Cómo organizar una huelga de trabajadores que no se conocen, ni tienen un centro de trabajo
Reunir a un grupo de trabajadores dispersos y precarios no es fácil. Organizar una huelga menos aún. La sindicalista Carmen Juares sabe bien cómo fue posible desarrollar la primera huelga contra una plataforma digital en Europa.
Esta hondureña, nacida en Alianza, se define como integradora social y activista. Desde el último congreso de CCOO de Cataluña, celebrado el pasado mes de mayo, se ocupa de la secretaria de Nuevas Realidades del Trabajo y Economía Social y Solidaria.
Pero antes, colaboró en la creación de la Mujeres Migrantes Diversas de trabajadoras del hogar y los cuidados o en la campaña «Actualización pendiente» a favor de la diversidad y de los derechos civiles y en contra del racismo.
Cuando se le pregunta cómo ha sido posible desarrollar la huelga de los repartidores de los supermercados de Glovo en Barcelona, lo primero que le viene a la cabeza es “picar piedra”. Según explica, para llegar a ese momento, ha hecho falta mucha “constancia, muchas horas hablando con las personas en la calle, en los lugares donde esperan los pedidos, frente a los restaurantes y supermercados, cuando están trabajando, los fines de semana”.
La movilización laboral tardó en gestarse al menos unos cinco meses. En ese tiempo, hubo parones, protestas, más o menos espontáneas, pero nunca una acción organizada y convocada oficialmente.
“Ha habido que derribar muchas barreras y superar muchos miedos. Hay que pensar que en algunos de los países de donde vienen estos trabajadores y trabajadoras, te pegan un tiro por pertenecer a un sindicato, y en otros es sinónimo de corrupción”, aclara.
Por eso, ha tenido que gastar mucha saliva en explicar que aquí, en España, hay libertad sindical, que los sindicatos tienen cobertura legal, como en otros países de Europa, donde tienen todavía más influencia.
Aunque la retórica y los discursos tienen efectos limitados, si detrás no hay hechos concretos. Desde el propio sindicato, “cuya estructura, las secretarias, federaciones y fundaciones, se han volcado con este colectivo, se habilitó un espacio en su sede donde los repartidores y repartidoras podían ir a descansar, lavarse, tomar un café, agua, o guardar las bicis”.
“No cerrar los ojos ante la necesidad”
La empresa se lava las manos con la entrega de una mochila, un cargador para el móvil y un chubasquero y prohíbe la entrada a sus propios supermercados a los repartidores que deben esperar fuera, además de hacer imposible que los trabajadores pudieran acceder a la mutua o al servicio de prevención de riesgos laborales.
Consciente de que “son servicios que deberían prestar las empresas y que como sindicatos estamos reclamando”, Juares comenta que “mientras exista la necesidad, no podemos cerrar los ojos a sus necesidades”.
También organizaron cursos de todo tipo, sobre seguridad vial y laboral, mantenimiento de bicicletas, derechos del trabajo y hasta acoso sexual, porque, tal y como describe, “las empresas se lavan las manos cuando sus trabajadores dicen que han sido agredidas al ir a entregar los pedidos”.
De forma natural, los trabajadores y trabajadoras, cansados y hartos de soportar condiciones indignas recurren al sindicato para pedir apoyo y ver cómo actuar en conjunto. “Nos pusimos a trabajar con ellos, todo el sindicato se activó para ponerse a su disposición”, relata.
No es para menos. Después de todo, la organización y defensa de los trabajadores más en precario forma parte de la “apuesta estratégica” del sindicato: “no podemos permitir que haya quien tenga que trabajar en las condiciones que ahora mismo imponen estas nuevas empresas”.
