Ampliar la mirada, incluir todas las voces
La obra «Hijas del tiempo» trata de visibilizar la contribución a la historia y a la transformación de sus sociedades de grupos de mujeres pertenecientes a colectivos discriminados debido a su raza, cultura, clase social, género u opciones sexuales.
Encaja bien con la campaña de la HOAC «Cuidar el trabajo, cuidar la vida», por lo que se representó el dos de mayo dentro de las actividades que la organización convocó con motivo del Primero de Mayo en Sevilla, con la vista puesta en defender «Trabajo digno para una sociedad decente», a lo que me permití añadir: «y que ría la gente».
Después de años dando formación feminista a mujeres en situación de vulnerabilidad para crear conciencia sobre sus derechos y disminuir su exposición a la lacra de la violencia machista, llego a la conclusión de que es necesario seguir formando desde una visión más integral, integradora y holística, es decir, desde una pedagogía de los cuidados que implique a todos y todas por igual.
Trabajo con mujeres nacionales y migrantes en proyectos de formación, empoderamiento personal y desarrollo comunitario, siendo especialista en Antropología Social y Cultural por la Universidad de Sevilla, como licenciada en Geografía e Historia.
Las reacciones del público tras la representación me han reafirmado en la conveniencia de adoptar una mirada más amplia, enraizada en la cultura de los cuidados.
En el diálogo posterior, se hizo patente la urgencia de seguir visibilizando el trabajo de mujeres y hombres con nula presencia en los libros de historia o en la esfera pública, además de luchar por dignificar el trabajo de los cuidados y de aquellos colectivos sobre los que recaen los cuidados en las sociedades occidentales, por tanto, mujeres y mujeres migrantes. Pareció evidente que hace falta extender la compasión al propio planeta, desde una perspectiva espiritual y trascendental, que es nuestra casa común.
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COBERTURA INFORMATIVA | Campaña “Cuidar el trabajo, cuidar la vida”
Personalmente, me gustó el lenguaje inclusivo y, por tanto, no excluyente, en el que se desarrolló todo el diálogo, ya que, aunque a todas y todos los presentes nos unía una fe común, tenemos que hacer extensible, a trabajadores y empresarios, que poner en el centro la vida es cuidar y amar a todos y todas lo que formamos parte de ella y a la tierra que nos acoge.
Cuidar la vida es conocer y valorar los trabajos de aquellos y aquellas que contribuyen a mejorarla. Para ello, debemos seguir insistiendo en la educación transversal que incluya los cuidados de la vida como uno de los ejes del trabajo educativo. Más aún en nuestra sociedad globalmente capitalista y heteropatriarcal en la que, mayoritariamente, priman el mercado y el capital. La «revolución de los cuidados» debe llegar a toda forma de activismo que priorice la vida de las personas y del planeta y se comprometa a cuidarla.
Muchas de las violencias que vivimos son producto de la alianza entre el capitalismo y el patriarcado, que crea desigualdades que van desde el género hasta la economía y la cultura dando lugar al machismo, racismo, explotación, pobreza… En cualquiera de los casos siempre será la mujer la que sufra mayor discriminación.
Las «gafas de color violeta» se proyectaron también hacia lo que está sucediendo en el seno de nuestra Iglesia, con aportaciones que cuestionaron la lógica patriarcal dentro del sistema eclesial, haciendo una revisión a la historia tal y como se viene haciendo desde la teología feminista.
Me parece fundamental la labor de movimientos como la HOAC, con una capacidad de incorporar voces críticas a favor de la dignidad de las personas y la dignificación de su modo de ganarse la vida y de contribuir al bienestar de sus comunidades.
Poner la vida en el centro de las decisiones personales y sociales, y acciones que permitan la sostenibilidad de la vida –los cuidados– por encima del mercado y la acumulación de capital, es apostar por una pedagogía de la igualdad que prioriza la homogeneización de los cuidados. •
Antropóloga e historiadora
