Dejaron todo y se convirtieron en migrantes
Todavía está reciente la recta final de la recogida de las 500.000 firmas de la ILP para que en el Congreso de los Diputados pueda debatirse la propuesta para una regularización extraordinaria de personas migrantes que se encuentran en territorio español desde antes de noviembre de 2021. La iniciativa ha congregado el apoyo de más de 700 organizaciones sociales y eclesiales en toda España.
La HOAC de Segorbe-Castellón, movimiento de trabajadoras y trabajadores cristianos, ha querido hacerse eco y reflexionar sobre la situación de los trabajadores y trabajadoras migrantes con una nueva edición de Trobades HOAC que tuvo lugar el pasado jueves 15 de diciembre. El encuentro con el título “Trabajadores inmigrantes” tuvo lugar en los salones de la Parroquia San Pedro del Grao de Castellón y también fue retransmitido en directo por YouTube.
Contamos con las aportaciones de varias personas:
Yinder, venezolano de 47 años está con nosotros desde hace mas de un año. Emigró junto a su mujer y dos de sus tres hijos. Tuvo que dejar en Venezuela a su hija mayor por falta de recursos económicos. Tanto él como su esposa fueron objeto de acoso y persecución tras denunciar irregularidades o tener discrepancias con la línea marcada por el gobierno actual. Todo esto, junto a la situación precaria, la falta de valores, la inseguridad alimentaria y social que se vive allá y ver que no podían darle a sus hijos un mejor futuro les llevó a tomar la decisión de salir del país.
Atrás dejaron todo, hogar, familia, amistades, un desarrollo personal como profesionales… y se convirtieron en emigrantes. La formalización de la solicitud de asilo comportó el acceso a un programa de acogida gubernamental. Fue Cruz Roja la entidad que se encargó de su atención brindándoles techo, comida, algunos útiles de aseo personal… En el transcurso de los primeros seis meses hasta la resolución de la solicitud de asilo al no disponer de permiso de trabajo no era posible acceder a un trabajo regularizado ni realizar cursos. Eso, según Yinder, se convierte en algo conflictivo porque no es posible capacitarse en ese tiempo y tampoco devolver a la sociedad aportando a la Seguridad Social, pagando impuestos… al no poder trabajar legalmente. Esta situación aboca en ocasiones a tener que trabajar “en negro” y exponerse a abusos y explotación.
Atados a la burocracia
Así pues, tuvieron que echar mano de dinero prestado porque como relata: “muchas veces el estómago no espera, el vestido, los zapatos o cualquier otra necesidad de nuestros hijos… no esperan”. Él es consciente del deber que comportan las leyes, normas y reglamentos pero también piensa que hay que entender la necesidad de todo ser humano. Poder continuar su carrera profesional como abogado supondría estudiar 3 años y conseguir posteriormente homologar el título tras 2 años más. Su esposa pagando una considerable cantidad económica en su país consiguió traer el título de enfermera y posteriormente aquí pagar también para proceder a la homologación. Seis meses después les fue concedido el asilo y automáticamente disponían del permiso de trabajo y residencia, pero a la vez tenían que dejar el programa de asilo y la ayuda de Cruz Roja. De nuevo se vieron con las manos atadas por la burocracia y en la casilla de salida, sin una vivienda y con una serie de requisitos que era imposible cumplir (una nómina, una fianza…).
Yinder cuenta que tiempo después su esposa consiguió trabajo en una residencia de tercera edad. Él por su parte también consiguió trabajar como carretillero en una empresa cerámica con un contrato indefinido pero a los tres meses lo echaron. Está convencido que detrás del despido, injusto y falso, estaba el racismo que tuvo que soportar. No quiso pleitear, consideraba que le habían dado la oportunidad de aprender un nuevo oficio. Ahora piensa que este hecho puede que le perjudique a la hora de conseguir un nuevo trabajo. En cualquier caso se reafirma: “Estamos aquí porque queremos lo mejor para nuestros hijos. Queremos ayudar al crecimiento económico de este país… pero con un trabajo digno”.
Fernando, argentino de 30 años llegó hace unos tres meses. Reconoce haber nacido en un país rico (en ganadería, en tierra, en recursos…) sin embargo se ha visto obligado, como otras muchas personas, a tener que salir a buscar una vida digna. Su esposa disponía de nacionalidad y pasaporte italiano, así pues, confiaban en que iba a ser un poco menos complicado llegar y conseguir trabajo. Tenían muchos requisitos: documentos, documentos apostillados, lo único que faltaba era la homologación del título que lleva tiempo y mucho dinero… el resto lo tenían todo.
Pero cuando llegaron aquí se encontraron con que lo que traían no servía para nada. Ahora mismo están en un proceso de sortear la burocracia, de entender el sistema porque resulta muy complejo. En sus propias palabras explica… “queremos hacer las cosas bien, no venimos a robar, no venimos a asaltar el sistema, no venimos a vivir de planes sociales, estafar a gente o aprovecharnos,… buscamos una vida digna, y trabajando, por supuesto. No venimos a pasar por encima de nadie, sabemos que hay leyes y las queremos respetar… pero esas leyes se contradicen todo el tiempo. Por ejemplo acceder a algo tan común como una cuenta bancaria requiere disponer de un NIE, para el NIE necesitas una cuenta bancaria.
Jugar al fútbol
Se genera así un círculo vicioso sin salida”. Reconoce sentirse muy agradecido por la Iglesia, tanto en la parte espiritual como en la ayuda enorme que le han brindado desde la parroquia. Además considera muy importante haber conseguido encontrar un grupo de compatriotas con los que coincide semanalmente para jugar a fútbol y poder hablar de sus cosas…”es como que cargas baterías y eso alcanza para un montón de cosas para el resto de la semana. Es como la misa de los domingos, para que entiendan”.
