Un trabajo decente tiene que ser un trabajo saludable
Si queremos respetar la dignidad de las personas, debemos cuidar de la salud, entendida en el más amplio de los sentidos. En el ámbito laboral, indiscutiblemente, también debemos tener todo el celo del mundo por cuidar la salud de quienes trabajan.
La vida es el mayor bien que atesoramos
La persona, fundamentalmente es lo que hace con su vida a lo largo del tiempo que le toca discurrir por nuestro mundo. Una vida que, para ser honrada, debe ser vivida (valga la redundancia) con dignidad. Dignidad para labrar un futuro. Dignidad para relacionarnos de igual a igual, en hermandad. Dignidad, en definitiva, para poder vivir de acuerdo con nuestra naturaleza: la de hijas e hijos de Dios, pequeños reflejos de su inmensa capacidad de amar.
Si queremos respetar esa dignidad, una de las cuestiones que con más mimo debe ser cuidada es nuestra salud, entendida en el más amplio de los sentidos.
En nuestra sociedad (al menos en los países más desarrollados como el nuestro), el cuidado por la salud suele estar presente. Lo podemos apreciar en múltiples aspectos de nuestro mundo: normativas alimentarias, medidas de seguridad en calles y carreteras, servicios públicos de salud, recomendaciones saludables, etc.
En el ámbito laboral, indiscutiblemente, también debemos tener todo el celo del mundo por cuidar de la salud de quienes trabajan. No en vano, pasamos aproximadamente un tercio de nuestra vida en nuestros «tajos». En muchas ocasiones realizando movimientos repetitivos y antinaturales, o lidiando con condiciones de todo tipo que son agresivas contra nuestro cuerpo y también, en más ocasiones de las deseadas, contra nuestra psique.
Para este cometido: reclamar la atención sobre el cuidado de la salud de quienes trabajan, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) celebra el Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo cada 28 de abril.
Estos días conmemoramos su vigésimo aniversario, se comenzó su celebración en 2003. Su objetivo es insistir en la prevención de accidentes y enfermedades en el lugar de trabajo. Se trata de una oportunidad importantísima, a nivel mundial, para concienciar a la población sobre este gran problema que afecta a tantas personas.
Igualmente, la Iglesia se ocupa y preocupa de este asunto. Son múltiples las manifestaciones de apoyo, preocupación y también de pura Encarnación, que surgen en varias diócesis españolas, provenientes fundamentalmente de la HOAC. Pero también se han dado históricamente iniciativas en el seno de la Conferencia Episcopal Española. No en vano, ya en el lejano Año Jubilar 2000, nuestros obispos afirmaban que «la situación de la salud laboral urge a los cristianos a comprometerse activamente por un trabajo sin víctimas, en defensa de la vida, colaborando según las posibilidades de cada uno a formar, en nuestra sociedad, la conciencia de la gravedad de la situación y sus causas, y seguir apoyando la promoción del mundo del trabajo en el conocimiento de los derechos y también de las obligaciones de los trabajadores respecto a la salud laboral, para exigir su respeto y comprometerse en observar la normativa laboral»(1). Este mismo año al menos once obispos españoles publicaron documentos sobre el trabajo y la siniestralidad laboral, como aparece en el libro editado por EDICE El magisterio ilumina la Pastoral Obrera.
Contenido exclusivo para personas o entidades suscritas. Para seguir leyendo introduce tus datos o suscríbete aquí. Si no los recuerdas, haz clic aquí
Director del departamento de Pastoral del Trabajo de la Conferencia Episcopal Española.