Acoger, proteger, promover e integrar

Acoger, proteger, promover e integrar
FOTO | Vía EFE

Los cuatro verbos, que dan título al escrito, articulan la acción de la Iglesia: acoger, proteger, promover e integrar.

Acoger significa ofrecer un lugar seguro, sin muros de indiferencia; proteger es garantizar derechos fundamentales, desde la educación hasta la salud; promover implica abrir caminos de futuro y desarrollo personal; e integrar significa construir una sociedad en la que los menores no sean extraños, sino hermanos.

Estos verbos no son un programa sociopolítico más. Son la expresión concreta de nuestra fidelidad con el Evangelio.

Para los cristianos, esta crisis es también una llamada a la coherencia.

España vive estos días una crisis humanitaria que pone a prueba no solo la capacidad de nuestras instituciones, sino también la talla moral de nuestra sociedad. La llegada de miles de menores extranjeros no acompañados ha desbordado los recursos de comunidades como Canarias, y la propuesta de repartirlos entre distintas autonomías y ayuntamientos se ha topado con negativas rotundas e incluso con discursos que rechazan de plano cualquier posibilidad de acogida. Es fundamental combatir la discriminación y los prejuicios que puedan surgir, promoviendo una convivencia basada en el respeto y la igualdad de oportunidades.

Ante el impacto de las imágenes de las pateras llegando a las costas, no podemos dejar de lado los datos. No es en patera por donde llegan la gran mayoría de migrantes a España. Fijar posturas con base en el impacto rápido que las redes y las imágenes de televisión no ayudan a comprender el trasfondo del proceso que estamos viviendo, para poder así actuar adecuadamente, y establecer el diálogo social ajustado a la realidad, y del que se deduzcan soluciones que fortalezcan a todos.

La integración de los menores migrantes debe ser vista como un proceso en dos direcciones, donde los recién llegados como la sociedad de acogida se puedan enriquecer mutuamente. Las políticas públicas han de promover la participación activa de estos jóvenes en nuestra comunidad para que se involucren en actividades sociales, culturales y deportivas.

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Conviene recordar que la Ley de Protección Jurídica del Menor y la propia Constitución obligan a garantizar la tutela, protección y asistencia integral de todo menor en territorio español. No hablamos solo de un compromiso moral o religioso, sino de una obligación legal y vinculante que no puede obviarse.

Desde un punto de vista cristiano, la crisis en torno a la acogida de menores migrantes no acompañados no es un asunto meramente político y administrativo: es sobre todo una cuestión profundamente humana y moral.

Para la sociedad en general, este desafío no es solo una cuestión de gestión política, sino un examen de humanidad. Nos define como país el modo en que tratamos a los más vulnerables. La historia juzgará si fuimos capaces de ver en estos menores no una amenaza, sino una oportunidad para crecer en solidaridad, en convivencia y en dignidad. El futuro de nuestra sociedad se juega también en la altura moral con la que sepamos responder hoy a esta crisis.

Elche siempre ha sido una ciudad abierta a la llegada de personas que buscan una oportunidad. Nuestra historia reciente es esta. Y debemos apostar por que siga siendo así. Es responsabilidad de todos de mantener esa apuesta por la acogida. También en esto está en juego nuestro futuro como ciudad.