Trabajo decente: derecho, no privilegio

Trabajo decente: derecho, no privilegio

La Jornada Mundial por el Trabajo Decente del 7 de octubre expresa una reivindicación y un compromiso fundamental de justicia, porque el trabajo en condiciones dignas (el trabajo decente) es un derecho fundamental de toda persona trabajadora. Un derecho, no un privilegio.

Sin embargo, ese derecho es violado sistemáticamente. La gran mayoría de las personas trabajadoras del mundo no trabaja en condiciones dignas. Y ese hecho es causa fundamental de empobrecimiento, exclusión social, desigualdades que rompen la fraternidad, negación de la salud y seguridad en el trabajo, negación práctica de la dignidad de las personas. Los informes anuales de la Confederación Sindical Internacional, el Índice global de derechos, muestran esa sistemática violación de los derechos laborales y, además, su progresivo deterioro en todas las regiones del mundo. Esta situación es el resultado de una economía capitalista global que, en palabras del papa Francisco, es una economía que mata. Una economía que ha convertido el trabajo en una mercancía de la que obtener la máxima rentabilidad. Y al hacerlo ha convertido a las personas en una mercancía, porque el trabajo es inseparable de la persona que trabaja.

Por eso, la lucha cotidiana de las organizaciones sindicales y otras organizaciones sociales por condiciones dignas de trabajo es esencial y necesaria, una expresión radical de justicia. El trabajo decente es una emergencia mundial, aunque muchos no lo consideren así. La Iglesia, en fidelidad al Evangelio de Jesús que sitúa en el centro la dignidad de toda persona, está llamada a implicarse en el compromiso en defensa del trabajo decente. Toda la doctrina social de la Iglesia insiste en ello. De forma muy particular lo han hecho Juan Pablo II y Francisco. Benedicto XVI recordaba en Caritas in veritate que Juan Pablo II ya hizo, con motivo del Jubileo de los Trabajadores en el año 2000, un llamamiento para «una coalición mundial a favor del trabajo decente» y añadía que esa es «aspiración de las familias en todos los países del mundo» (CV 63).

En nuestro país, la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente es una coalición de organizaciones católicas que expresa ese compromiso eclesial en defensa del trabajo en condiciones dignas. Expresión que sigue siendo un reto extender al conjunto de nuestra Iglesia, que debería implicarse mucho más en ese compromiso de justicia para las trabajadoras y los trabajadores.

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En el Manifiesto con motivo del 7 de octubre de este año, ITD insiste en que hemos de comprometernos activamente en alcanzar para todas las personas trabajadoras derechos laborales fundamentales como salarios justos, entornos de trabajo seguros y saludables, respeto a los horarios y al descanso, igualdad de trato sin discriminaciones por razón de género, edad, origen o situación administrativa. Y, una vez más, llama a fijar la atención en las situaciones de mayor vulnerabilidad y precariedad en el mundo del trabajo. En particular, pone el foco en la situación de las personas trabajadoras migrantes. Su gran aportación a la economía y la sociedad española no se ve correspondida con su reconocimiento social ni con la realidad de los empleos que ocupan, marcados muchas veces por una gran precariedad. Mucho más cuando su situación administrativa es irregular, por lo que es esencial y urgente acabar ya con esa situación.

Como señaló la exhortación pastoral de la Conferencia Episcopal Española Comunidades acogedoras y misioneras (marzo de 2024), la población migrante tiene un fuerte arraigo en nuestro país, pero sufre mayores índices de desempleo y subempleo, accede menos a las políticas sociales y sufre mayor vulnerabilidad social, que se acrecienta en el caso de las personas en situación administrativa irregular (n. 12). Es una realidad que desmiente los cada vez más frecuentes y demagógicos discursos de algunas fuerzas políticas contra las personas trabajadoras migrantes. Unos discursos que son radicalmente contrarios al Evangelio de Jesús y a todo principio de humanidad.

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