Prueba de esperanza en medio del caos

Con el pensamiento puesto en la esperanza y la solidaridad es que me lanzo a escribir algunas palabras que me pide mi paisano y amigo don Bartolomé, delegado de Pastoral del Trabajo de la diócesis de Jaén.
Con una mirada de gracia divina es que en apenas estos tres meses que llevamos del año 2025 he tenido la suerte de compartir y vivenciar en diferentes misiones que desafía mi querida Comunidad de Salesianas Misioneras y Comunidad Misionera de Cristo Pastor con sede principal en Bolivia.
La Amazonía boliviana, en el norte de Chile y en las alturas de Bolivia, en El Alto, La Paz he podido considerar de nuevo las necesidades de las personas en medio de la pobreza, el escaso conocimiento en valores, la dificultad de poder desarrollar a lo que llamamos “una vida normal” porque no la conocen, llegar a conocer la raíz de las diferentes problemáticas que sufre cada persona es un gran reto. El trabajo de la misión es superfácil escribirlo, y yo lo resumiría en que simplemente es ayudar a mejorar la vida de las personas a través de la experiencia viva de Dios, pero, por otra parte, hacerlo ya es más complicado si no entiendes bien el contexto del lugar y la situación personal de cada ciudadano.
Valorando un poco el panorama actual, pienso que cada vez está más complicado poder llegar a las misiones y proyectos que a lo largo de las últimas décadas la Iglesia universal ha llegado a suplir de manera fabulosa y ejemplar, y esto lo vamos a ir viendo por la falta de vocaciones laicas y consagradas que se están notando ya.
Estamos en una cumbre de desborde de posibilidades que hemos ido perdiendo lo esencial de la vida. La sociedad actual nos forma para no tocar la profundidad de la persona, porque si llegamos ahí es posible que sane y sea una persona de luz en el mundo, y eso no le interesa a la sociedad industrial y política que nos rodea. El abuso laboral sigue siendo muy palpable en estos lugares; lo malo se sirve muy fácil pero lo bueno y lo correcto es mucho más difícil de acceder.
Como Iglesia peregrina de la esperanza, la solidaridad, el respeto y la cordura tenemos el compromiso de dar a conocer lo que vemos para intentar concienciar y cambiar desde lo básico, quizá suene pesado, pero hay que seguir haciendo ruido.
Llama la atención que en los tiempos que corren todavía haya personas que tarden una semana en llegar a la población más cercana porque no hay carreteras, ni productos básicos en una ciudad de unos 60 mil habitantes, que niños de apenas 13 años ya sean auténticos líderes de negocios turbios, capaces de traspasar límites humanos y racionales; que niñas de apenas 12 años sean abusadas por propios familiares, o que desde los 8 años vivan y trabajen solos en la calle; que los padres se desentiendan de sus hijos porque desconocen el sentido de la vida, el sentido de la felicidad y el bienestar, porque la supervivencia del día está por encima de todo eso o, también que los hijos estén todo el día en la calle con el padre para evitar que de que vuelva a casa su hija ya haya sido violada.
Solo encuentro agobio y pena si pienso en todo el sufrimiento que como sociedad podríamos evitar o acompañar y ayudar, pero, por otra parte, ver que todo lo que se hace por poco que sea marca un antes y un después en muchas vidas también es motivo de cierta esperanza y tranquilidad.

Comunidad Salesianas Misioneras