¿Es cristiano asistir impasible a la expulsión del hermano?

¿Es cristiano asistir impasible a la expulsión del hermano?
Foto | Carlos Barba (EFE)

Vivimos rodeados de informes, de estudios, de profundos documentos y conocemos el mensaje del Evangelio puede que como no se ha conocido a lo largo de la historia, y ¿En qué hemos cambiado? ¿En qué ha mejorado nuestra convivencia en esta civilización forjada desde las raíces cristianas? ¿Nos faltará, quizás, el encuentro con quien da sentido a nuestra pobre existencia y que marca una nueva manera de relacionarse con el entorno y sobre todo con las personas?

El día treinta se ha llevado a cabo el desalojo en el asentamiento de Walili de Nijar (Almería), más elocuentes que las imágenes de personas con enseres y maletas al hombro, teniendo como telón de fondo el fuego que devasta lo que hasta ahora ha sido su “casa”, es el silencio. 450 personas han sido desalojadas sin saber, la mayoría de ellos, dónde se van a alojar. Muchos son trabajadores, como nos gustas decir: Con sus papeles en regla, que no han encontrado quien le alquile una vivienda; otros arrastran historias de desprecio, humillación y explotación desde que salieron de su tierra y siguen con la misma historia en la nuestra.

La respuesta desorganizada de la administración ha sembrado desolación entre quienes habitaban el asentamiento. Algunos comenzaron a trasladarse el día de antes a los espacios que le brindaron familiares y amigos, otros encontraron cobijo en algún asentamiento, casi oculto, escondiendo esa realidad a quienes transitan por la ruta hacia lugares turísticos para disfrutar del paisaje y del merecido descanso. Cada cual buscó la manera de escapar de esa programada desorganización, que alguien sin sonrojarse, se ha atrevido a calificar “como la mayor acción humanitaria llevada a cabo”.

De las 450 personas que se supone que habitaban el asentamiento, solo 45 han aceptado la solución habitacional del ayuntamiento: Algunos módulos y una nave con literas donde la intimidad brilla por su ausencia y un cáterin servirá comidas por un tiempo que parece ser dos meses.

¿Cómo puede ser que los pueblos cristianos y las comunidades, en su mayoría, estén mudas y sordas? Desviamos la mirada ante el pobre y pasamos de puntillas por el mensaje del evangelio, y nos cuesta hacerlo vida. Si de verdad viviéramos según el evangelio consideraríamos a los pobres como hermanos, estaríamos acogiéndolos y acompañándolos, y denunciaríamos a quienes no los tratan como personas. ¿Quién aceptaría impasible que a su hermano lo expulsaran y no le ofrecieran alternativas dignas y duraderas en el tiempo? ¿Quién de nosotros cerraría la puerta a su hermano desahuciado? Creo que no está de moda vivir en cristiano.

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Estamos como el ciego del camino al que el Señor le pregunta: ¿Qué puedo hacer por ti? Nuestra respuesta no puede ser otra que la del mismo ciego: “Señor que vea”. Que seamos capaces de ver con claridad la dignidad de cada persona, el derecho a emigrar y a no emigrar que tiene todo ser humano, junto a los otros derechos de acceso a la vivienda, al trabajo, a la educación, a la salud, a la… No podemos aceptar que las situaciones definan a las personas; no es determinante el lugar de dónde venimos, ni el color de la piel, ni las creencias e ideas, ni…

Lo determinante es que en los otros veamos a personas, y si somos cristianos lo normal es que veamos a hermanos, hijos del mismo Padre, y en su rostro contemplemos el rostro dolorido de Cristo que nos dice una vez más: “Fui forastero, y me acogisteis”. (Mt 25, 35)

Las Administraciones tendrán que hacer su camino, y los cristianos el nuestro, que no es otro que acompañar, estar al lado del pobre, no ver a las personas que salieron en un día de sus países como un problema, sino como parte de la solución en la construcción de un mundo humanamente habitable.