Maite Valdivieso: “Los derechos humanos no se otorgan, se reconocen”

Maite Valdivieso: “Los derechos humanos no se otorgan, se reconocen”
Maite Valdivielso Peña es miembro del Consejo Asesor de Pastoral del Trabajo de la Conferencia Episcopal Española. Dará la charla Derecho a un trabajo digno este martes 17, a las 19 horas, en la Escuela de Formación Sociopolítica y Fe Cristiana de la diócesis de Canarias en la Casa de la Iglesia. También se podrá seguir en Zoom. Para la ponente, “el capitalismo, que se ha desbocado, deja en un segundo plano a las personas. Y tenemos que buscar alternativas: cambiar estructuras y mentalidades”.

¿Cuáles son las ideas centrales de tu ponencia Derecho a un trabajo digno?

Cuando hablamos de derecho al trabajo y trabajo digno estamos hablando fundamentalmente de las personas con su dignidad, que viene de lo que hacemos, porque somos también lo que hacemos. El trabajo nos posibilita desarrollar nuestras potencialidades y capacidades. La esencial es la centralidad de las personas. Si les negamos las posibilidades de ejercer esas capacidades, les estamos negando su dignidad. Y eso empalma con la realidad de los derechos humanos que, desde el punto de vista cristiano, es ser imagen de Dios, vivir con la plenitud de ser hijos e hijas de Dios.

¿Qué condiciones ha de tener un trabajo para que sea digno?

Que esté a la medida de las personas. Benedicto XVI da esa clave: que el trabajo sea a la medida del ser humano, que sea elegible, que puedas cubrir tus necesidades, que puedas organizarte con tus compañeros, tener una vejez tranquila, que no tengan que trabajar los niños y puedan ir a la escuela y, sobre todo, que posibilite su desarrollo. A veces identificamos trabajo y empleo, y el trabajo es mucho más allá que el empleo: todo el trabajo de cuidados, la construcción social, la gratuidad para el servicio a los otros, el construir comunidad.

¿En qué sentido un trabajo digno es un derecho?

Hablamos de derechos cuando los reconocemos, no se otorgan, se reconocen. Porque ya la persona en sí es suficientemente significativa, ante esa capacidad de la persona solo podemos mostrar respeto por su dignidad, por lo que representa, lo que es, independientemente de otras cosas, por ser persona. Es un derecho, no se le otorga, se le reconoce. A todas las personas tenemos que reconocer esa capacidad de hacer, de crecer, de ser creativos de su hacer y de poder aportar, cada uno según sus posibilidades, a la construcción de la sociedad y al servicio a los otros y hacer comunidad.

“El gran tema es el trabajo porque afecta a las personas, a su centralidad, a cómo organicemos el trabajo y el empleo”

¿Cómo valoras las XXX Jornadas de Pastoral del Trabajo celebradas hace un mes en Ávila?

Muy positivamente por celebrar todo el camino que hemos hecho:  el propio documento, fruto de mucho esfuerzo, de mucha experiencia y de toda la dinámica de trabajo que ha generado en todo este tiempo, por lo que supuso de encuentro y de animar a que la pastoral del trabajo siga teniendo sentido pleno en este marco social y eclesial. También es positivo porque abre perspectivas de futuro, de situarnos y de seguir acompañando a las personas desde esa centralidad del trabajo. El gran tema es el trabajo porque afecta a las personas, a su centralidad, a cómo organicemos el trabajo y el empleo. La Iglesia tiene que dar una respuesta significativa desde el acompañamiento, desde la valoración y desde el reconocimiento de esa dignidad humana, que está en la centralidad del mensaje cristiano.

¿Qué otros retos tienen la pastoral obrera?

Es muy importante que las distintas diócesis tengan un espacio donde eso sea visible en la tarea y en el hacer de la pastoral diocesana, siendo capaces de generar un espacio de acompañamiento de las personas desde sus realidades, atentos también a los tiempos, al futuro del trabajo, a otros trabajadores y trabajadoras con las que nos situamos, por ejemplo todo el tema de la migración, de la manera nueva de entender el trabajo desde las plataformas, toda esa potencialidad del trabajo de los cuidados. Trabajar en esas realidades desde la transversalidad que tiene la pastoral del trabajo, porque hay muchas implicaciones con la familia, los jóvenes, la salud, las migraciones, la liturgia, en la que se recoge también el esfuerzo y el trabajo de todos los seres humanos. En el pan y en el vino, frutos del trabajo, reconocemos la presencia de Jesús. El Reino tiene esa imagen de banquete donde todos tienen cabida.

“Todavía en muchos lugares la pastoral obrera es una desconocida”

¿En qué medida la Iglesia está o no al lado de la clase trabajadora?

La pastoral obrera es parte de la Iglesia, aunque todavía hay muchas cosas en las que tenemos que seguir madurando y creciendo: poner voz a tantas situaciones de injusticias, en acompañar y potenciar los movimientos apostólicos especializados. Es una tarea no de unos poquitos, sino de toda la Iglesia y se haga sensible a los problemas, a sus circunstancias, a su realidad, a la precariedad, a la siniestralidad, que sepa acompañar desde sus realidades concretas y que reconozca que en las comunidades la mayoría de las personas que participan en nuestras parroquias son trabajadores y trabajadoras. Todavía en muchos lugares la pastoral obrera es una desconocida, que se acerquen, que pregunten, que los agentes de pastoral no sean solo agentes de pastoral obrera, sino que las personas que trabajan en pastoral sean dinamizadores, potenciadores de esa acción del la Iglesia en el mundo del trabajo. Nos queda mucho por caminar.

¿Es factible una pastoral del trabajo sin apostar por una alternativa al capitalismo?

El proyecto de Jesús es un proyecto de humanización. En este sistema, lo dice el papa Francisco, tecnocrático, economicista, donde la economía mata, tenemos que pensar que, si la centralidad y la prioridad es el trabajo, el capital que hay que salvaguardar es el capital humano, los seres humanos. Es verdad que el capitalismo que se ha desbocado deja en un segundo plano a las personas.

Y tenemos que buscar alternativas: cambiar estructuras y mentalidades. Todo lo que hagas está promovido desde la meritocracia. Eso no nos lo hemos ganado, a veces eso culpabiliza a las personas que están en mayor precariedad. Para la Iglesia y para el proyecto de Jesús eso es una dinámica que choca. Estamos en dos lógicas: la mercantilista y la del Evangelio, que es la del cuidado y la del reconocimiento del otro.

Hay experiencias de proyectos humanizadores, de hacer otra economía. Ahí tenemos que trabajar, potenciar, también posibilitar. Ya hay ejemplos de que eso se va haciendo, aunque tenemos que hacerlo mucho más efectivo y mirar más a los principios de la Doctrina Social de la Iglesia que también nos propone: esa economía de comunión, de cuidados de la persona y la vida de este sistema que devora, que, según el Papa, no se sostiene.