De la semilla al taller

Hace casi un año, el Seminario de Almería comenzó a despertar con una nueva vocación, gracias a una valiente y profética opción del obispado.
Donde antes resonaban voces de estudio y oración, después convertidas en el silencio de un edificio cerrado, hoy se sueña con un espacio de formación, acogida y vida compartida para personas migrantes que buscan una oportunidad de futuro. El proyecto –nacido de la colaboración entre la diócesis, el Servicio Jesuita a Migrantes (SJM-Almería) y la fundación Ecca Social– va tomando cuerpo poco a poco: con paciencia de artesano, entre gestos sencillos y convicciones profundas. Y es que, como dice León XIV en Dilexit te, para la Iglesia, los pobres «no son un apéndice, sino parte esencial de su cuerpo vivo» (DT 39).
Brocha y pincel
Después de los primeros trazos del diseño, llega el momento del detalle. Pasamos de la brocha al pincel: concretar la oferta formativa, los perfiles de los participantes y los recursos necesarios. En septiembre se incorporó la nueva directora y, con ella, el proyecto ha ganado ritmo y estructura. La idea es ofrecer cursos en cocina, hostelería o logística, así como en otros sectores con alta demanda laboral en la provincia. No se trata solo de formar para trabajar, sino de aprender para vivir con dignidad. Como recuerda el Evangelio, «el Reino de Dios se parece a un hombre que sembró buena semilla» (Mt 13, 24). Esa semilla ya está en la tierra y, aunque el fruto se demore un poco, germina con esperanza.
Aroma de café
Entre los avances técnicos y los plazos administrativos, ha habido también tiempo gratuito, de esos que no figuran en los cronogramas: largas reuniones del equipo inicial, mañanas tranquilas de conversación y conocimiento mutuo, especialmente con las misioneras que acompañarán la vida residencial. Poco a poco, va naciendo un estilo compartido: una casa abierta, cálida, donde la formación y la convivencia se entrelazan. Queremos que la parte residencial sea un verdadero hogar. Un lugar donde el café se comparte sin prisa, donde se aprenden los modales del cuidado, la puntualidad y el respeto. Como decía el papa Francisco, debemos preocuparnos de «iniciar procesos más que de poseer espacios. […] Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán» (Evangelii gaudium, 223).
La trama del tapiz
Será bonito, sin duda. Pero antes de que el tapiz luzca sus colores, hay que tensar bien los hilos que no se ven. Estos meses están llenos de trámites, licencias, contratos, reparaciones y pequeñas obras. Arreglar la caldera, renovar una instalación eléctrica, preparar las aulas, equipar la cocina. Nada de eso aparece en las fotos, pero es lo que sostiene el conjunto. El trabajo oculto, paciente y silencioso, también es evangélico. «Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6, 6). Y en ese secreto cotidiano, el proyecto se consolida como una apuesta estable, seria, con vocación de futuro.
La tela de araña
A la par, hemos ido tejiendo relaciones con muchas personas e instituciones. Administración pública, empresas locales, entidades sociales y parroquias: la respuesta está siendo muy positiva. La clave es sumar, no pelear; coordinar, no duplicar; complementar, no competir. En Almería hay muchas iniciativas buenas, y este proyecto quiere ser un hilo más en la red. La tela de araña –frágil a la vista, pero firme en su estructura– nos sirve de imagen. Un tejido de colaboración donde cada nudo importa. A veces basta una llamada, un gesto de confianza, un «contad conmigo». En eso, el Espíritu sopla con fuerza: inspirando comunión y creatividad. También en ello se hace realidad la afirmación de León XIV: «El cristiano no puede considerar a los pobres solo como un problema social; estos son una “cuestión familiar”, son “de los nuestros”» (DT 104).
En ese silencio donde se reconoce
la presencia de Dios, el proyecto
encuentra su aliento. Porque más allá
de los edificios o los cursos, lo que
se está construyendo es comunidad
El silbo de la brisa
Hace más ruido un árbol que se cae que todo un bosque que se balancea suavemente. Ha habido algún ruido: dudas, críticas, comentarios. Es normal. Hablando de las personas migrantes, dice el papa León XIV, «donde el mundo ve una amenaza, ella ve hijos; donde se levantan muros, ella construye puentes. Sabe que […] en cada migrante rechazado, es Cristo mismo quien llama a las puertas de la comunidad» (DT 75). Frente a esas actitudes, hay mucho más bosque que brisa: voluntarios que se ofrecen, donantes que apoyan, personas migrantes que se ilusionan. Muchos gestos pequeños, discretos, que hacen avanzar el sueño. «Dios no está en el viento huracanado… sino en el susurro de una brisa suave» (1 Re 19, 12). En ese silencio donde se reconoce la presencia de Dios, el proyecto encuentra su aliento. Porque más allá de los edificios o los cursos, lo que se está construyendo es comunidad.
Conclusión
El proyecto socioformativo del Seminario de Almería sigue creciendo, paso a paso. Todavía falta camino: consolidar la financiación, culminar las obras, seleccionar los candidatos, comenzar las primeras formaciones. Pero el horizonte está claro: ofrecer un hogar y un taller, un lugar donde la fe se haga hospitalidad y trabajo digno. En palabras de Dilexit te: «El amor cristiano supera cualquier barrera, acerca a los lejanos, reúne a los extraños, familiariza a los enemigos, atraviesa abismos humanamente insuperables, penetra en los rincones más ocultos de la sociedad. Por su naturaleza, el amor cristiano es profético, hace milagros, no tiene límites: es para lo imposible» (DT 120). Quizá por eso, cuando uno recorre hoy los pasillos del seminario, percibe algo distinto. No solo olor a pintura o a café recién hecho, sino un rumor de esperanza: el sonido leve de un nuevo comienzo, donde la semilla se hace taller y el Evangelio, buena noticia para los últimos. •
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Fátima Santaló-Ossorio pertenece a las Religiosas del Sagrado Corazón
Daniel Izuzquiza al Servicio Jesuita a Migrantes



