“El trabajo ha de ser fuente de dignidad y no de sufrimiento”

“El trabajo ha de ser fuente de dignidad y no de sufrimiento” y ha de adaptarse a la persona para preservar su “máximo estado de bienestar físico, mental y social”, declararon los ponentes del acto organizado por la Pastoral del Trabajo e Iglesia por el Trabajo Decente de Zaragoza, con motivo de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente del 7 de octubre.
La comunidad cristiana que mira al mundo del trabajo defiende unas relaciones laborales “donde las personas estén antes que los beneficios, donde la solidaridad supere la competencia”, planteó el economista y politólogo, además de colaborador de este medio de comunicación, Saúl Pérez.
Por su parte, el presidente de Asociación de Víctimas de Accidentes Laborales de Andalucía, (AVAELA) y militante de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) de Córdoba, Miguel Cruz, defendió la definición de salud laboral de la Organización Mundial de la Salud coincidente con la cosmovisión cristiana de la persona, al promover una mirada integral del bienestar en el trabajo.
Sin embargo, “las muertes del trabajo son las muertes olvidadas”. Con dos muertes en el trabajo y más de trece accidentes graves cada día en nuestro país, “vivimos de espaldas” a esta tragedia, que no está en las agendas políticas de las administraciones públicas de nuestro país, señaló Cruz.
Sigue siendo algo “individual, esporádico” que se suele achacar “a la mala suerte o, incluso, a la negligencia”, apuntó el presidente del colectivo andaluz de víctimas de la siniestralidad laboral, quien matizó que más bien se trata de “una consecuencia de la manera en que está organizado nuestro mercado laboral”.
“La precariedad laboral está en el origen de demasiados atentados contra la salud de quienes trabajan” junto con “los ritmos de trabajo cada vez más abusivos y los empleos tan desestructurados, que están cambiando la cara de la siniestralidad y el deterioro de la salud de la población trabajadora”.
Respeto por la dignidad de la persona
Por eso, explicó, defender la salud en el trabajo implica “la ruptura de la lógica del mercado, del capitalismo” y “el respeto por la dignidad de la persona”. Un esfuerzo que requiere “poetas sociales”, como los llamaba el desaparecido papa Francisco quien creía en las “experiencias de solidaridad que crecen desde abajo, desde el subsuelo del planeta”.
Así, “desde la oscuridad del sufrimiento, de la muerte”, el compromiso puede hacer cambiar el escenario” y “acercarnos a la resurrección”, proclamó Cruz.
De ahí, la apuesta de su asociación, y de tantas entidades cristianas, por promover “la encarnación en el mundo de la siniestralidad laboral y el empoderamiento de las víctimas”, como una forma de “hacer poesía social”, capaz de hacer de este mundo “un sitio más parecido al Reino, por más que no lo lleguemos a ver”.
Precisamente, su compañero en la mesa de ponentes, Saúl Pérez, dentro de su decálogo para responder a “los desafíos y retos del mundo del trabajo hoy”, incorporó también el cuidado del trabajo para cuidar la vida, puesto que “toda persona tiene derecho a volver viva a casa”.
La guerra contra la vida y el trabajo
En la situación actual, se hace apremiante también defender la cultura de la paz frente a la a destrucción de vidas y empleos de las guerras, por más que estimulen la industria armamentística. Después de todo, “siempre son las personas trabajadoras y los pueblos más pobres quienes sufren las consecuencias”, matiza Pérez.
Pero también considera que hay que restar capacidad de influencia a las multinacionales que imponen un modelo productivo donde el “capital global condiciona lo local”, como, de hecho, ocurre en Aragón con la instalación de centros de datos, generando “dependencia y desigualdad en las comunidades”.
Entres los diez retos que identificó también incluyó la necesidad de poner la tecnología al servicio de la vida y de todas las personas trabajadoras; la transición justa ante la crisis ecológica; la lucha contra las “desigualdades y la exclusión”; el apoyo a la emancipación de los jóvenes trabajadores y el reconocimiento de los trabajos de cuidado no remunerados. Para ello, reclamó un sindicalismo fuerte y renovado capaz de responder a las situaciones de mayor vulnerabilidad y precariedad.
En definitiva, dijo, la población trabajadora ha de hacer una apuesta por la paz, pero también por la justica social y económica, que favorezca el trabajo digno y estable, y promueva la fraternidad entre quienes dependen de un trabajo para realizar sus proyectos personales, familiares y sociales.
No podemos “mirar a otro lado ante el sufrimiento del mundo del trabajo”
Como comunidad cristiana, señaló, no podemos “mirar a otro lado ante el sufrimiento del mundo del trabajo”: “Cada accidente laboral, cada despido injusto, cada salario insuficiente nos interpelan directamente”.
Apoyándose en la cita de Mateo 25, 40, “lo que hicisteis a uno de mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”, planteó que “en cada trabajador y trabajadora explotado, en cada víctima de accidente laboral, en cada joven sin futuro, está presente Jesús”.
Por su parte, el presidente de la Asociación de Víctimas de Accidentes Laborales de Andalucía, Miguel Cruz, también desde los ojos de la fe cristiana, resumió muy gráficamente que “el robo de su salud y su vida es la crucifixión del mundo obrero”.
Desde la fe cristiana y la experiencia obrera, sabemos que otro mundo del trabajo es posible, “un mundo donde las personas estén antes que los beneficios, donde la solidaridad supere la competencia, donde el trabajo sea fuente de dignidad y no de sufrimiento”, defendió Pérez.

Redactor jefe de Noticias Obreras