Spin Time: un barco fraterno en la ciudad eterna

Spin Time: un barco fraterno en la ciudad eterna
El avión aterrizó en Roma un jueves abrasador. El calor se pegaba como una segunda piel cuando bajé en Termini tras un breve trayecto en tren. Apenas un paseo a pie me separaba de Spin Time, pero ya intuía que el camino no sería solo geográfico.

En la vía Príncipe Amadeo el ruido del tráfico competía con el graznido de gaviotas; en la plaza Víctor Manuel, los niños y las niñas jugaban entre el chirrido de los monopatines. Crucé la calle sin semáforos y me adentré en la vía Conte Verde, oscurecida por árboles y farolas fundidas. Allí emergía Spin Time, como un barco varado en medio de la ciudad eterna. Un barco fraternal que recuerda que nadie se salva solo.

La ciudad dentro de la ciudad

El interior me recibió con una mezcla de colores y acentos. Pasillos largos, murales improvisados, pintadas, fotografías… niños corriendo en escaleras gastadas. En cuestión de horas me sentí parte de esta colmena de diez plantas donde conviven familias de más de veinte nacionalidades junto a artistas, militantes y activistas: unas 400 personas en total.

El padre Mattia Ferrari me guio en la visita –fue mi acompañante en todo momento–. «El sueño es el de ser casa para todos, no solo para quienes no tienen casa, sino también para todos los que el sistema descarta», me explicó en un castellano fragmentado pero cristalino, durante el recorrido me iba presentando a sus habitantes.

Aquí se cruzan vidas migrantes, iniciativas culturales, luchas por la vivienda, jóvenes organizados, proyectos sociales… Y así entendí que Spin Time no es solo un refugio: es un laboratorio de convivencia y de fraternidades, que hacen del lugar una ciudad dentro de otra.

La vida se organiza a través de asambleas: de habitantes, de activistas y una plenaria donde se reúnen «todos, todos, todos». Se celebran mensualmente y marcan el pulso comunitario.

El recorrido me llevó al teatro, corazón cultural y político del lugar. Allí se celebran espectáculos, reuniones, conferencias… y será la sede del próximo Encuentro Mundial de Movimientos Populares, el primero bajo el pontificado de León XIV. Tiene capacidad para cerca de 200 personas. Más allá está la Sala B y la Sala L y el Museo de la Hospitalidad, que guarda la memoria de las luchas por la vivienda en Roma. «Es la historia de la resistencia, de la lucha por el techo», me aclaró Ferrari.

FOTO | Spin Time

Visitamos también talleres de carpintería, un estudio de grabación y espacios pensados para colectivos sin recursos. «Nuestro objetivo es ayudar a quienes no tienen dinero», insistió. Spin Time es, en efecto, un escenario abierto donde la ciudad suele cerrarlos, facilitando cultura accesible, formación y creación comunitaria.

La redacción de Scomodo completó el itinerario: jóvenes menores de 30 años que elaboran una revista independiente y masiva, que se mueve con fuerza en las redes sociales. «Los jóvenes en Italia no leen periódicos, los leen en Instagram», subrayó Ferrari. Allí, dialogamos y compartimos que la comunicación es también parte esencial del tejido de este barco urbano y que la voz de Spin Time se multiplica más allá de sus muros.

La eutopía cotidiana

Al día siguiente, mientras escribía en el Re-Work –un espacio para repensar y retrabajar–, un grupo de jóvenes se sentaban en círculo delante de mí. Dialogaban sobre próximos compromisos con un tono tranquilo, casi ritual. Apenas subían la voz, dialogaban ordenadamente antes de comprometerse y ponerse en acción.

En poco más de un día me sentí uno de los suyos. La amabilidad y hospitalidad de la gente, la alegría con la que me acogieron, la mezcla de generaciones y orígenes –Perú, India, Italia, Colombia, Marruecos, Nigeria, Ecuador, Eritrea…– me mostraban que este era un lugar distinto.

«Aquí conviven militantes y habitantes, gente servicial, entregada, acogedora, luchadora, creativa», escribí en mis notas. Se les veía contentos en su fragilidad, y esa mezcla es parte del amor que se da y se recibe.

