El papa Francisco y la economía

Intervención realizada por el cardenal Michael Czerny, SJ, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, en el encuentro organizado por la Comisión de Pastoral Social del Consilium Conferentiarum Episcoporum Europae (CCEE). Roma, 06 de marzo de 2025. Texto original en inglés. Traducción y enlaces realizados por Noticias Obreras
Antes de conocer lo que el papa Francisco ofrece a la sociedad moderna en cuanto a la gestión de la economía, convengamos en por qué esto nos interesa.
Desde Ireneo, la Iglesia ha comprendido la centralidad de la plena realización humana, que también llamamos desarrollo humano integral. Es intrínseca a nuestra misión como obispos y líderes eclesiales promover el desarrollo humano integral de nuestro pueblo, ya sea como diócesis, como conferencia nacional o como esta conferencia continental. Nuestra preocupación es reconocer los principales impedimentos para el florecimiento de nuestro pueblo y acompañarlo pastoralmente en sus esfuerzos por superar esos obstáculos, para que todos puedan desarrollarse de acuerdo con su vocación de hijos e hijas de Dios.
Las políticas y prácticas económicas subyacen a prácticamente todos los aspectos de la vida diaria. Nos preocupa que nuestro pueblo florezca. Por nuestra fe y misión, estamos obligados a prestar atención a la economía, no en sí misma como teóricos de la economía o líderes empresariales, sino como pastores que acompañan a nuestro pueblo.
Sus preocupaciones giran en torno a tener un trabajo digno, razonablemente remunerado, y a que lo básico sea accesible; y se oponen a la desigualdad rampante, la degradación ambiental y el calentamiento del clima, etc. Las políticas económicas y las actividades de las empresas y las finanzas configuran todos estos ámbitos, y donde dañan a nuestro pueblo, debemos estar atentos, no como economistas sino como pastores. Promovamos los intereses de nuestro pueblo, especialmente de los más afectados por las injusticias económicas.
Ahora, la pregunta que se me ha asignado: «¿Qué ofrece el papa Francisco a la sociedad moderna en cuanto a la conducción de la economía?». Básicamente, él aboga por una economía arraigada en el bien común, sazonada con fraternidad y dirigida por la política. Él pone a las personas por delante del dinero, y otorga a los pobres la libertad de convertirse en artífices de su propio desarrollo.
Para desarrollar estos temas, me centraré en tres vertientes del magisterio social del Santo Padre: (I) la llamada al desarrollo humano integral; (II) la necesidad de rechazar la ideología del mercado; y (III) los problemas del paradigma tecnocrático.
I. El llamado al desarrollo humano integral y sostenible
A un nivel fundamental, el papa Francisco está haciendo un llamado a un tipo diferente de progreso, uno que sea «más saludable, más humano, más social, más integral» (Laudato si’, LS). Él concibe «un enfoque integrado para combatir la pobreza, restaurar la dignidad de los excluidos y, al mismo tiempo, proteger la naturaleza» (LS).
El desarrollo humano integral es un principio fundamental de la enseñanza social católica. El papa Pablo VI aboga por el desarrollo de toda la persona y de cada persona¹. Se trata del pleno florecimiento de las capacidades de una persona. Tiene menos que ver con «tener» y más con «ser».
Al igual que Jesús, quien defendió a los pobres y afligidos, el papa Francisco se niega rotundamente a ignorarlos. Para Francisco, elevar a los pobres tiene menos que ver con brindarles ayuda y más con permitirles participar plenamente en la economía y la sociedad, y convertirse en protagonistas de su propio desarrollo. Es por eso que con frecuencia ha alentado a los movimientos populares —sus miembros y líderes, ha dicho, son «poetas sociales»— durante su pontificado. Como dice en Fratelli tutti:
«En algunos enfoques económicos cerrados y monocromáticos, por ejemplo, parece que no hay lugar para los movimientos populares que unen a los desempleados, a los trabajadores temporales e informales y a muchos otros que no encuentran fácilmente un lugar en las estructuras existentes. Sin embargo, esos movimientos gestionan diversas formas de economía popular y de producción comunitaria. Se necesita un modelo de participación social, política y económica que pueda incluir a los movimientos populares e impulsar las estructuras de gobierno locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de incluir a los excluidos en la construcción de un destino común».
