Verano, tiempo para entrenar la esperanza

«Todos esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana», nos dice nuestro querido y recordado papa Francisco en la bula de convocación del Jubileo Ordinario del año 2025.
Es verano en este lado del hemisferio y en nuestra cultura occidental, gran parte de la población hemos interiorizado que es el tiempo del descanso; de desconexión del trabajo y las múltiples tareas y compromisos. El calor, a veces insoportable, nos perturba y molesta y parece que lo único que buscamos es cómo podemos escapar de él y del ruido de las ciudades… y de nuestro propio ruido interior.
Nuestro ruido interior viene de las prisas que nos impone un sistema que pregona la competencia, prioriza la ganancia, el consumismo y la apariencia antes que el cuidado de la vida de las personas y del planeta, y también de nuestro miedo.
Ante el sufrimiento y el llanto de tantos niños y niñas inocentes que solo piden vivir; de millones de personas y pueblos en el mundo que son víctimas de la violencia de la guerra y del afán de poder y poseer de los poderosos; el dolor que nos produce que nuestros mares continúen siendo cementerios para miles de personas migrantes que buscan un futuro mejor; la precariedad y la explotación laboral que viven tantas personas en nuestro país y en el mundo; la preocupación ante las profundas heridas que resquebrajan nuestra humanidad, nos sentimos turbadas, desorientadas, impotentes.. y aparece el miedo que a veces nos paraliza y nos quita la paz y la esperanza.
[…] Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5, 1-2.5), nos recuerda Francisco en su carta de convocación, en la que nos llama a ser peregrinos de esperanza.
Querida lectora, querido lector, te animo y me animo a descubrir cómo vivimos y en qué se fundamenta nuestra esperanza. En el contexto de este Año Jubilar, acojamos este tiempo de verano como un regalo para orar y contemplar. Busquemos tiempo y espacios para pararnos, respirar hondo y aprender a mirar nuestro interior, recuperar nuestro centro y rescatar la conciencia de la presencia del Espíritu que nos habita y nos hace ser. Entonces podremos, con ojos nuevos, observar la presencia de las demás personas, de los seres vivos que nos rodean, percibir el latido del universo que nos acoge y nos abraza; y aprender a mirar con compasión este mundo nuestro que gime con dolores de parto para descubrir en él la Presencia que se empeña en que veamos las semillas de bondad y belleza que siembra cada día, y cómo nos anima a entrenarnos en el camino del amor para ser portadoras y portadores de una esperanza esperanzada, capaz de contagiar entusiasmo y alegría. Y para eso es preciso que bebamos de la fuente de donde emana la esperanza: Jesús de Nazaret.
Desde el silencio de nuestro corazón acogemos la propuesta de sentirnos caminantes, siempre peregrinos que llevan en la mochila lo necesario para entrenarse en la esperanza: la actitud del agradecimiento por el regalo de la fe, de la comunidad (equipo, parroquia, vecinas y vecinos, barrio…); el recuerdo (el hábito de «pasar por el corazón») agradecido por la presencia de las personas que he acompañado y me han acompañado este curso (familia, amigos, personas trabajadoras con las que comparto lo que soy y lo que tengo en espacios de compromiso, procesos, luchas…) que comparten y mantienen viva en mí la esperanza de transformar nuestro mundo en un mundo de paz, más justo y humano; el sentimiento y el gozo de revivir sus gestos, silencios y palabras que me han hablado y me hablan de fortaleza, capacidad de resiliencia, lucha, disponibilidad, escucha, empatía, paciencia, entrega, gratuidad y ternura.
Y los ojos y el corazón puestos en Jesús, la fuente de nuestra esperanza. Nos proponemos buscar tiempos y espacios en nuestro peregrinar diario para intimar, hablar, compartir y descansar en Él. Él es el ancla que nos mantiene enraizados y apasionados por la construcción del Reino. Es su gracia la que nos desvela que la vida no termina, sino que se transforma. Porque sabemos que solo con Él podremos ser signos tangibles de esperanza para nuestras hermanos y hermanas más empobrecidas, no quedarnos atrás en nuestro apoyo a la necesidad de una alianza social para la esperanza, y hacer nuestras las palabras del profeta Isaías, las que Jesús hizo suyas al comienzo de su ministerio: el Señor «me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros, a proclamar un año de gracia del Señor» ( Is 61, 1-2). Y cuando el Espíritu está presente, el miedo se va.
¡Feliz peregrinaje! •
Amigo del alma
Amigo del alma, amigo
Jesús,
tú que todo lo das
y nada esperas.
Solo tú conoces
mis días sin sol,
mis noches en vela,
mis anhelos ocultos,
mis verdades a medias.
En tu cruz acallada
acogiste mi llanto,
mi miseria
y mi nada.
En tus ojos doloridos
volviste mi oscuridad.
Luz que me alumbra y me abraza.
Mi dolorosa traición
deshiciste en tus entrañas.
Tu desgarro sanó mis heridas,
volvió mi luto canción.
Me devolviste la vida.
Eres, Jesús, la fuente
donde sorbo el entusiasmo,
la esperanza y la alegría.
¿Cómo, Señor,
agradecer tanta gracia?
Concédeme, si lo ves,
ser peregrina de esperanza. •
Textos para ayudarnos a orar
Spes non confundit
Bula de convocación del Jubileo Ordinario del año 2025 del papa Francisco.
Canciones
Luz de Pascua. Ain Karem.
Padre, Hijo y Espíritu Santo. Salomé Arricibita.

Militante de la HOAC de Canarias