El trabajo, las personas migradas y la Iglesia

Las personas migradas aportan su trabajo para el desarrollo del país de acogida e incluso del país de origen, a través de las remesas de dinero que envían a sus familias.
«Obviamente estos trabajadores no pueden ser considerados como una mercancía o una mera fuerza laboral». (Caritas in veritate).
San Juan Pablo II llama la atención en Laborem exercens (nn. 5 y 6), sobre la primacía de las personas; siempre son más importantes que las cosas. El trabajo está «en función del hombre» y no el hombre «en función del trabajo».
También en el n. 8, recuerda que la Iglesia está vivamente comprometida en la defensa de la dignidad del sujeto del trabajo, de las personas trabajadoras; y que esto forma parte de nuestra «misión», de nuestro «servicio», «por fidelidad a Cristo», para poder ser verdaderamente «la Iglesia de los pobres».
El documento La Iglesia, servidora de los pobres, n. 32, de la CEE, lo expresa bien: «Para que el trabajo sirva para realizar a la persona, además de satisfacer sus necesidades básicas, ha de ser un trabajo digno y estable».
Cuidar el trabajo debería ser una prioridad social en la que todos nos sintamos implicados porque en ello nos va la humanización de la sociedad entera.
Participar en la iniciativa Iglesia por el trabajo decente debería ser algo prioritario para los que nos movemos en la pastoral con personas migrantes en orden a:
- Fomentar, animar y potenciar el compromiso cristiano de los laicos para lograr la integración de las personas migrantes.
- Reclamar leyes que permitan el acceso a la regularización de los migrantes, al trabajo digno, la vivienda, la sanidad, la educación, la cultura, contribuyendo así a una verdadera inclusión pacífica en aras del bien común.
Animamos sobre todo a los hermanos sacerdotes a que, en su predicación y actividad pastoral, contribuyan a visibilizar y valorar positivamente la aportación de las personas migrantes al bien común de la sociedad y de las propias parroquias. Así evitaremos actitudes de racismo, xenofobia, rechazo e indiferencia.
Asimismo, los invitamos a que promuevan en la comunidad parroquial criterios morales y éticos, especialmente evangélicos, para proteger los derechos de los trabajadores, incluso si están en situación administrativa irregular.
Por lo que constatamos, las personas migradas se han integrado mayoritariamente dentro de las clases populares de aquí, compartiendo barrios y espacios vitales. Pero todo ello dentro de una precariedad laboral, una vulnerabilidad constante, y un elevado riesgo de pobreza y exclusión que estamos llamados a erradicar.
Una persona migrante opina de su trabajoDesde mi experiencia como arquitecta nicaragüense —formada primero en mi país y luego especializada en construcción sostenible en la Universidad de Córdoba— aporto a Grupo Puma una combinación única de perspectivas técnicas y sensibilidad intercultural. Por un lado, mi bagaje profesional incorpora soluciones constructivas probadas en climas tropicales y contextos de recursos limitados, lo cual enriquece el repertorio de la empresa para proyectos de eficiencia energética y economía circular. Además, mi vivencia personal como migrante me ha entrenado en resiliencia, adaptación y pensamiento creativo: competencias blandas cada vez más valoradas para afrontar mercados globales, coordinar equipos multidisciplinares y entender las necesidades de clientes diversos. En el plano cultural, mi presencia contribuye a que la empresa se abra a nuevas narrativas y oportunidades comerciales en Latinoamérica, un mercado natural para tecnologías españolas de morteros y sistemas industriales. Actúo como puente lingüístico y cultural, facilitando la comunicación con socios y prescriptores de la región, y ayudas a identificar requerimientos normativos o estéticos que a menudo pasan inadvertidos para equipos locales. Al mismo tiempo, mi ejemplo inspira a otros compañeros, visibilizando el talento femenino y migrante en sectores tradicionalmente masculinos y locales, lo que potencia la reputación de Grupo Puma como empleador inclusivo y socialmente responsable. No sé tampoco si la empresa valora mi integración en el puesto desde mi perspectiva, pero al menos pienso que algo aporto, pero no puedo dejar por fuera el hecho de seguir aprendiendo mucho de mis compañeros y del sector de la construcción cada día. Aldine García Martínez |
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Artículo publicado originalmente en la revista Migraciones
