Padrenuestro, haznos cargo de la precariedad
Àlvar Miralles reflexiona sobre como orar en verdad el Padrenuestro nos lleva a hacernos cargo de nuestra propia precariedad y la de los demás, al pasar de ser sujetos necesitados de amor a ser capaces de amar como Dios ama.
La precariedad no es un destino que esté inscrito en los genes o sea fruto de mala suerte que ha tenido uno en la vida. La precariedad es fruto de estructuras sociales, existe por decisiones humanas y puede ser vencida por otras decisiones humanas.
La gran revolución tecnológica, por ejemplo, se usó para esquilmar a «la pobre tierra» (sin conciencia de su finitud), explotar a «los proletarios» (al parecer con conciencia virtuosa), fabricar «vencedores burgueses» y perdedores obreros, etc. Y, sin embargo, todo pudo haber sido distinto, pudo haberse usado al servicio del sueño de una humanidad liberada del trabajo esclavo, haber reducido el tiempo dedicado al trabajo necesario y poder así dedicarse a la realización de una vida verdaderamente humana…
Pero se impuso el capitalismo, con el pretexto de que haría realidad los tres principios revolucionarios: «libertad, igualdad y fraternidad». Ha costado demasiadas crisis, pero hoy ya nadie puede ignorar, si no es con mala fe, que todo lo que el capitalismo toca lo deshumaniza, hasta poner en peligro la vida misma del planeta. De nosotros depende revertir la historia.
Sí, podemos subvertir este capitalismo ecocida. Pero hemos de saber que este empeño no es tarea de abúlicos utopistas, de despistados superficiales ocupados en criticarlo todo y no hacer nada, sino de verdaderos creyentes, los dispuestos a enfrentarse hasta el final a este «sistema», pues su opción por la dignidad humana es inquebrantable, tenaces en lo que esperan como si lo estuvieran viendo…
Lo que alimenta al creyente, lo que convierte a una persona del montón –ese ser precarizado en que nos han transformado y por el que nadie daría un céntimo– en un profeta, un comunitarista, un verdadero revolucionario… es la oración del Padrenuestro.
¡Vaya!, dirán algunos, qué tontería es esta. Seguramente piensan, no hay duda, ahí está la interminable retahíla de Padrenuestros que se rezan cada día en las iglesias… Y yo no digo que no se recen muchos Padrenuestros, lo que digo es que Padrenuestros orados ya no son tantos.
Y de lo que se trata no es de «rezar», sino de orar. Y orar es ponerse de pie para atender a Dios que ha venido a tu encuentro. Y esto es otra cosa, como vemos en Jesús. Sin oración el ser humano acabará tragando carros y carretas, lo que le pida este sistema de marras: «¿Qué puedo hacer? No puedo hacer nada», será el motete repetido y cansino que saldrá de la boca del solo ante las exigencias que ya no podemos aplazar por más tiempo, pues la tierra ya no espera.
Solo el que aprenda a orar el Padrenuestro y ore en verdad, tal como nos lo enseñó Jesús con su palabra y su vida, podrá hacerse cargo de su propia precariedad y de la precariedad de sus hermanos y podrá ayudar a construir la nueva tierra…, que sigue esperando a los orantes-trabajadores del Reino. Veamos de qué se trata al orar el Padrenuestro y a qué nos compromete con Dios.
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Consiliario de la HOAC de Segorbe-Castelló