La Navidad, una propuesta de justicia social para nuestro mundo

La Navidad, una propuesta de justicia social para nuestro mundo

Este año la Navidad nos viene con un aniversario bajo el brazo: la celebración del 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que tuvo lugar en París el 10 de diciembre de 1948. Esta declaración, a pesar de sus limitaciones, fue un paso más en el camino hacia el reconocimiento de la dignidad de toda persona.

Los movimientos de trabajadores cristianos de todo el mundo celebramos esa declaración, pero celebramos especialmente que la Navidad es para nosotros una llamada a llevar a cabo el proyecto de Dios sobre el mundo, a soñar juntamente con nuestro Dios un mundo justo para con todos, y especialmente justo para los pobres y desheredados, para los vencidos por el dolor y las injusticias.

En el salmo 84 leemos estas palabras llenas de esperanza: “La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan… la justicia mira desde el cielo… la justicia marchará ante el Señor”. Dios hace una promesa de justicia, pero al mismo tiempo nos invita a tener una actitud activa, allí en donde estamos. Por eso le pedimos que su fuerza nos acompañe para que la justicia que Él nos promete pueda llevarse a cabo: “Que descienda sobre nosotros la gracia del Señor, nuestro Dios. Afianza la obra de nuestras manos; sí, afianza la obra de nuestras manos” (Salmo 90, 17). El Señor anima nuestro esfuerzo en la lucha a favor de la justicia. Un esfuerzo que tenemos que pedir y una respuesta de Dios que tenemos que acoger: “Cuando clamé, me respondiste, hiciste que aumentara mi fuerza” (Salmo 138, 3).

La justicia social que los movimientos de trabajadores cristianos promovemos tiene su fundamento en la apuesta de Dios por nuestro mundo, hecha realidad en el nacimiento de Jesús, el Mesías, el Señor. Enviando a su Hijo, Dios apuesta por la humanidad, Dios apuesta por nosotros. Jesús nace pobre entre los pobres, y hace una opción por los desheredados, siendo los pastores, los primeros en recibir el anuncio feliz del nacimiento del Salvador: “No tengáis miedo, porque vengo a traeros una buena noticia, que será causa de gran alegría para todo el pueblo” (Lucas 2, 10).

La realidad de los trabajadores y de las trabajadoras en nuestro mundo es dura en muchos de nuestros países. Al paro sistémico de muchos compañeros y compañeras se suma muchas veces la precariedad de los empleos. Es por ello que cada año nos empeñamos tozudamente en celebrar el 7 de octubre la Jornada del Trabajo Decente. Decente y digno. Nos anima el reclamo de unos cielos y de una tierra nueva que nos ha sido prometida por el Señor: “Nosotros, sin embargo, confiados en la promesa de Dios, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva que sean morada de rectitud y de justicia” (Segunda Carta de Pedro 3, 13).

Hacemos nuestras las palabras del profeta Isaías que nos invita a ser factores de esperanza y de consuelo para el pueblo trabajador: “Consolad, consolad a mi pueblo… en el desierto, preparadle un camino al Señor… que lo torcido se enderece” (Isaías 40, 1ss). Y acogemos la llamada a la conversión que nos viene nuevamente en la Segunda Carta de Pedro: “mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con Él, inmaculados e irreprochables” (3, 14). Convertidos, en paz con Dios, con un corazón limpio, dignos de toda confianza para nuestros hermanos y hermanas, y colaboradores de Dios para edificar el mundo que Él ha soñado.

Que Dios bendiga el mundo del trabajo, que bendiga a nuestras familias, que bendiga la acción de nuestros movimientos.

¡Feliz y santa Navidad!

Mensaje elaborado por el padre Josep Montejo