Además, para todos, ya sean pobres o acomodados, el desarrollo humano debe ser sostenible. Esto se centra en la protección de la creación, que se encuentra en el corazón mismo del pontificado del papa Francisco. En Laudato si’ y Fratelli tutti, nos pide que pensemos en nosotros mismos como una sola familia que habita una casa común. Y esa familia incluye a los que aún no han nacido; debemos comprometernos con la solidaridad intergeneracional. Él va más allá de nuestra fe; como lo expresa en Laudato si’:
«Tanto si somos creyentes como si no, hoy estamos de acuerdo en que la Tierra es esencialmente una herencia compartida, cuyos frutos están destinados a beneficiar a todos. Para los creyentes, esto se convierte en una cuestión de fidelidad al Creador, ya que Dios creó el mundo para todos. Por lo tanto, todo planteamiento ecológico necesita incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los pobres y los desfavorecidos» (LS).
Cuidar de nuestros hermanos y hermanas, y cuidar de la tierra, están profundamente vinculados: ambos están arraigados en el reconocimiento de la vida como un don de Dios.
«El ambiente humano y el ambiente natural se deterioran juntos; no podemos combatir adecuadamente la degradación ambiental a menos que atendamos las causas relacionadas con la degradación humana y social. […] Tanto la experiencia cotidiana como la investigación científica demuestran que los más pobres sufren los efectos más graves de todos los ataques contra el medio ambiente» (LS, 48).
Todo está conectado; estas son las palabras que resumen el mensaje central de Laudato si’. Así, «el clamor de la tierra y el clamor de los pobres es un mismo clamor» (LS 70, 91).
La orden bíblica dada a la humanidad de ejercer dominio sobre la creación ha sido malinterpretada, dando lugar a una supuesta autorización para maltratar la naturaleza a nuestro antojo. Él culpa a un «antropocentrismo desordenado». La armonía original entre el Creador, la humanidad y la creación se ha roto, y esta ruptura ha sido provocada por la soberbia, el egoísmo y la miopía humanos, por el principio desenfrenado de maximizar las ganancias sin tener en cuenta el daño que se hace a los pobres y a la naturaleza.
«Donde solo importan las ganancias, no se puede pensar en los ritmos de la naturaleza, sus fases de decadencia y regeneración, ni en la complejidad de los ecosistemas que pueden verse gravemente alterados por la intervención humana» (LS).
«A esos poderes económicos que exigen ganancias rápidas no les interesa tal cuidado. Con frecuencia, las voces que se alzan en defensa del medio ambiente son silenciadas o ridiculizadas, utilizando argumentos aparentemente razonables que no son más que una pantalla para intereses particulares» (FT).
II. La ideología del mercado
Desde el comienzo de su pontificado, el papa Francisco ha estado advirtiendo sobre la ideología del mercado. Él no condena el mercado en sí mismo, sino más bien lo que él llama «el mercado deificado» o la «concepción mágica del mercado». Esta ideología sacraliza el interés propio, lo que conduce a un «semillero de egoísmo colectivo». Además, las «ideologías que defienden la autonomía absoluta del mercado y la especulación financiera» dan lugar a una «nueva tiranía». En lugar de la mano invisible de Adam Smith, el santo padre detecta un «hilo invisible» que vincula todas las formas de exclusión y que privilegia «la mentalidad de la ganancia a cualquier precio, sin preocupación por la exclusión social o la destrucción de la naturaleza».
Según santo Tomás de Aquino, el derecho a la propiedad privada debe estar siempre subordinado al destino universal de los bienes, es decir, destinado a todas las personas, incluidos los pobres. Según el papa san Juan Pablo II, el derecho a la propiedad privada siempre viene acompañado de una «hipoteca social».
«El principio de la subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes, y por tanto el derecho de todos a su uso, es una regla de oro de la conducta social y “el primer principio de todo el ordenamiento ético y social”. La tradición cristiana nunca ha reconocido el derecho a la propiedad privada como absoluto o inviolable, y ha subrayado la finalidad social de todas las formas de propiedad privada. El derecho a la propiedad privada debería considerarse como un derecho natural secundario y no debería permitirse que ‘desplace derechos primarios y prioritarios, volviéndolos irrelevantes en la práctica’» (FT).
