El papa Francisco insta a la acción inmediata en su exhortación “Laudate Deum” para enfrentar la crisis climática
El papa Francisco ha escrito una exhortación, Laudate Deum (Alaben a Dios), breve, apremiante y directa, en la que pone sobre la agenda pública mundial los principios ya expresados en la encíclica Laudato si’, pero, sobre todo, llama a actuar ya para cambiar las lógicas de nuestras sociedades y restaurar los equilibrios naturales del planeta
Desde los primeros párrafos, Francisco reitera su preocupación por la situación del planeta, y advierte que, ochos años después de su Laudato si’, no se ha producido una reacción mundial a la altura de la gravedad del momento:
“Con el paso del tiempo advierto que no tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre”.
Su nueva exhortación trata de “precisar y completar” Laudato si’ a partir de “la reflexión y la información” generadas desde entonces, consciente de que la situación se ha vuelto más “imperiosa”.
La crisis climática
En su primer capítulo, dedicado a “La crisis climática global”, no sólo recoge los últimos datos publicados sobre este fenómeno, especialmente los aportados por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, Climate Change 2023), sino que desmonta con contundencia las resistencias, algunas incluso dentro de la Iglesia, a admitir y abordar este desafío.
“Lo que estamos verificando ahora es una inusual aceleración del calentamiento, con una velocidad tal que basta una sola generación —no siglos ni milenios— para constatarlo”.
El Papa denuncia las simplificaciones que intentan responsabilizar de la degradación del planeta “a los pobres porque tienen muchos hijos”, para dejar claro que hay graduación en la contribución al cambio climático:
“La realidad es que un bajo porcentaje más rico del planeta contamina más que el 50% más pobre de toda la población mundial, y que la emisión per cápita de los países más ricos es muchas veces mayor que la de los más pobres. ¿Cómo olvidar que África, que alberga más de la mitad de los más pobres del planeta, es responsable de una mínima parte de las emisiones históricas?”
También demuestra Francisco estar muy al tanto de los debates mundiales sobre la necesaria transición a un mundo sostenible y su impacto en aspectos fundamentales como los puestos de trabajo. Su posición es clara, ante el temor de perder empleos, lo que ya está ocurriendo, pero por no combatir las consecuencias del cambio climático (aumento del nivel del mar, sequías…). De ahí que se muestra abiertamente partidario de lo que las institucionales multilaterales llaman transiciones justas:
“La transición hacia formas renovables de energía, bien gestionada, así como todos los esfuerzos de adaptación a los daños del cambio climático, son capaces de generar innumerables puestos de trabajo en diferentes sectores. Esto requiere que los políticos y empresarios estén ahora mismo ocupándose de ello”.
El paradigma tecnocrático
En el segundo capítulo, “Más paradigma tecnocrático” rescata su crítica al modelo socioeconómico, incorporando además serias advertencias sobre el uso de tecnologías como la inteligencia artificial.
“La inteligencia artificial y las últimas novedades tecnológicas parten de la idea de un ser humano sin límite alguno, cuyas capacidades y posibilidades podrían ser ampliadas hasta el infinito gracias a la tecnología”.
Pero su más honda preocupación parece residir en el desigual control sobre las tecnologías más disruptivas:
“Provoca escalofríos advertir que las capacidades ampliadas por la tecnología ‘dan a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero. Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo […]’”.
Como no, Francisco apuesta por desarrollar más intensamente los aspectos éticos de la economía y el uso de la tecnología, siempre respetando la dignidad humana y una relación armoniosa con la naturaleza, que no es un mero almacén de recursos al antojo de la especie humana.
“Hemos hecho impresionantes y asombrosos progresos tecnológicos, y no advertimos que al mismo tiempo nos convertimos en seres altamente peligrosos, capaces de poner en riesgo la vida de muchos seres y nuestra propia supervivencia”.
La política internacional
El tercer capítulo aborda la política internacional, demostrando también aquí, un exhaustivo conocimiento del sistema internacional, proponiendo mecanismos multilaterales democráticos que puedan coordinar y orientar los grandes esfuerzos hacia un mundo más sostenible.
“Hablemos sobre todo de ‘organizaciones mundiales más eficaces, dotadas de autoridad para asegurar el bien común mundial, la erradicación del hambre y la miseria, y la defensa cierta de los derechos humanos elementales’. La cuestión es que deben estar dotadas de autoridad real de manera que se pueda ‘asegurar’ el cumplimiento de algunos objetivos irrenunciables. De este modo se daría lugar a un multilateralismo que no dependa de las circunstancias políticas cambiantes o de los intereses de unos pocos y que tenga una eficacia estable”.
Las cumbres del clima
En los siguientes capítulos 4 y 5, “Las conferencias sobre el clima” y “¿Qué se espera de la COP28 de Dubai?” resume lo ocurrido en las grandes cumbres sobre el clima, sobre los tratados internacionales, acuerdos y compromisos adquiridos.
El pontífice valora los avances y lógicamente echa en falta una mayor ambición, pero, sobre todo, un mejor sistema para asegurar el cumplimiento de tantas promesas. En este sentido, no duda en especificar sus propuestas para la próxima COP28 de Dubai, advirtiendo de que “si las medidas que tomemos ahora tienen costos, estos serán muchos más pesados mientras más esperemos”.
“Solo cabe esperar formas vinculantes de transición energética que tengan tres características: que sean eficientes, que sean obligatorias y que se puedan monitorear fácilmente. Esto para lograr que se inicie un nuevo proceso destacado por tres aspectos: que sea drástico, que sea intenso y que cuente con el compromiso de todos”.
Motivaciones espirituales
Termina el santo padre apelando a los fieles católicos y los hermanos y hermanas de otras religiones, en el último capítulo “Las motivaciones espirituales”, para que sean capaces de cultivar la espiritualidad de la comunión con Dios, con los demás y con la naturaleza.
“La cosmovisión judeocristiana defiende el valor peculiar y central del ser humano en medio del concierto maravilloso de todos los seres, pero hoy nos vemos obligados a reconocer que sólo es posible sostener un ‘antropocentrismo situado’. Es decir, reconocer que la vida humana es incomprensible e insostenible sin las demás criaturas, porque «todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde»”.
Aunque, por supuesto, llama a las comunidades de creyentes a “acompañar este camino de reconciliación con el mundo que nos alberga, y a embellecerlo con el propio aporte, porque ese empeño propio tiene que ver con la dignidad personal y con los grandes valores”, también reconoce que “las soluciones más efectivas no vendrán sólo de esfuerzos individuales sino ante todo de las grandes decisiones en la política nacional e internacional”.
El Papa invita a desarrollar en profundidad una espiritualidad de la que brota el cuidado de la Creación y una nueva forma de esta en el mundo:
“No hay cambios duraderos sin cambios culturales, sin una maduración en la forma de vida y en las convicciones de las sociedades, y no hay cambios culturales sin cambios en las personas”.
Termina su exhortación reiterando de nuevo una llamada a la conversión por el cuidado “mutuo” de todas las personas y toda la humanidad”.
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Redactor jefe de Noticias Obreras