La vocación política del cristiano
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Intervención en el Congreso de Vocaciones convocado por la Conferencia Episcopal Española (CEE). Madrid, 8 de febrero de 2025
Me ha gustado el enfoque de este taller: “La vocación política del cristiano”. Llevo muchos años reivindicando que la pastoral vocacional de la Iglesia debía incorporar la vocación laical en general, y específicamente la vocación política.
Este planteamiento puede ayudar a las comunidades cristianas a interiorizar que el compromiso de las cristianas y los cristianos en la política debe ser estimulado, reconocido y acompañado al menos como otros compromisos de catequistas, monitores o voluntariado. También puede ayudar a la persona cristiana a vivir con unidad el vínculo de la identidad cristiana con la acción sociopolítica.
La perspectiva vocacional, significa, para mí, vivir el proyecto personal de vida, no solipsistamente, sino en diálogo con otro, con el Dios de Jesús, y vivir el itinerario vital no como carrera de éxito, sino como misión recibida y acompañada, desde un espíritu de servicio, según las Bienaventuranzas, y con entrega generosa para dilatar en el mundo el reinado de Dios.
Tres consideraciones previas más:
Primera. La vocación política, en sentido estricto, por lo general, es de ejercicio temporal –comparándola con otras vocaciones como la presbiteral, la vida consagrada, la familiar…–. De todas las personas que ejercen algún cargo público hay muy pocas que desarrollan todo su itinerario profesional en el desempeño de cargos públicos. En democracia, este desempeño, no solo depende de la persona sino de la ciudadanía, de las elecciones, de las direcciones de los partidos, de pactos de gobierno… Según las circunstancias, quedas con frecuencia descabalgado. Y la perpetuidad tampoco es necesariamente una virtud en política. Esto no ocurre en las otras vocaciones.
Segunda. Otra diferencia. La vocación política no es estanca, sino que se hibrida con otras vocaciones profesionales: abogacía, docencia, trabajo social, construcción, salud… Y, por supuesto, con la vocación al amor conyugal y la vida familiar. Incluso es vocación “a tiempo parcial”, como en el caso de la mayoría de los concejales, cuya dedicación lo es en régimen de voluntariado. En mi caso he alternado la vocación pastoral ad intra de la Iglesia con la vocación política ad extra.
Tercera. Por todo ello quiero subrayar que lo importante no es “una determinada vocación” sino una vida cristiana vocacionalmente vivida, la cual puede, en unas etapas de la vida, discurrir por unas vocaciones específicas o por otras, de acuerdo con las llamadas o propuestas del Dios de la historia a la persona que las recibe y discierne. Asemejo la vida vocacionalmente vivida a un fluido incandescente. En la fabricación del acero el alto horno transforma el mineral –a través del calor– en lo que se conoce como el arrabio, un fluido que sale del horno a 1.350ºC, el cual a través de varios procesos químicos acaba siendo transformado en colada de acero que se vierte en diferentes moldes y enfriándose acabará adquiriendo formas diversas según el uso del mismo. De modo que el desarrollo de la vocación política, es el cuajo progresivo de un itinerario construido por decisiones sucesivas preñadas de trascendencia vocacional. No hay un discernimiento “de una vez para siempre”, sino que la vocación va acabando por forjarse, por ser tildada de tal, a posteriori a partir de sucesivos discernimientos.
Voy a organizar algunas de las experiencias que quiero transmitir en el esquema de los relatos de vocación, recordando una vocación que ha sido siempre inspiradora en mi trayectoria vital: la del profeta Jeremías.
“Antes de formarte en el vientre te escogí, antes de salir del vientre materno te consagré […]. No digas que eres un muchacho: que a donde yo te envíe irás […]. No les tengas miedo, que yo estoy contigo […]. El Señor extendió la mano, me tocó la boca y me dijo: –Mira, yo pongo mis palabras en tu boca. Entonces alargó Yahvé su mano y tocó mi boca. Mira que he puesto palabras en tu boca […] para arrancar y destruir, para edificar y plantar. […] No les tengas miedo. Lucharán contra ti, pero no podrán contigo, porque yo contigo estoy” (Jer. 1,5-10.17.19).
