento en que Vox estaba ganando protagonismo. Acabé siendo el primer negro que se atreve a presentarse a candidato a presidente del Gobierno en España. Me llovieron piedras por todos lados. Pero es importante que nuestros hijos, toda esa generación venidera, los migrantes de segunda generación, tengan referentes también en política. Nadie pide nacer aquí y todo el que está tiene que sentirse uno más. Por supuesto, sabía que iba a tener ayuda.

Es usted el primer firmante de la ILP, ¿también el primer promotor?

El primer firmante y se puede decir que uno de los primeros promotores, no el único, aunque ha sido algo de la sociedad civil. Es verdad que hice una llamada al coordinador del partido, Jorge Serrano, para decirle que había que hacer algo en este ámbito. Muchísimos chavales malviven aquí, tienen que sobrevivir en la economía sumergida, haciendo lo que se pueda, si no quieren delinquir. Tienen miedo de acabar en un centro de internamiento y ser devueltos con lo puesto. Expulsar a una persona que igual lo ha vendido todo para venir, que se ha tirado tres años cruzando mares, desiertos, expuesto o habiendo sufrido violaciones, robos, palizas, cárcel, secuestros… significa un sufrimiento enorme. ¿Podemos quedarnos parados, no hacer nada? La iniciativa partió del dolor profundo de ver a los hermanos y hermanas malviviendo.

¿Cómo fue el proceso hasta llegar a entregar muchas más firmas de las necesarias en el Congreso?

Convocamos a la gente que pensábamos que podía conformar la comisión promotora: Alianza por la Solidaridad, la Fundación para una Ciudadanía Global, Fundación por Causa Redes, Regularización Ya, PM+J… Luego se adhirieron 900 organizaciones. La clave ha sido la transversalidad para llegar a gente de izquierdas y de derechas. De alguna manera, ha unido a las dos España alrededor de un fin común. Hemos visto lo que podemos lograr como sociedad civil si nos fijamos en el bien común y nos dejamos de ideologías… La propia gente migrante, que no puede firmar porque no tiene la nacionalidad, se ha movilizado y se ha organizado. Hay que reconocer que sin la aportación económica de la Fundación para la Ciudadanía Global no lo hubiéramos logrado, porque hacía falta una gran infraestructura…

Hemos visto lo que podemos lograr
como sociedad civil si nos fijamos
en el bien común

Hubo momentos tensos. Los demás estaban preocupados por la posibilidad de que utilizáramos todo esto en nuestro favor como partido político. Por eso, no quise participar en la portavocía, esto tenía que salir adelante. Cuando se reúnen personas de distintas ideologías, de credos diversos es más difícil, más lento, pero también más firme y se logran cosas mayores. Cuando está en juego el bien común hay que saber renunciar.

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También había quien nos salía con las tonterías de siempre de «vete a tu país» y cosas así. No quiero restarle importancia, pero en realidad son pocos que hacen mucho ruido y mucho daño. Hay personas que tienen miedo a lo desconocido y no se puede amar lo que no se conoce.

Hasta el último momento, no estaba claro si la ILP iba ser tramitada o no en el Congreso… ¿cuál ha sido el trabajo de mediación de las entidades y personas promotoras?

No había un gran partido político que lo liderara. Todo nuestro trabajo estuvo a punto de irse al traste. Hasta el último momento no sabíamos si iban a votar a favor. El PSOE, en un determinado momento, dijo que no, escudándose en la UE; y el PP decía que no desde el principio. Tuvimos que hacerles reflexionar sobre lo que ha supuesto esta movilización democrática, hemos recogido 700.000 firmas, aunque finalmente hemos entregado seiscientas mil y pico. No podían mandar todo esto al traste, no podían despreciar este avance democrático.

¿Le consta la intervención de la Iglesia para sacar adelante la tramitación en el Congreso?

Hubo llamadas hasta de una hora… La portavoz del PP lo dijo claramente: vamos a decir que sí porque la Iglesia nos lo ha pedido. El mismo presidente de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello, al que conocí cuando era sacerdote y con el que he hablado desde el inicio de la ILP, se ha implicado mucho.

¿En qué momento del trámite parlamentario se encuentra la proposición de ley promovida por iniciativa popular?

Seguimos en diálogo con los políticos para que no se quede en los cajones y para que las enmiendas aglutinen a la mayor parte de migrantes. Va a haber enmiendas seguro. Entre otras cosas porque el texto hablaba de regularizar a quienes llevaran en España desde 2021 y ya ha pasado mucho tiempo. Se ha quedado desfasado, proponemos que incluya a quienes lleven seis meses. El diálogo va por ahí. Supongo que los grupos están hablando de ello. Al final, los que cortan el bacalao son el PP y el PSOE. Los demás partidos, en general, no han tenido inconveniente en aceptar lo que les hemos propuesto.

Cuando se reúnen personas de
distintas ideologías, de credos diversos
es más difícil, más lento, pero también
más firme y se logran cosas mayores

¿Cómo ha sido la relación y la reacción de las organizaciones sindicales en todo este proceso que ha llevado a la tramitación de la ILP?

Ha habido diálogo, pero su respuesta ha sido tibia. Les hemos echado mucho de menos. Ha habido personas y grupos relacionados con los sindicatos que sí han participado, pero como tales no lo han hecho suyo. Considero que tienen que estar del lado del más débil y el trabajador indocumentado es el más débil de todos. Al principio, tal vez, no lo sé, me aventuro, sintieron miedo a que el mercado laboral no pudiera absorber a estos nuevos trabajadores. Pero sin papeles tampoco van a afiliarse a un sindicato. Estamos a tiempo de que rectifiquen y que acompañen todo el proceso de negociación en el que estamos, porque todavía pueden hacer un papel muy importante.

¿Cómo sociedades democráticas y orientadas al bien común cuál sería la respuesta más adecuada a las migraciones?

El tema migratorio hoy en día es crucial, más que nada por la complejidad que conlleva. No me gusta que empecemos la casa por el tejado y tengo la sensación de que, hasta ahora, es lo que estamos haciendo cuando hablamos de integración. Necesitamos diálogo y un diálogo civilizacional, tenemos que cambiar un poco la mirada y luego la estrategia. Cuando estalló la guerra de Ucrania no hubo ningún problema en acoger a todos los refugiados. Pero no pasa lo mismo con los refugiados sirios, por ejemplo. Hay miedo a lo desconocido, a las culturas que no conocemos, pero estamos en un mundo global. Hace falta un diálogo muy profundo para no actuar cegados por el egoísmo personal y colectivo. Se están monetizando las migraciones, aprovechándose de la necesidad de las personas, cuando lo importante es la dignidad de la persona. Se externalizan las migraciones y se militarizan las fronteras, como si todo se pudiera resolver por la fuerza. Así vamos a estrellarnos contra la pared. Mientras no entendamos que la dignidad del ser humano es sagrada, no iremos por buen camino. Hace falta abrir el diálogo entre culturas, afrontar hechos culturales que no entendemos pero que tendremos que aceptar con humildad, integrarlos y mejorarlos.

 

 

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