Y el Catecismo vincula el destino universal de los bienes con el séptimo mandamiento, No robarás. «El derecho a la propiedad privada, adquirido por el trabajo o recibido de otros por herencia o donación, no anula el don original de la tierra para toda la humanidad. El destino universal de los bienes permanece primordial» (CEC, 2043).
Evangelii gaudium cuestiona la afirmación de que la economía de mercado puede resolver todos los problemas y beneficiar a todos:
«En este contexto, algunos continúan defendiendo teorías del “derrame” que suponen que el crecimiento económico, estimulado por un mercado libre, logrará inevitablemente generar mayor justicia e inclusión en el mundo. Esta opinión, que nunca ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en el funcionamiento sacralizado del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando» (EG).
«El mercado, por sí solo, no puede resolver todos los problemas, por mucho que se nos pida creer en este dogma de la fe neoliberal. Ante cualquier desafío, esta escuela de pensamiento empobrecida y repetitiva siempre ofrece las mismas recetas» (FT).
«Proclamar la libertad económica mientras las condiciones reales impiden que muchos tengan acceso a ella, y mientras las posibilidades de empleo continúan reduciéndose, es practicar el doble discurso».
La globalización se defiende a menudo con el argumento de que puede crear riqueza e inclusión social. Pero Francisco ve que la globalización —la apertura al mundo entero— ha sido cooptada por poderosos intereses económicos preocupados exclusivamente por el lucro. El resultado es justamente lo opuesto a una economía fraterna. Como escribió Benedicto XVI en Caritas in veritate, la globalización puede hacernos vecinos, pero no nos hace hermanos².
Francisco suplica: «Digamos NO a una economía de la exclusión y la desigualdad, donde el dinero reina en vez de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. Esa economía destruye la Madre Tierra»³.
III. El paradigma tecnocrático
El papa Francisco también es muy crítico del paradigma tecnocrático que configura la economía global actual. Este paradigma impone en todas las decisiones económicas la lógica exclusiva de la eficiencia, la productividad y la ganancia «como si la realidad, la bondad y la verdad fluyeran automáticamente del poder tecnológico y económico como tal» (LS, 105).
El problema radica en los «mitos de una modernidad fundados en una mentalidad utilitarista» que incluyen «el individualismo, el progreso ilimitado, la competencia, el consumismo, el mercado sin restricciones» (LS). Esto justifica el énfasis en un crecimiento económico constante que no respeta los límites de la naturaleza; ve la naturaleza como un objeto externo que puede ser manipulado y controlado, en lugar de como una casa común que sostiene nuestro florecimiento comunitario.
Una economía esclavizada por este paradigma tecnocrático, sin una supervisión y un control políticos efectivos, conduce a la ruina:
«La política no debe estar sometida a la economía, ni la economía debe estar subordinada a los dictados de un paradigma tecnocrático impulsado exclusivamente por la eficiencia…». Aunque el abuso de poder, la corrupción, el desprecio por la ley y la ineficiencia deben ser claramente rechazados, «no se puede justificar una economía sin política, ya que esto haría imposible favorecer otras maneras de afrontar los diversos aspectos de la crisis actual» (LS 189, 196; FT 177).
Dos efectos importantes del paradigma tecnocrático son el dominio de las finanzas y la pérdida de empleos.
En primer lugar, el paradigma tecnocrático considera cada avance tecnológico con vistas al lucro, y esto es especialmente cierto en el sector financiero, que «desborda la economía real» (LS). Por ejemplo:
«Salvar a los bancos a cualquier coste, haciendo que el público pague el precio, renunciando a un firme compromiso de revisar y reformar todo el sistema, solo reafirma el poder absoluto de un sistema financiero, un poder que no tiene futuro y que solo dará lugar a nuevas crisis tras una recuperación lenta, costosa y solo aparente» (LS 189).
Este paradigma impulsado por las finanzas no muestra interés por «niveles más equilibrados de producción, una mejor distribución de la riqueza, la preocupación por el medio ambiente y los derechos de las generaciones futuras» (LS 109). Francisco contrasta esto con la economía real, que «permite a las pequeñas y medianas empresas desarrollarse y crear empleo» (LS 189).
El segundo desafío es el empleo. Los responsables políticos y los economistas están lidiando con el futuro del trabajo, ya que la tecnología reemplaza a cada vez más trabajadores, dejando a las personas a la deriva. La llegada de la inteligencia artificial hace este desafío aún mayor. ¿Qué nos depara el futuro? ¿Estamos condenados a una concentración de la riqueza cada vez mayor y a una miseria relativa cada vez más extendida?