I. Encuentro: “Antes de salir del vientre materno te escogí”
Que la fe cristiana tiene una dimensión de compromiso es algo que he vivido desde que tengo uso de razón. En la familia, en la parroquia. Con 15 años fui catequista; desde los 17 monitor de Tiempo Libre con personas discapacitadas.
Pero del compromiso social al político hay un salto. Lo fui dando gracias a la Juventud Estudiante Católica (JEC) en la parroquia de un barrio obrero de Bilbao, Rekalde, a principios de los años 80. Ahí, en mis primeros años universitarios, descubrí la centralidad de los pobres en el Evangelio de Jesús, la dimensión estructural y liberadora del compromiso cristiano y la experiencia de la participación y movilización política, concretamente en el movimiento universitario, en la objeción de conciencia a “la mili” y en Gesto por la Paz contra la violencia política en Euskadi.
El descubrimiento gracias a Evangelii nuntiandi de la dimensión transformadora de la evangelización fue un hito, a través de la carta de Cuaresma de los obispos vascos La Iglesia Evangelizadora (1983). Anuncio-denuncia, testimonio, compromiso transformador e inserción en la comunidad. Leí con fruición Católicos en la vida pública (1986). Decía el documento “la dedicación a la vida pública debe ser reconocida como una de las más altas posibilidades morales y profesionales del hombre” (núm. 63). La caridad política, el amor eficaz, ése era el paso que habíamos de dar.
Me afilié en el partido Euskadiko Ezkerra (EE). Era el partido ético, en la percepción de bastantes de nosotros, el más evangélico: conjugaba la conciliación nacionalismo-no nacionalismo, la paz y la justicia social. Y, sobre todo, no estaba manchado por el poder. Pero pronto se hundió y nos advino un estado de orfandad.
II. Discernimiento: “No digas eres un muchacho, …donde te envíe irás”
A lo largo de los años he ido recibiendo diferentes llamadas, propuestas. En varios casos Dios se ha servido de responsables políticos no creyentes. Una y otra vez con discernimientos: dudas, dilemas, pros y contras, riesgos, decisiones con consecuencias.
La que más ha configurado mi trayectoria posterior fue, diríamos, la llamada al anuncio explícito en política, esto es, a una presencia política cristianamente identificada. Eran días en que leía a Rafael Díaz-Salazar cómo se planteaba el PCI la refundación de la izquierda en Italia, tras la caída del muro y la importancia que para los poscomunistas tenía el cristianismo como asunto público de interés para la izquierda.
La oportunidad vino de la mano de Ramón Jáuregui, entonces secretario general del PSE-EE. Nos convocó a cristianos que estábamos en movimientos sociales para subirnos al carro de la confluencia del PSE y EE. En aquella reunión le mencioné la consideración por el PSOE de la religión como un asunto estrictamente privado –así decía el llamado Programa 2000–. Le pregunté si el partido estaba dispuesto a aceptar el cristianismo como asunto público para el socialismo. De hecho, era la fe la que nos movía a comprometernos en política. Si éramos socialistas lo éramos “a fuer de” cristianos. Ramón me dijo que sí: “Recorramos ese camino”. Esto ocurrió en Bilbao en 1993. Creamos el grupo de Cristianos en el Socialismo Vasco. En el surco de la tradición de Cristianos por el Socialismo. Después, a nivel de España, decidimos llamarnos llamarnos Cristianos Socialistas. Se trataba de tender puentes entre PSOE y mundo cristiano.
En aquellos años 90 los ámbitos fueron: la relación con el tercer sector y el trabajo en ámbitos de exclusión social y con el movimiento pacifista que había nacido de numerosas parroquias y militantes cristianos. Anótese que algunos años más tarde, cuatro curas irían de forma simbólica en listas del PSE-EE y del PP. También fue significativo que algunos cristianos formáramos parte, por esta razón, del colectivo de amenazados por ETA y tuviéramos que ir con escolta. Ocho años en mi caso.
