Los obispos de Terrassa y Coria-Cáceres llaman a reconocer el trabajo decente como un derecho universal y una fuente de esperanza

Salvador Cristau y Jesús Pulido subrayan la dignidad del trabajo, la situación de las personas trabajadoras migrantes y el compromiso de la Iglesia con un mundo del trabajo más humano y fraterno
En el marco de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, que la Iglesia celebra cada 7 de octubre, los obispos de Terrassa y Coria-Cáceres, Salvador Cristau y Jesús Pulido, respectivamente, han publicado sendas cartas pastorales en las que reclaman una mirada evangélica y comprometida sobre el mundo laboral.
Ambos pastores coinciden en un mismo mensaje: “El trabajo decente no es un privilegio, sino un derecho que hay que promover con firmeza”, como afirma Cristau, y constituye un ámbito decisivo para la dignificación de la persona y la construcción del bien común.
Sus reflexiones se enmarcan en el espíritu del Jubileo 2025, que el papa Francisco convocó bajo el signo de la esperanza, y en la convocatoria promovida por la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD), integrada por movimientos y organizaciones eclesiales que impulsan la defensa de un trabajo con derechos y seguro.
“Un trabajo decente dignifica, facilita poder cuidarnos como hermanos y mantener la esperanza”
En su carta titulada El trabajo decente es un derecho, no un privilegio, el obispo de Terrassa, Salvador Cristau, recuerda que la lucha por un trabajo justo y digno forma parte de la misión histórica de la Iglesia y de su doctrina social.
“Después de 134 años de la Rerum novarum del papa León XIII, duele tener que constatar todavía hoy, en 2025, que después de muchos y muchos años de reivindicaciones todavía tengamos entre nosotros muchas personas que no tienen sus derechos laborales reconocidos”, denuncia.
Cristau lamenta la persistencia de la precariedad y la exclusión laboral, que afectan con especial dureza a “jóvenes, mujeres, familias con niños y personas migrantes”, y alerta de que incluso tener empleo ya no garantiza una vida digna. “El trabajo que por lo general se puede encontrar hoy no siempre es un camino que facilite la inclusión”, advierte.
El obispo entronca su reflexión con el Jubileo de la esperanza convocado por Francisco, recordando la llamada del Papa a mantener viva “una esperanza activa, que no se resigna, ni abandona, sino que organiza, denuncia y se esfuerza por encontrar alternativas”.
Cristau subraya el sentido teológico del trabajo como participación en la creación divina: “El derecho y la dignidad del trabajo nos vienen expresados ya en la Sagrada Escritura cuando, después de crear los primeros seres humanos, Dios los bendijo y les dio el encargo de transformar la tierra, de colaborar en la obra de la creación con su trabajo”.
El prelado destaca además la aportación de las personas trabajadoras migrantes a la economía y la convivencia, reclamando un mayor reconocimiento social. “Una parte muy importante del fuerte crecimiento de nuestra economía se consigue gracias a la aportación de las personas trabajadoras migrantes. Desgraciadamente, esta aportación a menudo no tiene el reconocimiento social que merece ni por la calidad ni por la importancia de los trabajos que realizan”, destaca.
Su carta concluye con una petición que resume la espiritualidad del trabajo cristiano: “Se haya nacido aquí o en otro país, poder tener un trabajo decente reconoce la dignidad de la persona, permite sostener a la familia, ayuda al desarrollo comunitario y garantiza el respeto de todos, sin discriminaciones. Un trabajo decente dignifica, facilita poder cuidarnos como hermanos y mantener la esperanza”.
“Los migrantes son hermanos antes que migrantes”
Por su parte, el obispo de Coria-Cáceres, Jesús Pulido Arriero, centra su carta Trabajo decente y migrantes en una lectura social del lema de la jornada que enlaza directamente con la realidad migratoria.
Recuerda que la Iglesia, desde Laborem exercens de san Juan Pablo II, está “vivamente comprometida en la defensa de la dignidad de las personas trabajadoras”, compromiso que en España canaliza la iniciativa ITD. Pero advierte que la “mentalidad del mercado imperante” ha reducido el trabajo a mera mercancía, denunciando que “esa forma de pensar corre el peligro de valorar a las personas por el precio de su trabajo, por lo que rinden, por su cualificación, por encima de su dignidad. El trabajo humano no es el de una máquina. Y, como tal, no tiene precio”.
Pulido describe con realismo las situaciones de vulnerabilidad y explotación que padecen muchas personas migrantes, subrayando que “con frecuencia asumen los empleos más precarios, sobre todo cuando se ven abocados a una situación administrativa irregular”. Denuncia que la población migrante “soporta los mayores índices de desempleo y de subempleo, tiene menor acceso a los servicios sociales —cuando no le están vetados— y sufre señalamiento social”.
El obispo cuestiona la falta de coherencia del sistema global, que se beneficia de los países del sur sin permitirles participar de sus frutos. “No es justo tenerlos en cuenta para los recursos y materias primas, incluirlos como consumidores en el mercado mundial, recibir la mano de obra, pero luego cerrarles el acceso para que no se beneficien del sistema global al que contribuyen”, recuerda.
Y plantea una pregunta incisiva sobre la normativa española, puesto que “si los van a regularizar al final, ¿para qué dilatar dos años de vulnerabilidad a la intemperie de la legalidad?”.
Pulido reclama una conversión de mirada: “Esta sociedad a veces pone por delante del sustantivo de persona el calificativo de migrante. Para nosotros los cristianos, son hermanos antes que migrantes. No nos basta con atender necesidades emergentes; es preciso acogerlos e integrarlos en nuestras parroquias y comunidades”.
El obispo finaliza su carta con una nota esperanzadora. “La experiencia de nuestra diócesis y de otras muchas es que los migrantes son personas esperanzadas. A veces es lo último y lo único que les queda… Ellos renuevan y dan aliento a nuestra Iglesia del viejo continente”.
Una misma voz eclesial por la dignidad del trabajo
Ambas cartas reflejan un tono coincidente en la defensa del trabajo decente como derecho fundamental y expresión de la dignidad humana, así como en la necesidad de una Iglesia comprometida con quienes sufren la precariedad y la exclusión.
Cristau pone el acento en la esperanza y la participación, mediante el trabajo decente, en la obra creadora de Dios; Pulido, en la denuncia de las desigualdades globales y la acogida fraterna de las personas trabajadoras migrantes.
Dos perspectivas complementarias que confluyen en un mismo anhelo: construir una sociedad donde toda persona pueda vivir de su trabajo con justicia, dignidad y esperanza.

Director de Noticias Obreras.
Autor del libro No os dejéis robar la dignidad. El papa Francisco y el trabajo. (Ediciones HOAC, 2019). Coeditor del libro Ahora más que nunca. El compromiso cristiano en el mundo del trabajo. Prólogo del papa Francisco (Ediciones HOAC, 2022)