José Luis Gundín: «Cortaban el amianto con serruchos de carpintero»

José Luis Gundín: «Cortaban el amianto con serruchos de carpintero»
Hace 14 años que a José Luis Gundín, le diagnosticaron de asbestosis. Aunque se prejubiló en Airbus, todavía espera que la antigua Astano, ahora Navantia, reconozca su responsabilidad por haber dejado que sus trabajadores respiraran polvo de amianto, sin tomar ninguna medida de seguridad.

¿En qué ha trabajado, exactamente?

Trabajé en Astano, los astilleros de Ferrol, desde 1970 hasta 1984 que salí de allí, junto a otros 3.200 trabajadores, debido a que, por la entrada de España en la Comunidad Europea, se hizo la reconversión industrial. Tuve que reciclarme y marcharme para poder entrar en Construcciones Aeronáuticas Sociedad Anónima (CASA) ahora Airbus, en Getafe, donde estuve trabajando hasta 2008, cuando descubrieron, por casualidad, que tenía fibras de amianto en los pulmones.

¿Dónde tuvo contacto con el amianto?

En Airbus no había amianto, pero en los astilleros sí. Era montador de tubos de los barcos. Una vez que se comprobaba que no había fugas y que todo estaba bien, se aislaban. Por ellos pasan vapor, líquidos calientes y había que conseguir que no hubiera escapes, ni se disipara el calor para no afectar a la cámara de máquinas. Me gustaba el trabajo y lo hacía con alegría.

En mi época, venía gente de empresas auxiliares a aislar los tubos con amianto. Venía como si fueran tejas que había que había que unir para forrar los tubos. Para cortarlo, utilizaban serruchos de carpinteros y por supuesto no tenían ninguna protección especial. Iban como todos, con un mono de algodón y ya está. Trabajar en un barco es como estar un gran teatro de ocho o nueve plantas, donde hay trabajadores por todos lados, electricistas, fontaneros y soldadores que trabajan con acero, cobre, hierro… Si hay alguien cortando amianto en el piso superior, los de abajo lo respiran. Además, con el humo de soldar se repartía todavía más. Había unos extractores para los vapores de soldadura que no eran capaces ni siquiera de aspirar esos gases, así que es fácil suponer lo que pasaba con el amianto. Nadie nos advirtió el riesgo que corríamos, de eso nos enteramos al salir de allí.

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