He tenido que afrontar muchos discernimientos. A varios he dicho que no. El más duro cuando renuncié a ser candidato a alcalde en 2003, pudiendo serlo, porque mi mujer no estaba de acuerdo. Suponía truncar una oportunidad política. Pero primero era la familia. Nuestros hijos tenían 2 y 4 años. A otras propuestas posteriores he respondido sí. Venir a Madrid en 2008 de lunes a viernes con la vicepresidenta Fernández de la Vega, dejando la familia en Bizkaia toda la semana fue, en este caso, un sacrificio para mi mujer, teniendo Pello y Jone 7 y 9 años. Dedicación política y familia no casan bien. Requieren negociación, pactos, renuncias y aceptación del otro, por igual, en equilibrios no fáciles.
O el último. Casi con 60 años, ante la propuesta nuevamente de ser candidato a alcalde en 2023, sin probabilidad de serlo. Esta vez, con los hijos ya criados, la oposición de mi mujer fue menor. En mis oraciones para adoptar la decisión, tuve presente a Abraham. Ya viejo, el Señor le dijo: “Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” (Gn. 12, 1). Era salir de zona de confort, en mi caso, la Iglesia, donde ya tienes una posición asentada, a tener que ganarte a la ciudadanía, a los compañeros de partido, a los funcionarios, a los socios de gobierno… Disponerte a aprender otro campo de conocimiento, cultura y procedimientos como es el de la Administración local. Esta vez dije si en la confianza de que el Señor está conmigo.
III. Envío: “He puesto palabras en tu boca […] para edificar y plantar”
Edificar en condiciones de conflicto
La construcción del reino de Dios nunca ha sido algo fácil. Ni para Jesús, hijo predilecto de Dios. Acabó crucificado. La política está transida por el conflicto. Diferentes visiones ideológicas, propuestas incompatibles, intereses contrapuestos, dilemas morales, recursos limitados…. A menudo en situaciones de zozobra, de estrés o de competencia. Y desde el conflicto y con el conflicto hay que edificar y plantar.
De mi experiencia quiero traer esta tarde uno de estos conflictos en los que estuve implicado. El conflicto sempiterno entre PSOE e Iglesia cada vez que hay una nueva ley de educación. Destacaría cómo en medio de la tensión impulsamos dos acuerdos significativos: 1) el acuerdo del Ministerio con los profesores de religión (APRECE), que junto a los sindicatos (UGT, CCOO y ELA), consiguieron extender el modelo de contratación estable del profesorado de religión –ya vigente en ESO en el País Vasco– quedando superada la arbitrariedad y precariedad de la relación laboral, “año a año”; 2) el acuerdo del Ministerio de Educación con la FERE, con la alianza de varias editoriales de libros de texto como SM, Santillana, Anaya… respecto al programa de Educación para la Ciudadanía.
Al hilo de este punto quiero subrayar que la política es un saber práctico, que necesita horizontes y convicciones éticas, pero no es una traslación directa de la ética a la realidad. Trabaja con recursos limitados, gobierna para sociedades plurales, con necesidad de llegar acuerdos entre diferentes, que tiene efectos indeseados… Teniendo en cuenta las “servidumbres de la carne” que decía Mounier. Hay quienes nos acusan a los cristianos de vivir instalados en el “prejuicio de la justicia completa”. Sin duda, la aspiración escatológica preñada del Absoluto de Dios es un estímulo para mantener una pulsión inconformista y transformadora de la sociedad, pero también puede ser una excusa purista que nos acaba alejando y disuadiendo del compromiso político.
Discernimiento del mal menor
Otra reflexión en la misma línea. La política es un ejercicio de decisión permanente, donde la indecisión es también una decisión. A menudo la alternativa sobre la mesa no es entre un bien y un mal. Lo más frecuente es adoptar decisiones que siempre tienen contraindicaciones. Si por algo se caracteriza la política es por decisiones adoptadas según el criterio del mal menor.
Desde mi tradición como objetor de conciencia desde la aspiración pacifista me opuse a la OTAN y a la misma existencia del Ejército. Con el paso de los años he ido aceptando como mal menor una y otro. Incluso en el concierto internacional actual con estrategias de guerras impunes y sin reglas, creo que efectivamente es importante el desarrollo de una política de defensa europea con más músculo. Estoy moralmente en contra de la guerra: “Nunca más la guerra” que gritó Juan Pablo II, pero en política, más desde posiciones de gobierno, las decisiones se guían por el mal menor. Y paradójicamente una organización militar como la OTAN puede, en efecto, servir a la paz. No es relativismo y si ética de la responsabilidad.
