El obispo de Mondoñedo-Ferrol, Fernando García, llama a situar la dignidad humana y el trabajo en el centro de la vida social y eclesial

El obispo de Mondoñedo-Ferrol, Fernando García, llama a situar la dignidad humana y el trabajo en el centro de la vida social y eclesial
Durante la realización de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente en la diócesis de Mondoñedo-Ferrol, el prelado defendió que “el trabajo no es un privilegio, sino un derecho” y exhortó a “cambiar la mirada ante el sufrimiento que nace del trabajo precario”, en una celebración que concluyó con una Eucaristía tras el círculo de silencio

“Las preocupaciones de la Iglesia son las preocupaciones de nuestra gente; no somos ajenos a los sufrimientos de nuestro pueblo”, afirmó el obispo, invitando a caminar juntos y visibilizar en la plaza pública la esperanza de una sociedad donde el trabajo sea realmente decente.

El prelado valoró el gesto del círculo de silencio como signo de comunión entre distintas realidades eclesiales que “se ponen de acuerdo para hacer, aunque sea un poco, lo que hemos hecho esta tarde: caminar juntos, en silencio, compartiendo preocupaciones y esperanzas”.

A su juicio, la vida misma tiene algo de ese caminar circular: “A veces no sabemos salir de las dificultades, pero lo importante es no caminar solos. Lo importante es estar juntos y visibilizarnos juntos”.

En la Eucaristía, celebrada en la iglesia de los Dolores, “en el corazón de la vida eclesial de Ferrol y en el corazón de los dolores de la gente”, el obispo relacionó las heridas de la Virgen con los sufrimientos derivados del trabajo: el paro, la precariedad y la explotación, especialmente de las personas migrantes.

“¿Cuántas veces los dolores de la gente tienen que ver con la realidad del trabajo? ¿Cuántas veces habremos orado por el trabajo de nuestros hijos, por su no trabajo, por el sufrimiento de nuestros seres queridos?”, se preguntó.

“Un salario injusto no permite llevar una vida digna”

Fernando García recordó que la falta de un empleo digno es causa profunda de sufrimiento en muchas familias atendidas por las organizaciones de la Iglesia. “Hay realidades que tienen que ver con un salario injusto, que no permite llevar una vida digna. A veces, aunque haya empleo, éste no ofrece condiciones para una vida verdaderamente humana”, subrayó.

El obispo, que preside la Subcomisión Episcopal para las Migraciones y Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal, mencionó de modo especial a las personas migrantes y víctimas de trata, “que sufren explotación o invisibilización, muchas veces por no tener papeles, pero que tienen que seguir viviendo”. Recordó, además, que durante este año jubilar la diócesis se ha comprometido a visibilizar la esclavitud moderna y la trata de personas, “una realidad que también existe aquí, en nuestra ciudad”.

“El trabajo es una vocación”

Citando la reciente exhortación Dilexit te del papa León XIV, el obispo subrayó que la ayuda más importante para una persona pobre es promoverla a tener un buen trabajo, “para que pueda ganarse una vida acorde a su dignidad, desarrollando sus capacidades y ofreciendo su esfuerzo personal”.

Recordó también las palabras del papa Francisco: “La mejor manera de ayudar a una persona no es un subsidio, sino darle un trabajo; pero un trabajo bueno”.

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“El trabajo no es solo un medio para ganarse la vida. Trabajando nos hacemos más personas; nuestra humanidad florece. Por eso la Doctrina Social de la Iglesia enseña que el trabajo es una vocación, una llamada a crecer y a cooperar con la obra creadora de Dios”, añadió.

Cuando el trabajo pierde esa finalidad, advirtió, “se rompe la propia vocación del ser humano”. De ahí la actualidad del lema de esta jornada: “El trabajo no es un privilegio, sino un derecho”.

“Cambiar la mirada ante el sufrimiento laboral”

El obispo de Mondoñedo-Ferrol propuso “cambiar la mirada, afinarla y sensibilizarnos” ante las situaciones de injusticia laboral. “No se trata solo de ver, sino de mirar con ternura el sufrimiento que nace del trabajo precario o indecente”, exhortó.

Llamó también a actuar con justicia en los distintos ámbitos: Como empleadores, asegurando condiciones justas “a quienes cuidan de nuestros mayores o de nuestras casas”. Como trabajadores y trabajadoras, cumpliendo honestamente con las obligaciones laborales. Como ciudadanos, promoviendo políticas que “busquen el bien común y la prioridad del trabajo sobre el capital y el dinero”.

El obispo concluyó su homilía pidiendo a la Virgen de los Dolores que ayude a la Iglesia y a la sociedad “a construir una sociedad donde el trabajo sea vocación, misión y camino para edificar personas”.

“Que esta celebración nos ayude a sensibilizarnos, que ayude a sensibilizar a nuestra sociedad y a nuestra Iglesia, y que nos ayude a construir una sociedad donde el trabajo ocupe su lugar: el de hacer crecer y dignificar a las personas”, dijo.

Círculo de silencio

Previo a la Eucaristía, la plataforma Iglesia por el Trabajo Decente diocesana, integrada por Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), CONFER, Cáritas, Manos Unidas y Acción Católica General, celebró un círculo de silencio en la plaza de Amboage.

La convocatoria, centrada en la situación de las personas trabajadoras migrantes, denunció “la precariedad, la falta de reconocimiento y la exclusión” que sufren, a pesar de su aportación al país. Mela, trabajadora de Cáritas, leyó el manifiesto en el que se alertó de que “el trabajo que se genera hoy no siempre es un camino de inclusión”.

El gesto final, un gran círculo de personas caminando en silencio, simbolizó la necesidad de romper los ciclos de injusticia y avanzar hacia un trabajo verdaderamente digno.