Vicenta Navarro, una activista de 84 años que sueña con el ideal cristiano

Vicenta Navarro, una activista de 84 años que sueña con el ideal cristiano
A sus 84 años recién cumplidos, con movilidad reducida, Vicenta Navarro Baeza no deja de intentar llevar a la práctica su ideal cristiano. Un día aparece en una concentración contra un desahucio y otro va a la puerta del ayuntamiento, sin descuidar el taller de memoria al que acude en la residencia de mayores de Alicante donde vive.

Empezó a relacionarse con la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) hace ya décadas por recomendación de su hermano sacerdote que le había sugerido que en este movimiento podía encontrar respuestas a sus inquietudes vitales.

Trabajó como enfermera en el Hospital General, donde participaba en “asambleas, concentraciones y manifestaciones por la sanidad pública”, recuerda Vicenta, quien llegó a pertenecer al comité de empresa y a realizar las funciones que le requería el sindicato.

“Mi mayor preocupación era la unidad, que tanto personal de limpieza como enfermeras y médicos nos sintiéramos trabajadores iguales”, rememora.

Luego consiguió plaza en el centro de salud de su barrio, las Mil Viviendas. “Venían los vecinos y vecinas buscándome, porque nos conocíamos y mis compañeras me decían que por estatus social no debería estar viviendo ahí. Con mi sueldo, teníamos que vivir mi madre enferma y yo, no podíamos permitirnos otra vivienda, pero a mí no me importaba porque era feliz allí”.

Entre otras cosas, tenía allí su parroquia al que acudían trabajadores, inmigrantes y gitanos, y dos comunidades de religiosas con la que se llevaba muy bien, además de su equipo hoacista. Eran referencias que alimentaban su experiencia religiosa y alentaban su compromiso con las personas más vulnerable.

Con 57 años se prejubiló debido a una artritis reumatoide. “Entonces no tenía tantos impedimentos como ahora”, confiesa. En aquella época entró en contacto con la Marea Blanca por la Sanidad y con la plataforma anti desahucios (PAH). “La persona que me cuidaba era de origen marroquí y tuvo que enfrentarse a un desalojo, por lo que la acompañé en ese momento y pedimos colaboración con el sindicato por el derecho a la vivienda”, describe.

Pero la enfermedad se fue agudizando y los servicios sociales le recomendaron irse a vivir a una residencia de mayores.

Así fue como acabó en el centro para mayores Virgen del Remedio, construida por el obispado de Orihuela-Alicante para reubicar a los mayores del antiguo asilo de Benalúa, y ahora gestionado por la empresa Colisée Alicante.

El cambio no le ha sentado bien al servicio que se venía prestando a las personas mayores, opina Vicenta, que cuando se abrió la posibilidad de crear un consejo de residentes para trasladar las propuestas y reivindicaciones de sus habitantes a la dirección dio un paso al frente, al ver que “nadie quería dar la cara”.

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“Las empresas van a lo que van, aunque cobren un dineral, sobre todo a los que ingresan de nuevas, y eso se nota en las comidas, en la falta de personal y en las consultas médicas”, se queja Vicenta. “No es que no sean buenos trabajadores y profesionales”, matiza, “sino que van cortos de personal, hay mucha rotación o no tienen tiempo ni recursos para atender a las personas, algunas con Alzheimer y trastornos mentales”.

“Donde hay una injusticia tiene que estar un cristiano”

Desde su lugar de residencia habitual, se trasladó en taxi al barrio de Carolinas Baja para trata de impedir el desahucio de una mujer mayor y su hija.

“Fui con mi andador y me senté allí. Los policías me miraban con cariño. Había dos chicos jóvenes que era para haberles sacado una foto. Parecía que pensaban: ‘¿Qué hace aquí? ¡Podría ser mi abuela!’, relataba esta militante de la HOAC al periódico local que la entrevistó.

“Era verano, a buena hora, y podía acercarme”, siguió explicando. Comenta que allí se encontró a una compañera de la residencia que había ido como ella a protestar contra el desahucio.

Días después, se consumó el desahucio y por lo le han contado, la madre ha sido ingresada en un hospital. De todos modos, dice, tiene pendiente “informarse mejor” y ver si hay una manera de “hacer algo más, de ayudar a esta mujer”.

Entre risas, y no sin preocupación, porque “a mi edad no quiero ningún protagonismo” ni tampoco “polemizar con la Iglesia”, insiste en que “donde hay una injusticia tiene que estar un cristiano”.

Después de todo, “a Jesucristo lo asesinaron por defender a los pobres, a las prostitutas y a los leprosos, a los que no tenían dónde caerse muertos”, afirma. “No me lo invento yo, lo han dicho sacerdotes, teólogos…”, añade.

Su próximo proyecto pasa por apuntar a un grupete de compañeros de la residencia a la asociación vecinal del Barrio de San Blas, “a ver cómo podemos integrarnos y echar una mano para mejorar la convivencia y los servicios públicos”.