El director de pastoral del trabajo, Antonio Aranda, llama a denunciar la deshumanización del trabajo y anunciar la liberación en Jesucristo

El director de pastoral del trabajo, Antonio Aranda, llama a denunciar la deshumanización del trabajo y anunciar la liberación en Jesucristo
El director del Departamento de Pastoral del Trabajo de la Conferencia Episcopal Española, Antonio Javier Aranda, en su intervención en el Aula Rovirosa-Malagón, sobre los 30 años de esta pastoral, ha llamado al Pueblo de Dios a reforzar la defensa de la dignidad del trabajo e incorporar la visión y valores cristianas a las relaciones laborales.

Así recordó que ya Juan Pablo II había planteado que “para realizar la justicia social en las diversas partes del mundo, en los distintos países y en las relaciones entre ellos, son siempre necesarios nuevos movimientos de solidaridad de los hombres del trabajo y de solidaridad con los hombres del trabajo”.

Aranda ha celebrado y agradecido los frutos de las tres décadas transcurridas desde la puesta en marcha de la pastoral de trabajo y reconocer la entrega de tantas personas y entidades.

“Hoy podemos hablar de 38 diócesis con nombramiento de la persona responsable de la pastoral obrera y del trabajo y de dos diócesis donde existe una coordinación de esta pastoral que se vincula al Departamento de la Pastoral del Trabajo de la CEE”, ha señalado además de recordar la puesta en marcha de la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD).

De modo que, según ha expuesto, la pastoral del trabajo ha pasado de ser una tarea asumida por movimientos, comunidades religiosas en barrios y curas obreras a una acción coordinada entre “distintas realidades que tienen como misión la evangelización del mundo obrero y empieza a orientar el trabajo a realizar desde esta pastoral”.

Afortunadamente, ha valorado, aumenta la conciencia entre el Pueblo de Dios de que “el gran tema es el trabajo”, que dice el papa Francisco en Fratelli tutti, por la trascendencia evidente que tiene en la vida de las personas.

Como director de esta pastoral, Aranda entiende que hoy día sigue siendo necesario afianzar el “trabajo transversal con otras pastorales y entidades eclesiales, sin olvidarnos de las organizaciones sociales con las que ya venimos trabajando”.



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Para ello, llama a continuar animando la pastoral obrera y del trabajo en las comunidades parroquiales y unidades pastorales, a avanzar hacia la coordinación territorial, así como a mejora el acompañamiento de distintas realidades implicadas en esta área eclesial.

Igualmente, ha invitado a “denunciar los procesos de deshumanización y anunciar la liberación que descubrimos en Jesucristo”, ante el desempleo, la precariedad, la inseguridad laboral y la incidencia del cambio climático y la vulnerabilidad de colectivos especialmente desprotegidos, en particular, dado su desamparado, las personas migrantes.

Además, ha subrayado la oportunidad de profundizar la relación entre la Iglesia y los sindicatos, recordando que el cardenal Omella, en su discurso como presidente de los obispos españoles de la plenaria de noviembre de 2013, había afirmado que “si nos dejan, queremos colaborar con gobiernos, Administraciones públicas, empresas y sindicatos para mejorar la situación”. Por último, ha reclamado “una mayor implicación de obispos y diócesis en el desarrollo de la pastoral obrera y del trabajo”.

No puede ser de otra manera, como bien explicó el mismo Juan Pablo II, en Laborem exercens, “la Iglesia está vivamente comprometida en esta causa, porque la considera como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente la “Iglesia de los pobres”, que en muchos casos aparecen como “resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano”.

Lo recuerda Francisco, en Fraelli tutti, “lo verdaderamente popular –porque promueve el bien del pueblo– es asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna. Por ello insisto en que “ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo”.