La familia cristiana: escuela de humanidad
En estos días entrañables de la Navidad, la Iglesia celebra la fiesta de la Sagrada Familia, en cuyo seno nació —hoy también renace— Jesús de Nazaret, el Dios de los empobrecidos.
Se trata de una familia sencilla y trabajadora que es toda una referencia de fe. Fe creída y confiada en el buen Padre-Madre Dios, a pesar de las dificultades y oscuridades. Fe celebrada o, mejor, concelebrada con los demás creyentes. Finalmente, fe, hecha vida y compromiso (la fe creída y celebrada solo es auténtica cuando se hace vida y se lleva a la práctica), en el servicio desinteresado a todas las personas.
María y José decidieron vivir como esposos y acoger el misterio de Dios que se hace presente en Jesús, en una situación harto difícil, pues al ser perseguidos por los poderosos, tuvieron que, como tantas personas y familias en la actualidad, emigrar fuera de su tierra y de los suyos, sin poder contar ni siquiera con un lugar digno donde cobijarse para dar a luz.
En esas circunstancias, son los pastores los que se hacen presentes, les acogen, les ofrecen su cercanía y, probablemente, lo que llevaban en sus alforjas para comer. Los pastores en la época de Jesús eran marginados y excluidos del resto del pueblo a quienes se les negaban todos los derechos cívicos y políticos. Sin embargo, el evangelista Lucas, los presenta como los primeros destinatarios públicos de la buena noticia del nacimiento de Jesús.
Celebrar esta fiesta de la Sagrada Familia significa acoger y defender a tantas y tantas familias que, a causa de las malas condiciones en las que se desarrolla su trabajo, o por la falta del mismo, viven una situación parecida a la suya, como las familias migrantes, las familias con serias dificultades para llegar a final de mes, los hogares con todos sus miembros en paro, los millones de familias en pobreza severa, las familias desahuciadas, sin hogar, sufriendo el incremento de los precios de los productos básicos. También nos debe llevar a condenar y remediar el drama de la violencia contra las mujeres, la existencia de tradiciones culturales machistas o la realidad creciente de ancianos sin la atención y el cuidado requerido.
Coincidimos con el papa Francisco, en su discurso pronunciado en la ciudad italiana de Cagliari, cuando denunciaba que “vivimos las consecuencias de una decisión mundial, de un sistema económico que nos está llevando a esta tragedia. Un sistema económico que tiene en el centro un ídolo que se llama dinero. Pero dios ha querido que en el centro del mundo estén el hombre y la mujer y que lleven adelante el mundo con su trabajo, y no el dinero”.
Finalmente, demandar de la sociedad, de la comunidad cristiana y de sus pastores, si de verdad queremos recrear hoy la fe y las prácticas de la Sagrada Familia, una actitud de escucha, de cercanía, de respeto y amor para con todas y cada una de las familias, pero, especialmente, para con las familias trabajadoras más empobrecidas.
Que el hogar de Nazaret ilumine la vida de nuestras familias, para que sean escuelas de humanidad, de igualdad, de fraternidad, de paz, de diálogo y de fe vivida y comprometida.
Presidente de la HOAC de Córdoba