El sistema europeo de migración legal es defectuoso y provoca las crisis fronterizas

El sistema europeo de migración legal es defectuoso y provoca las crisis fronterizas
FOTO | Anthony Jean. Vía SOS Mediterranee.

Siguen llegando las pateras.

A pesar del poder disuasorio que tienen las leyes de seguridad fronteriza cada vez más estrictas, la criminalización de la solidaridad, las devoluciones en caliente ilegales y violentas y el creciente número de muertes en el mar, la migración “ilegal” a Europa no da señales de que vaya a disminuir. Esto se debe, en parte, a que subestimamos la desesperación que obliga a la gente a salir de sus países en busca de oportunidades y seguridad. También a que damos por sentado el concepto de ilegalidad.

Los discursos conservadores y de extrema derecha exponen el tema de los cruces fronterizos “ilegales” como una cuestión de seguridad –clandestinos, arriesgados y delictivos– cuando, de hecho, la ilegalidad es un fenómeno provocado por un sistema europeo de migración defectuoso que está arraigado en una profunda sospecha sin fundamentos hacia determinados migrantes.

Este año, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ha documentado más de 1.900 muertes de migrantes en el Mediterráneo.

Muchas de estas muertes se han vinculado a retrasos en las operaciones estatales de rescate y, en algunos casos, a la ausencia total de cualquier tipo de misión de rescate.

Por ejemplo, el 14 de junio, en lo que la comisaria europea de Interior describió como “posiblemente la peor tragedia que hemos visto en el Mediterráneo”, una embarcación pesquera con unos 750 migrantes a bordo naufragó frente a las costas de Grecia. Tan solo sobrevivieron un puñado de personas. Según el relato oficial de la Guardia Costera griega, el barco había rechazado cualquier tipo de ayuda, pero una investigación de la BBC impugnó el relato oficial de la catástrofe al descubrir que la embarcación estuvo inactiva durante más de siete horas antes de naufragar.

A causa de tantas muertes de migrantes que se podían haber evitado, Italia ha declarado el estado de emergencia; pero no para analizar las consecuencias letales derivadas de sus políticas de control fronterizo, sino para acelerar las deportaciones, aumentar las sanciones penales contra los traficantes de migrantes e impedir las misiones de rescate lideradas por grupos de la sociedad civil y de derechos humanos que operan en el Mediterráneo.

La primera ministra italiana Georgia Meloni y los miembros de su gabinete –que son aliados de los gobiernos de la extrema derecha, conservadores y autocráticos de toda Europa– se han comprometido a impedir las misiones de rescate lideradas por grupos de la sociedad civil y de derechos humanos que operan en el Mediterráneo. Además, han planteado el tema de la migración proveniente del hemisferio sur como un proceso compuesto principalmente por hombres potencialmente violentos de contextos culturales totalmente incompatibles. También han promovido la “teoría del gran reemplazo“, la cual sostiene que existe una conspiración a nivel mundial para reemplazar a la población blanca y eliminar sus culturas mediante “invasiones” de migrantes. En Hungría, esta teoría conspiratoria ya es ideología de Estado.

Las consecuencias han sido devastadoras. Shahida Raza –una famosa jugadora paquistaní de fútbol y hockey, miembro de la perseguida comunidad hazara y madre de un niño de cuatro años con una discapacidad grave– es solo una de los miles de migrantes que se han ahogado este año intentando llegar a Europa.

En marzo, Raza murió en medio de una tormenta a unos 150 metros de la costa italiana. Según sus amigos y familiares, había salido de Pakistán en busca de oportunidades, seguridad y un mejor tratamiento para su hijo. Su historia, como las de las decenas de seres humanos que murieron con ella, no encaja con la idea de que las personas que cruzan ilegalmente las fronteras son principalmente hombres violentos y delincuentes que se aprovechan de la protección que sí se les brinda a otras personas realmente vulnerables y que se merecen la ayuda. Lo cual nos obliga a preguntarnos: si entre los que se lanzan al mar hay al menos algunas personas realmente vulnerables y desesperadas, ¿por qué no disponen de ninguna ruta alternativa?