«La meta no debería ser que el progreso tecnológico sustituya cada vez más el trabajo humano, ya que esto sería perjudicial para la humanidad. El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, un camino de crecimiento, desarrollo humano y realización personal. Ayudar económicamente a los pobres debe ser siempre una solución provisional ante necesidades apremiantes. El objetivo más amplio debe ser siempre permitirles una vida digna mediante el trabajo» (LS 128).
«Si no se protege a los empleos de ser desplazados por la tecnología, podemos terminar trabajando contra nosotros mismos… Dejar de invertir en las personas, con el fin de obtener un mayor beneficio financiero a corto plazo, es un mal negocio para la sociedad» (LS 128).
Si bien acogemos la doctrina social de la Iglesia, también vemos lo difícil que es en la práctica liberarse del paradigma tecnocrático y lograr que la política asuma la responsabilidad de la economía.
De hecho, mientras la política y los sistemas fiscales funcionan a nivel nacional, los negocios y las finanzas operan a escala global. Las empresas pueden cambiar su domicilio para evitar una tributación justa y regulaciones gubernamentales razonables. Pueden ignorar las medidas medioambientales para reducir sus costos en comparación con competidores más responsables.
Se necesitan empresarios y economistas llenos de fe para aplicar los principios cristianos en las condiciones actuales y hacer practicables estos principios de la tradición católica⁴.
Conclusión
En mis comentarios he reflexionado sobre algunos aspectos del magisterio social del papa Francisco —la llamada al desarrollo humano integral y sostenible, la denuncia de la ideología del mercado y la crítica al paradigma tecnocrático que domina la economía y la política—.
El papa Francisco a veces es presentado como opuesto al mundo empresarial y a la economía de mercado. Sus enseñanzas se rechazan por considerarlas heterodoxas, antisistema, ingenuas o radicales. De hecho, él tiene grandes expectativas:
«La empresa es una noble vocación, orientada a producir riqueza y mejorar nuestro mundo. Puede ser una fuente fructífera de prosperidad para las áreas en las que opera, especialmente si considera la creación de empleos como parte esencial de su servicio al bien común» (LS 129).
Francisco actualiza la doctrina social católica tradicional a la luz de la doble crisis social y ambiental. Su punto de partida es siempre el sufrimiento de la gente, especialmente de los excluidos y vulnerables.
«Practicar la economía significa cuidar la casa común, y esto no será posible si no tenemos ojos entrenados para ver el mundo, comenzando desde las periferias: la mirada de los excluidos, de los últimos»⁵.
Así como he pedido a economistas que me ayuden a preparar este documento, también les animo a buscar la ayuda de buenos académicos y empresarios, así como de sindicalistas y representantes de aquellos que sufren a causa de la economía. Pídanles que les ayuden a “leer” la economía en sus regiones y así acompañar a sus pueblos que se esfuerzan por sobrevivir y prosperar. Y, por favor, sigan alzando la voz, como lo hizo Jesús, en nombre de aquellos que padecen la injusticia económica que obstaculiza su desarrollo humano integral.
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¹ Pablo VI, Populorum progressio, «Todo el hombre y cada hombre».
² La creciente desigualdad en el mundo y la concentración de la riqueza en muy pocas manos le dan la razón al papa Francisco. Consideremos estos ejemplos del Informe OXFAM 2024: Si cada uno de los cinco hombres más ricos gastara un millón de dólares estadounidenses al día, tardarían 476 años en agotar su riqueza combinada. Siete de cada diez de las corporaciones más grandes del mundo tienen un director ejecutivo multimillonario o a un multimillonario como accionista principal. 148 de las corporaciones más grandes del mundo (de las que se tienen datos) obtuvieron cerca de 1,8 billones de dólares estadounidenses en ganancias en los 12 meses previos a junio de 2023, lo que supone un aumento del 52,5 % en comparación con la ganancia promedio en el período de cuatro años 2018-2019.
³ Papa Francisco. Discurso en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares, Bolivia, 2015.
⁴ Por esta razón, el papa Francisco ha involucrado a jóvenes economistas y empresarios en el movimiento «Economía de Francisco».
⁵ «Economía de Francisco», 13.10.2023.

Prefecto interino del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.