Y sin embargo, con fe en la política
La política no goza en estos tiempos de crédito entre la ciudadanía. Bien por sus incapacidades para afrontar la magnitud, la complejidad y, a menudo, la imprevisibilidad de los desafíos que recaen sobre sus espaldas. Bien por las corrupciones de los políticos, por la prevalencia de intereses de los poderosos frente a las necesidades de los débiles, por las ineficiencias de sistemas de organización administrativa obsoletos o por el clima de polarización extrema. El hecho es que la política democrática retrocede en el mundo frente a opciones autocráticas. Sin embargo, quiero decir que mantengo mi confianza en la política. Donde he visto de cerca egoísmo, desconfianzas y mezquindades, pero donde puedo testificar que sobre todo he visto compromiso por mejorar la sociedad en que vivimos.
En esta reivindicación de la política me quiero remitir a la política municipal en la que estuve comprometido en el período 2003-2007 y nuevamente ahora desde el 2023. Sestao, el municipio en el que justamente ayer Vida Nueva daba la noticia de un intento de ocupación de un templo, de san Miguel, cerrado hace dos años y medio.
Durante un siglo fue el epicentro de la industria siderúrgica y la construcción naval en España. Tras la crisis de la energía de 1973 se aceleró el declive industrial, con el progresivo cierre de empresas señeras como AHV, B&W, La Naval… que empleaban a miles y miles de trabajadores. Se extendió la crisis al conjunto de la sociedad en la década de los 80. Infravivienda, deterioro urbano, guetos sociales, heroína… Todavía hoy es el municipio con más desempleo del País Vasco.
Pues bien, desde los inicios de los años 2000, la política municipal, en materia social, urbana y de empleo, acompañada de la política de infraestructuras y promoción económica de Diputación foral, y de la política de vivienda, social, sanitaria y de promoción turística del Gobierno Vasco está transformando notablemente la realidad social, urbana y económica. Las instituciones públicas, los presupuestos, los boletines no bastan, pues es necesario el esfuerzo de todos, ciudadanía, tejido asociativo, empresas, tercer sector, sindicatos… pero sin su liderazgo, sin su planificación, sin la instrumentación pública de las acciones, sin la ingente inversión que se necesita no sería en absoluto posible. Y sin la política fiscal, no sería posible financiar nada de esto. Todo esto es la caridad política. Y todo esto es realidad diaria de la política en este Estado democrático, social y de derecho, como dice la Constitución.
IV. Conclusión
Para terminar, quiero invitar a los aquí presentes a una política que está al alcance y que os necesita: la política municipal. Acercaros. Eso sí, hay que estar dispuesto a tomar partido y a vivir en conflicto. Invito a las comunidades a acoger, reconocer y apoyar a sus miembros políticamente comprometidos. Y a orar por ellas y ellos. Agradecí cuando en las fiestas patronales, el día de San Pedro, el cura Jaime, oró por los concejales del pueblo y agradeció nuestro compromiso.
En Evangelii gaudium dice Francisco: “¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres! Es imperiosa una política ética, que, desde las poderosas palancas de las instituciones públicas, la legislación y el gasto público contribuya junto a los esfuerzos del conjunto de la sociedad civil. Dios puede hacer bien a la política. ¿Por qué no orar a Dios para que inspire vocaciones a la acción política y a una nueva política más guiada por el Bien Común y la prioridad evangélica de los pobres y las víctimas?” (EG, 205). Tomad estas palabras como llamada aquí y ahora.
Termino. Nos han invitado a traer un símbolo. Traigo la tablilla que tengo en el despacho del ayuntamiento. Con poesía mística. De santa Teresa, ¡cómo no! “Nada te turbe, nada te espante… Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza Quien a Dios tiene nada le falta. Solo Dios basta”. En los momentos de zozobra, que son muchos, me da paz, me sostiene, y me ayuda a mantener la mirada firme. Porque si, en el combate de la política, es crucial la “persona interior”, que decía san Pablo.
Muchas gracias.
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Politólogo y teólogo.
Ha sido director del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral de Bilbao.
Actualmente es segundo Teniente de Alcalde y concejal de Cultura, Memoria Histórica, Participación Ciudadana, Promoción Económica y Empleo en el Ayuntamiento de Sestao