El deber de proteger a todos,
no solo a los que se considera “que lo merecen”

Las rutas legales disponibles para los visitantes y migrantes son bastante discriminatorias en lo que se refiere al perfil racial, social y económico de los solicitantes. Innumerables estudios han aportado pruebas de una discriminación racial sistemática en la aplicación de las políticas relacionadas con los visados internacionales.

En los casos de asilo, los requisitos de lo que cuenta como persecución son tan extremos y la sospecha de “falsa solicitud” es tan fuerte, que se da por hecho que los solicitantes de asilo están mintiendo incluso antes de que hayan presentado sus solicitudes.

Como ya han revelado numerosos periodistas y académicos, la ley de asilo tal y como se plantea en Europa requiere un alto nivel de legitimidad y aplica una jerarquía del sufrimiento (diferenciando a los “refugiados” de los “migrantes económicos”, por ejemplo) para juzgar la veracidad de determinadas solicitudes. Por tanto, algunos solicitantes de asilo se ven obligados a mentir por miedo a que sus historias reales no se consideren lo suficientemente fuertes como para obtener la ayuda y protección que necesitan con tanta urgencia.

En consecuencia, esto levanta sospechas sobre las solicitudes, lo que impulsa unas políticas más estrictas que, a su vez, obligan a los migrantes a contar unas historias increíbles porque eso es lo que el sistema les dice que hagan. Como señala James Souter, un profesor británico de legislación sobre refugiados: los migrantes pueden mentir debido al riesgo de que les devuelvan a su país y no porque no existan riesgos. Sin embargo, el régimen fronterizo en Europa –inadecuado para entender la compleja realidad de la persecución y el sufrimiento en diversas partes del mundo– no tiene esto en cuenta. En cambio, tilda las solicitudes aparentemente increíbles de “falsas y sin fundamentación”, del mismo modo que trata lo ilegal como inmoral. Estos términos deben separarse, porque subordinan el deber de proteger a lo que consideran el carácter del solicitante.

Las ideas sesgadas sobre las vulnerabilidades y problemas de los migrantes no son solo evidentes en las formas arbitrarias y crueles con las que diferenciamos a los refugiados de los “migrantes económicos”, sino también en el modo en que decidimos que un grupo de refugiados merece más nuestra ayuda que otro.

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Pensemos en la política de puertas y brazos abiertos para acoger a los refugiados ucranianos y comparémosla con la arraigada cultura de sospecha que impregna las políticas de asilo para los ciudadanos sirios o sudaneses

En Italia, Meloni y Matteo Salvini –viceprimer ministro y presidente del Partido de la Liga de extrema derecha– se han apresurado a presentar a los refugiados ucranianos como más merecedores de ayuda que sus homólogos del hemisferio sur. Según Salvini: “Hemos recibido a 150.000 mujeres y niños de Ucrania. Estos son los verdaderos refugiados que están huyendo de una guerra de verdad, muy diferentes de los que desembarcan a miles en las costas de Calabria, Puglia y Sicilia con sus teléfonos móviles y sus zapatillas de deporte”.

La retórica antiinmigración también constituye un pilar del ámbito político en Reino Unido. Una de las principales prioridades del primer ministro Rishi Sunak consiste en detener a las pateras. Bajo su dirección, el Reino Unido está aumentando las detenciones y deportando rápidamente a los solicitantes de asilo a “países seguros” como Ruanda –una política polémica y criticada por violar de manera descarada las leyes internacionales sobre los refugiados–. Al mismo tiempo, su gobierno ha abierto rutas seguras para los refugiados ucranianos.

El partido conservador de Sunak no considera esto una contradicción ni un doble rasero. En mayo, cuando la BBC preguntó a la ministra británica del Interior Suella Braverman si el gobierno crearía rutas para los solicitantes de asilo sudaneses tras el estallido del conflicto armado en abril –como las que establecieron el año pasado para los ucranianos–, Braverman alegó que la situación era “muy diferente” debido a las “implicaciones a largo plazo” del conflicto. Asimismo, respaldó al ministro de Inmigración Robert Jenrick, quien ha asegurado que la migración sin control puede “aprovecharse” de la compasión del pueblo británico. Según Braverman, “hay gente que está entrando aquí de manera ilegal. Eso ya es de por sí una conducta delictiva”. Pero, ¿por qué a los refugiados ucranianos se les han facilitado rutas “legales”, mientras que a los sudaneses se les ilegaliza?

