Ramona, mujer esperanzada

Testimonio de lucha y resiliencia de Ramona, realizado en el encuentro organizado por la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) de Jaén con motivo del Día Internacional de la Mujer Trabajadora
Me llamo Ramona, soy de Villargordo, tengo 66 años. Estoy casada con Juan Antonio, soy madre de dos hijos y una hija. Mi profesión es ama de casa.
Siempre he tenido inquietudes en la vida, me gusta mucho aprender, ya que mis estudios son básicos, aunque a mí me hubiera gustado estudiar, la economía de mi familia no me lo permitía.
Muy joven empecé a trabajar en las campañas de la aceituna, en la vendimia y después me fui a Navarra a trabajar en una fábrica de conservas. Aunque era penoso alejarse de tu casa y de la familia, para mí fue muy positivo, aquello sirvió para fomentar el compañerismo, ayudándonos unos a otros, crecí en fortaleza y responsabilidad.
Yo no soy ningún referente, pues fueron tiempos que nos tocó vivir a nuestra generación, no por casualidad, yo como creyente, no creo en la casualidad, sino en una serie de circunstancias que Dios fue poniendo en mi camino, para mostrarme su amor y levantar en mí las ganas de luchar, para que el mundo sea cada vez más justo y mejor.
A veces nos desilusionamos, parece que nada cambia, pero ese grano de mostaza y esa levadura en la masa, que va creciendo poco a poco, para que cada vez, el reino de Dios, por el cual, Él dio su vida, se vaya haciendo, aquí en la tierra.
Fijaros que cuando me iba a la vendimia, salíamos a trabajar de noche, y entrábamos de noche, parece que no, pero las cosas han cambiado, en el campo laboral y más de la mujer, que estaba más olvidado, y eso gracias a tantas personas buenas, creyentes y no creyentes, que luchan día a día, para que esto ocurra y nuestra misión es colaborar y apoyar a toda esa gente, y lo que esté al alcance de nuestras posibilidades.
Digo esto porque cuando me casé, no trabajaba fuera, cuando mis niños estaban un poco más grandes, Juan Antonio cayó enfermo, y ya no podía alternar mucho, pues él necesitaba de mí, la verdad que el trabajo me venía muy bien, para pagar mi hipoteca y ayudar en la educación de los niños, pensé en poner una mercería en mi casa. Me hizo muy feliz. Trabajaba en lo que me gustaba, ayudaba a la gente, porque le facilitaba sus compras y a veces hacía de psicóloga, pues mis clientes me contaban sus problemas y yo tan solo con escucharlas y darles ánimo, hacía el trabajo, pues el trabajo debe servir además de para ganarnos la vida, para llegar a las personas y ayudar en lo que podamos.
Ahora, ya que estoy un poco mayor, quiero decir un poco, estoy en la Directiva del hogar del pensionista (Andrés Calles Moreno). Tengo que confesar que no soy la persona más adecuada, porque soy muy torpe, pero no sé por qué el Señor se fija en mí, Él verá por lo que quiere que yo esté ahí, yo hago lo que puedo y sé, lo que no sé lo pregunto y ahí vamos.
Luego se nos presentan muchas historias y facetas en la vida que tenemos que ir superando. Digo esto porque mi marido tiene esclerosis múltiple y dos de mis tres hijos también le han diagnosticado la misma enfermedad. Ha sido recientemente pero no podemos venirnos abajo, tendremos que estar en la lucha y que sea lo que Él quiera y lo que nos toque hemos de ir salvando.
Pero el mensaje que os quiero transmitir hoy es un mensaje de esperanza, de alegría, de que las cosas pueden cambiar, de que no estamos solos, que tenemos a un Dios muy grande que vela por nosotros, a través de todas esas personas que nos acompañan, que nos ayudan a seguir adelante, a pesar de los problemas. Nosotras y nosotros tenemos que ser instrumentos y signos de esperanza para las personas más vulnerables y pedir mucho por los que día a día van gastando su vida trabajando por el bien común.
GRACIAS.

Redacción de Noticias Obreras.