Orar, sentir y vivir la normalidad siempre nueva del Reino
Nos dicen que vivimos un verano atípico; poco a poco volvemos a la llamada «nueva normalidad». ¿Qué normalidad? ¿Qué novedad trae consigo?
Necesitamos tiempo para acoger nuestras emociones, sanar el dolor y las heridas, acallados durante tanto tiempo; interiorizar lo vivido, reflexionar sobre las lecciones que estamos aprendiendo, tomar de nuevo la vida en nuestras manos y recuperar la alegría.
Entonces, podremos echar a andar sintiéndonos más auténticos, más nosotros y nosotras mismas; más capaces de entrega y disponibilidad para acoger y acompañar a otros y curar sus heridas.
Como seguidores de Jesús que queremos vivir todo desde la perspectiva del Reino, este tiempo de verano es una oportunidad para aprender a orar, sentir, pensar y experimentar la normalidad siempre nueva de la presencia del Dios de la vida en nosotros, en los demás y a través de los acontecimientos que nos toca vivir.
Esta es la normalidad que nuestro corazón anhela y el mundo necesita para recuperar nuestra humanidad. La normalidad que despierta nuestra capacidad para ver lo esencial; para acoger la realidad y profundizar en ella buscando la verdad que se esconde detrás de las apariencias; sobrecogidos, experimentamos nuestra vulnerabilidad y comprendemos que el sentido de nuestra existencia está en aprender a cuidar unos de otros, empezando por los últimos y en cuidar la casa común.
Con humildad y sencillez nos atrevemos a entrar dentro de nosotras y nosotros mismos para descubrir la presencia amorosa y reconfortante del Dios que nos busca apasionadamente para amarnos y cuidarnos, para nutrirnos y alimentarnos; un Dios Trinitario cercano, tierno y alegre que ora en nosotros, que nos invita constantemente a la comunión con Él y con los demás; a desterrar el odio y el miedo y nos ayuda a buscar la paz y la justicia, el bien y la belleza para que seamos, con Él, «cuidadanas» y «cuidadanos» en la tierra nueva que construimos. Desde la perspectiva del Reino de Dios inaugurado por Jesús de Nazaret, para nosotras y nosotros este verano ya no puede ser «atípico» porque está lleno de novedades y posibilidades insospechadas para experimentar la normalidad que nos hace auténticamente humanos.
Pidamos con insistencia el Espíritu y escuchemos sus gemidos que nos hacen exclamar: ¡Abba! (¡papaíto, mamaíta!). Y, como niños, dejemos que nos cuide y renueve nuestro entusiasmo por la vida en el seguimiento de Jesús. Con Él oramos, llenos de alegría: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños…» (Mt 11, 25-30). •
¡Yo soy tu canto; tú eres mi verso!
Poeta del Universo
Que suavemente paseas
Por este pobre desierto
Trayendo con tu Presencia
Anhelos de oasis nuevos
Te creí huésped de fuera
Pero…
¡Hoy te siento tan adentro!
Quiero oír a las palmeras
Musitar tu dulce eco
Quiero sentir tu brisa
De tu agua estoy sediento.
Con infinita ternura
Me hablas dulce y quedo:
¡Eres de mi entraña hechura,
Eres beso de mis besos!
¡Con cuánta delicadeza
Besas, Poeta,
La aridez de mis silencios!
Y me invitas a ser libre
A dejar lastres y miedos
Para que escuche tu Verso
Que habla de Vida Buena
Y llena de gozo eterno.
Ardo en deseos, Poeta,
De escuchar con embeleso
Tu Palabra
Que acoge y sana
Y que enamora mi pecho
Que trae esperanza y luz
Allí donde duele el duelo.
Escucho, Poeta, tu voz
Que rasga el oculto velo
Y aún en la noche oscura
Distingo tu canto nuevo.
Poeta del Universo
Quiero recitar contigo
Tus dulcísimos sonetos
Quiero llevar tu Palabra
Que riegue otros desiertos
Quiero danzar contigo
Dibujar los bellos trazos
Que pueblan el universo
Que dan vida y esperanza
Y vislumbran tu misterio.
Quiero vivir con pasión
Y soñar tu eterno sueño.
Dime, Poeta, quién eres,
Quién soy yo… dime
Cuando cansado y triste
Me desvíe del sendero.
Lo sabes, me dices:
¡Yo Soy Tu canto;
Tú eres mi verso!
Recursos
Por una «cultura de la solidaridad, del cuidado y de la acogida». HOAC.
El «no me toques», el «no te acerques» no quisiera comprenderlo como una negativa a vivir vinculados sino como una forma de humanidad responsable, ética y solidaria. Juan Pablo Espinosa Arce.
COVID-19: Discernir un camino hacia Dios.
Propuesta para una Teología dialogante, humilde y abierta a la plenitud del Misterio que nos alberga, porque en «Él vivimos, nos movemos y existimos» (Hch 17, 28). Manuel García Hernández.
Militante de la HOAC de Canarias