27.000 ahogados: una cifra espeluznante

Europa advierte a los migrantes que deben respetar sus fronteras y sus leyes, pero infringe su propia legislación cuando se trata de asegurar el control de las fronteras. Las devoluciones en caliente de los migrantes son ilegales y violentas y se han convertido en una práctica institucional común en la Unión Europea, que priva a los migrantes de los derechos consagrados en las leyes europeas. Mientras tanto, el coste humano de dichas políticas ha provocado una cifra espeluznante: casi 27.000 personas se han ahogado en el Mediterráneo desde 2014. Los acuerdos turbios con ‘países de tránsito seguro’ para cortar de raíz el desplazamiento irregular de los migrantes han originado el surgimiento de mercados de esclavos migrantes en Libia. La política ilegal de las devoluciones en caliente ha provocado masacres como la que sucedió en Melilla en junio de 2022, cuando un grupo de solicitantes de asilo africanos intentó cruzar desde Marruecos al enclave español y fueron recibidos con una violencia letal por parte de las fuerzas de seguridad, lo cual provocó entre 23 y 37 víctimas mortales. Nadie ha rendido cuentas por estas muertes.

Occidente sigue culpando de esta situación a los traficantes y los astutos migrantes económicos, pero ya va siendo hora de que reconozca el papel activo que ha desempeñado para configurar este panorama asesino. Los discursos sobre la ilegalidad, seguridad y legitimidad ocultan las deficiencias de la migración “legal” y las razones por las que a tanta gente en una situación desesperada no les queda otra alternativa que optar por las rutas ilegales.

Sabemos que los barcos seguirán llegando. Debido a las guerras, los desastres climáticos y la pobreza mundial, los barcos seguirán llegando.

Muchos seres humanos como Shahida Raza tendrán que jugársela en el mar porque la capacidad de migrar es necesaria para su bienestar y su supervivencia. Frente a esta situación, es importante que dejemos de considerar el desplazamiento irregular o indocumentado como una afrenta a nuestros valores y nuestra seguridad y, en cambio, lo veamos como un proceso que cuestiona nuestras propias creencias sobre las fronteras europeas y los valores que representan. Como profesor de filosofía social en la Universidad Libre de Berlín, Robin Celikates sostiene que la migración irregular se puede analizar “como el producto de un régimen fronterizo mundial ilegítimo y como una forma de protesta política contra el mismo”.

Ya es hora de que empecemos a considerar la crisis fronteriza como lo que realmente es: el fracaso catastrófico de unas políticas de control fronterizo ineficaces que se basan en las actitudes prejuiciosas de Europa con los migrantes procedentes del hemisferio sur. Lo que vemos en la figura del migrante en situación irregular es lo que Celikates llama una forma de “desobediencia política”, un desafío al régimen fronterizo mundial que tiene el potencial de reconstituir la comunidad política y “el significado último de la pertenencia a la misma”.

Hasta la fecha, Europa ha rechazado este desafío con un “no” brutal y rotundo. Apostarlo todo a una idea rudimentaria sobre lo que es la ilegalidad no ha conseguido mucho más que criminalizar a ciertos migrantes y normalizar la violencia en las fronteras. Si acaso, son estos discursos sobre la legalidad y la seguridad los que se pueden haber “aprovechado” de la empatía del público, mostrando a los migrantes desesperados como delincuentes peligrosos. Por regla general, solo llegamos a conocer y apreciar sus historias después de que nuestras fronteras hayan provocado sus trágicas muertes. Tiene que haber una forma mejor de tratar a las personas que llegan hasta aquí pidiendo ayuda.

 

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Este artículo ha sido publicado originalmente en Equal Times. Ha sido traducido del inglés por Iñigo Rodríguez-Villa.