Después de 21 años en España y director del Secretariado Diocesano de Migraciones desde hace 10, el sacerdote Jean Chrysostome Nangagahigo compartió con nosotros su experiencia de acompañamiento a la comunidad nigeriana así, como a personas de otras muchas nacionalidades durante ese tiempo. Recordaba que en el pasado uno de los principales problemas con que se encontraban estos inmigrantesera el tema de los papeles y el trabajo.
Luchar por un trabajo digno
Todos trabajaban “en negro”, eran explotados, no les pagaban… eran situaciones muy dramáticas. Generaba muchos problemas no poder atender las necesidades de la familia que habían traído consigo o habían formado, así como poder enviar a la vez remesas al país de origen para mantener a la familia que tenían allí. Actualmente la mayoría de esta gente tienen papeles y están trabajando. Ahora existe otro tipo de lucha, por un trabajo digno, por un trabajo acorde a la formación realizada y un salario digno.
Otras situaciones que han estado detectando son la incorporación de la mujer al mundo laboral y los conflictos culturales que se generan en el ámbito familiar en cuanto a la asunción de los roles de cuidado. Otro nuevo reto son las segundas generaciones, los nacidos aquí, con mentalidades y cosmovisiones distintas a las de sus progenitores, con la consiguiente problemática que se crea en el seno familiar.
Por otra parte fijándonos en los refugiados ucranianos observan que existen agravios comparativos: los que han llegado desplazados como consecuencia de la invasión rusa lo han hecho regularizados, con permiso de residencia y trabajo, y los que vinieron hace 3-4 años, curiosamente, se encuentran en un limbo legal, sin regularizar y teniendo que realizar trabajos en la economía sumergida, lo cual implementa y aumenta la presencia de las mafias.
Finalmente, desde el Secretariado también se quiso visualizar y denunciar prácticas mafiosas que se siguen dando hoy en día y que como cristianos no podemos fomentar: Cobrar por permitir el empadronamiento en una vivienda para renovar un permiso de residencia, pagar para poder encontrar un trabajo, cobrar como capataz de una cuadrilla de recolectores de naranja sin repartir ese dinero a los trabajadores como corresponde o tener que trabajar como internas como empleadas del hogar sin dar de alta en la Seguridad Social, y en condiciones de esclavitud librando una hora a la semana… Por eso me gusta mucho visualizar estos problemas, temas, y denunciar porque los cristianos hemos de ser conscientes que no podemos fomentar estas prácticas.
Finalmente Anna Arayo, como militante de la HOAC, se encargó de recordarnos la importancia que tiene para la Iglesia el trabajo humano. Los participantes en la mesa lo habían expresado perfectamente con su relato de vida desgranando prácticamente las palabras del papa Benedicto XVI sobre el trabajo decente: que pueda ser elegido libremente, que pueda aportar a la comunidad, que no sea discriminatorio, que origine bienestar en la familia para poder vivir dignamente, que los trabajadores se puedan organizar y hacer oír su voz, que haya tiempo para la vida personal, familiar y espiritual, que genere derechos a la persona.
Iguales en dignidad
Ese tipo de trabajo es el que desde la HOAC proponemos para todos, para quienes hemos nacido aquí y también para las personas que llegan para buscar un espacio y llevan su vida adelante entre nosotros porque estamos convencidos y partimos de la idea de que todos somos iguales en dignidad. La dignidad no la otorga los papeles, los documentos, sino que la tenemos todos por igual por ser hijos e hijas del mismo Dios.
También estamos convencidos que los bienes de este mundo son para todas las personas, no únicamente para los que hemos nacido en un lugar. La casa común ha de ser de todos y para todos, así pues vemos las contradicciones que se han expresado aquí: Leyes y normativas que en lugar de ayudar, coartan; la burocracia que va poniendo trabas en el camino en lugar de ir ayudando a esa integración… y algo todavía más grave, la indiferencia hacia tantas personas que están a nuestro lado. Por no hablar muchas veces de la mentalidad que también abunda entre nosotros de a través de prejuicios pensar que los migrantes llegan a quitarnos algo o que no habrá bastante para todos. Además hay quienes trabajan para que crezca esa mentalidad, para que se cree malestar y que la mirada al que viene de fuera no sea de ternura y acogida que es lo que nos pide Jesús, olvidando que todos somos emigrantes.
Es una realidad que entre todos hemos de ir cambiando. Hay una serie de propuestas que desde la HOAC y desde otras realidades eclesiales, como la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente, desde las que intentamos dar algunos pasos. Primero intentando acompañar a las personas, dándoles voz, haciendo extensivas a estas situaciones a otros ambientes eclesiales y a la sociedad, estando al lado, escuchando, apoyando, ayudando en este proceso tan difícil. También cambiando los clichés de la gente para no caer en esa mirada de prejuicio, de hacer de menos a aquellos que llegan en busca de una vida mejor entre nosotros.
A la vez pensamos que hemos de luchar por cambiar toda esa burocracia, esas leyes absurdas y antihumanas que tenemos ahora (como la política de extranjería actual que va en contra de la dignidad de la persona) participando en todas las iniciativas sociales que busquen hacerlas más humanas. Por supuesto hay una llamada a la responsabilidad, a mirar qué proponen los partidos ante esta realidad de las personas trabajadoras emigrantes, cómo las vamos a recibir, cómo las vamos a ayudar en ese proceso de integración. También pensamos que es muy importante mostrar el trabajo de muchísimas personas y entidades, eclesiales o laicas, por estar al lado de estas personas… son pequeñas muestras, pequeños signos de esperanza, semillas del Reino de Dios, de que es posible hacer las cosas de otra manera.
Militante de la HOAC de Segorbe-Castellón
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