El cardenal Michael Czerny, a quien entrevisté en esos mismos días, lo definió como un espacio para ser vivido, un modelo concreto donde se ensaya otra forma de vivir. Una experiencia que rompe la lógica del descarte y abre horizontes comunes.

Puente hacia el Mediterráneo

Conversar con Ferrari fue descubrir un puente entre Spin Time, el Mediterráneo y la Iglesia. Joven capellán de Mediterránea Saving Humans –el Open Arms italiano–, dedica buena parte de su ministerio a acompañar a migrantes rescatados en el mar. «Cada día nos llaman desde Libia o Túnez; recibimos vídeos de cientos de personas en peligro. Es un compromiso muy grande», me confesó.

Mientras dedica muchas horas a acompañar y cuidar a las gentes de Spin Time, completa un doctorado, mantiene vínculos con la diócesis de Módena y trabaja con el cardenal vicario de Roma. Me recordó que el apoyo de los obispos italianos a estas iniciativas comenzó antes incluso de Francisco. «Nos ayudó muchísimo, sí. Pero los obispos ya nos ayudaban antes. Francisco vino después a sumarse al apoyo», precisó.

Spin Time se convirtió en un lugar emblemático durante el pontificado de Francisco, que mostró simpatía hacia esta experiencia comunitaria y la apoyó en momentos decisivos –como cuando el cardenal Konrad Krajewski, limosnero del Vaticano, restableció la luz durante un corte eléctrico, aunque el objetivo del ultra Salvini era otro–. Ahora, bajo León XIV, el espacio se proyecta al mundo como escenario de un encuentro global. Será la primera gran cita del nuevo pontificado en torno a las 3T: tierra, techo y trabajo.

La vida en Spin Time alterna lo extraordinario y lo ordinario. Una noche cené pinsa –que es la pizza romana– en Scomodo Estate –un espacio al aire libre, lugar de encuentro cultural y culinario en la plaza del Verano de san Lorenzo–, junto a residentes y activistas, incluido el presidente del centro: el gran Paolo Perrini. Conversamos de música, cultura, política y de nuestras organizaciones. En esa cena, varios comensales me confirmaron el gesto del cardenal Krajewski, un episodio que forma parte de la memoria viva de Spin Time y que expresa la cercanía de la Iglesia con esta comunidad.

Lo que se ha tejido en este edificio ocupado
no es solo refugio: es un modelo de convivencia
que desafía la precariedad y el abandono

Mi habitación en la planta sexta tenía unos quince metros cuadrados, con servicios comunes compartidos. Sencillez pura, contraste perfecto con la magnitud del proyecto. El sábado 6 de septiembre dejé una nota de agradecimiento, junto con un detalle de recuerdo para Mosè, un compañero de la comunicación que me cedió su espacio vivencial. Me despedí de Ana en la tranquila mañana spintana. Eran las nueve de la mañana y el edificio respiraba calma. Salí con la sensación de haber vivido una experiencia única.

FOTO | Redacción de Scomodo en Spin Time

Un mundo donde caben muchos mundos

Spin Time es un barco que resiste en aguas agitadas. Aquí caben los descartados del sistema. Pero también quienes buscan un espacio que les permita ser sujetos protagonistas de sus vidas… los jóvenes que necesitan un lugar de encuentro, los migrantes que reclaman un techo, los militantes que organizan luchas, los actores y actrices que ensayan sus actuaciones… un no parar de vidas.

Lo que se ha tejido en este edificio ocupado no es solo refugio: es un modelo de que desafía la precariedad y el abandono. En el corazón de Roma, en la ciudad eterna de tantas cosas, Spin Time abre un horizonte distinto.

Pronto esas mismas paredes recibirán a los movimientos populares del mundo entero. Vendrán personas comprometidas con sus realidades y luchas para un diálogo compartido sobre la nueva etapa que se abre y para trasladar a León XIV nuestros trabajos durante esos días, lleno de anhelos y sueños.

Y lo harán en un espacio que es una eutopía: un buen lugar, real, concreto, habitado, vivido donde ya hoy se construye un mundo donde caben muchos mundos.