No poner en riesgo la salud
“La gente ve bien el papel de los sindicatos cuando entiende que útil y está cercano a los trabajadores y trabajadores. Vengamos de donde vengamos estemos en el sector o la empresa en la que estemos, todos tenemos derecho a condiciones dignas de trabajo, no poner en riesgo de salud, contar con ingresos suficientes, tener seguridad”, insiste Juares. Precisamente es lo que mueve a los trabajadores a ponerse en huelga, a perder los ingresos de su trabajo y a correr el riesgo de no volver a ser llamados.
La responsable de Salud Laboral de CCOO de Cataluña, Mónica Pérez, en un foro sobre prevención, explicaba que “la salud laboral ha sido el anclaje para la reivindicación, para crear organización y activar el sindicato”. Los accidentes, la falta de material de protección, de servicios de prevención, incluso no tener acceso al agua potable o al baño en los propios centros de la empresa eran quejas tan importantes como el modelo de contratación y los bajos salarios.
Más aún durante la pandemia, cuando los servicios a domicilio, debido al confinamiento, cobraron una importancia crucial. La movilización, para la responsable de Salud Laboral ha sido muy importante, por el mensaje que traslada a las empresas que “desafían el sistema lega y ningunean la dignidad de los trabajadores”. Ya saben que van a recibir la respuesta organizada de un sindicato, en el que la salud laboral es uno de sus pilares”, comentaba Pérez.
Sindicalismo que innova
“Los trabajadores tienen claro las razones para hacer la huelga y el sindicato les proporciona la protección legal necesaria. Tramitamos la convocatoria, acudimos a la conciliación previa y les dimos todo nuestro apoyo”, detalla.
Para ejemplificar el cerrado respaldo del sindicato, cuenta que el propio secretario general de CCOO de Cataluña, Javier Pacheco, interrumpió sus vacaciones para acompañarles en la concentración de protesta durante los días de huelga.
“En el sindicato hemos innovado, hemos adoptado nuevas formas de hacer sindicalismo para adaptarnos a estas nuevas realidades del trabajo”, explica citando precisamente el término que da nombre a su responsabilidad actual.
De este modo, no sin esfuerzo y dedicación, han conseguido organizar a trabajadores que no tiene un centro de trabajo, que no se conocen entre sí y a los que su empresa presiona constantemente.
Así contrapone el esfuerzo de estas empresas por “huir del derecho del trabajo” a la intención del sindicato por responder a “las necesidades de sus trabajadores y de convertirse en una herramienta que sirve para conseguir mejoras laborales”.
No han estado solos, numerosas organizaciones sociales, entre ellas Ridersxderecho, incluso otros sindicatos, también apoyaron la lucha de estos repartidores que consiguieron traspasar el muro de silencio que suele acompañar los conflictos laborares y romper las estrategias comunicativas de las propias empresas afectadas.
“Hemos logrado una gran visibilidad y que se hable de cosas que son básicas, con el apoyo de muchas entidades y hasta de parte de la opinión pública”, se explaya Juares, para quien la entrada en vigor el 12 de agosto de la llamada ley rider ha supuesto un punto de inflexión para la lucha de los repartidores.
Lograda la atención mediática, en medio del debate público, las plataformas digitales han empezado a reaccionar, de formas muy diversas, algunas como en el caso de Glovo, en sentido contrario a la intención legislativa, en un intento de consagrar la precariedad.
Una lucha que acaba de empezar
Juares tiene claro que esta lucha por la dignificación de las condiciones de trabajo de las plataformas digitales no ha hecho más que empezar. Es un suculento negocio para sus impulsores, que se aprovechan de las facilidades que ofrecen las tecnologías, pero también de la necesidad de empleo, la extensión de la precariedad y la siempre tardía acción regulatoria.
“CCOO ha sabido dar respuesta a estos trabajadores, hemos sabido ser una referencia para trabajadores precarios, jóvenes, inmigrantes, mujeres, en condiciones muy duras y estaremos a altura, porque seguiremos mostrando nuestra cercanía, nuestro apoyo y acompañando sus reivindicaciones”, concluye Juares.
Redactor jefe de Noticias Obreras